"Los recién nacidos -observa el doctor Daniel Pérez Chada, director de la Clínica del Sueño del Hospital Universitario Austral-, duermen entre 15 y 18 horas por día, en períodos de entre tres y cuatro horas. Sin embargo, una vez transcurrido el primer mes de vida, los tiempos comienzan a adaptarse a la vida que el bebé esté desarrollando, y se genera un gradual incremento del sueño nocturno y la vigilia diaria. Así llegamos a los seis meses, por ejemplo, momento en el cual de noche los niños ya duermen de corrido aproximadamente seis horas; después del año, y más que nada hasta los tres, comienzan a aparecer otra vez cambios y actividades que imponen modificaciones, entre las cuales se destaca la siesta, que por lo general se toma en las primeras horas de la tarde."
Los trastornos del sueño más frecuentes durante estos primeros años de la vida del niño son las pesadillas, el sonambulismo, la somniloquia (hablar dormido), el insomnio, la enuresis y el bruxismo. Al continuar el niño con su crecimiento, sin embargo, la aparición de nuevas obligaciones, que pueden generar distintos grados de angustia, ansiedad, estrés o excitación, y que traen aparejados cambios en sus horarios y en sus costumbres, influye asimismo creando nuevos hábitos del sueño.
"En la época de colegio, y más aún en la primaria, los chicos suelen estar muy alertas, con lo cual prácticamente no se registra somnolencia diurna. Luego, en la adolescencia, se produce el fenómeno inverso, ya que muchos jóvenes se quedan despiertos hasta tarde, con lo cual durante el día sienten una mayor necesidad de descansar. Las rutinas se alteran notablemente, sobre todo los fines de semana, noches en la cuales se registran grandes diferencias respecto a lo que sucede de lunes a viernes", declara el doctor Pérez Chada.
Ante este cuadro de situación, un recurso simple y útil para aliviar los trastornos producidos por la falta de sueño en niños y adolescentes es recurrir a la siesta.
Investigadores de la Universidad estatal de Pensilvania, en los Estados Unidos, destacaron precisamente la utilidad de la siesta para ayudar a reducir la hiperactividad, la ansiedad y la depresión en los niños. Esta es la conclusión principal de un estudio en el cual participaron 62 niños de 4 a 5 años, los cuales fueron clasificados en dos grupos: los que dormían la siesta y los que no, y que fue divulgada en la más reciente reunión anual de la Associated Professional Sleep Societies.
Según el estudio, los chicos que dormían un promedio de 3 a 4 horas semanales de siesta eran menos propensos a tener problemas sociales y de comportamiento.
El doctor Brian Crosby, autor principal de la experiencia, declaró que "la edad en la que los niños están listos para dejar de dormir la siesta varía mucho; por eso yo sostengo que lo mejor es que los padres dispongan en la vida de sus hijos un período de descanso para que ellos puedan dormir la siesta en caso de que lo necesiten". Otro consejo es el establecimiento de rutinas claras tanto para dormir como para hacer la tarea, merendar, bañarse, mirar televisión, comer y acostarse. También es útil quitar los dispositivos electrónicos (televisores, computadoras y videojuegos) de los dormitorios de los niños, así como evitar que éstos se acuesten inmediatamente después de la cena. En caso de que los trastornos del sueño continúen, se aconseja concurrir al médico.
lanacion.com
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