Gabriel Stekolschik
Para LA NACION
Después de cinco años de labor, un equipo de investigadores del Laboratorio de Agrobiotecnología de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA logró obtener una planta de papa que es capaz de resistir a diferentes géneros de hongos ( Phytophtora, Rhizoctonia y Fusarium ) y bacterias ( Erwinia y Streptomyces ) que dañan habitualmente ese cultivo y reducen significativamente su producción. El trabajo, financiado con fondos públicos y privados, fue aceptado para su publicación en la revista Molecular Plant Pathology .
"Queríamos probar que es posible lograr resistencias de amplio espectro, y lo conseguimos. Por eso insistimos en que este desarrollo debe considerarse una prueba de concepto -recalca el doctor Alejandro Mentaberry, investigador del Conicet y director del grupo-. Es poco lo que se gana generando una planta resistente a un solo patógeno, pero susceptible a toda otra variedad de microorganismos. Lo que los productores esperan es que un cultivo resista todo", añade.
Para obtener la "superpapa"-así la llaman puertas adentro del laboratorio- los científicos eligieron tres genes que codifican la producción de proteínas con propiedades antifúngicas y/o antibacterianas, cada uno de los cuales proviene de una especie distinta. Luego incorporaron esos genes al ADN nuclear de células de papa con la finalidad de obtener plantas transgénicas resistentes a diferentes patógenos.
"Probando diferentes estrategias, llegamos a obtener 72 líneas de papa diferentes, algunas que portan uno solo de los genes, otras que portan dos y otras que incorporan los tres genes. Esto último es sumamente novedoso -consigna la bióloga Mercedes Rivero, primera autora del trabajo-. Después, inoculamos estas plantas con los distintos patógenos y seleccionamos aquellas que presentaron mayor resistencia a las enfermedades causadas por estos microorganismos -explica, y destaca-: Los resultados de estos experimentos de resistencia a patógenos son sólidos, pues fueron ensayos diseñados con valor estadístico."
Tras señalar que las líneas seleccionadas tienen la misma talla y aspecto que la planta de papa normal, Rivero puntualiza: "Estos experimentos constituyen una prueba de concepto en tanto han demostrado que es posible incorporar tres genes antimicrobianos para lograr resistencia de amplio espectro".
Para mejorar el rendimiento de sus cultivos de papa, algunos productores -sobre todo en países andinos- los inoculan con hongos micorrícicos, que son microorganismos que forman asociaciones simbióticas con las raíces de la papa y potencian su crecimiento. Podría pensarse que una planta que produce proteínas antifúngicas de amplio espectro podría afectar a estos hongos benéficos; sin embargo, afirma Rivero: "Los resultados preliminares de los ensayos efectuados con dos especies de hongos micorrícicos indican que éstos pueden colonizar satisfactoriamente las raíces de las plantas de papa multirresistentes".
Uno de los genes incorporados a las papas proviene de la planta de tabaco y es responsable de la producción de la proteína AP24, que es predominantemente antifúngica; otro de los genes es el de la lisozima de huevo de gallina, que es antifúngico y antibacteriano. El tercer gen, el más novedoso para esta clase de experimentos, es el de la dermaseptina, una molécula antibacteriana de amplio espectro que, con pequeñas variaciones, está presente en la mayoría de las especies vegetales y animales: "Es un conjunto de moléculas muy conservadas en términos evolutivos, pues constituyen la primera barrera de defensa contra los microorganismos. Por ejemplo, hay análogos en nuestra piel y las plantas las producen en gran cantidad para recubrir el embrión en el momento de la germinación", ilustra Mentaberry.
La elección de este último gen obedeció a diversos motivos: "Partimos de la etnomedicina, que da crédito a las virtudes curativas y el efecto antimicrobiano que se atribuye, por ejemplo, a las secreciones de las glándulas dorsales de diferentes especies de ranas -destaca Rivero-. Por otro lado, consideramos que una dermaseptina proveniente del reino animal iba a ser más efectiva contra los fitopatógenos habituados a las defensas del reino vegetal", completa Mentaberry.
El científico aclara que el objetivo del laboratorio es poner a punto las técnicas de biología molecular con el fin de poder brindar un paquete tecnológico que pueda ser utilizado para cualquier cultivo: "Estamos trabajando muy intensamente para introducir resistencia a bacterias y hongos en soja y maíz", revela.
"Hace algunos años, nosotros creamos papas resistentes a virus y bromeábamos con que algún día íbamos a lograr una superpapa que resistiera a los virus, a las bacterias y a los hongos. De hecho, el laboratorio puede hacer eso hoy", sonríe.
Centro de Divulgación Científica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA
Después de cinco años de labor, un equipo de investigadores del Laboratorio de Agrobiotecnología de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA logró obtener una planta de papa que es capaz de resistir a diferentes géneros de hongos ( Phytophtora, Rhizoctonia y Fusarium ) y bacterias ( Erwinia y Streptomyces ) que dañan habitualmente ese cultivo y reducen significativamente su producción. El trabajo, financiado con fondos públicos y privados, fue aceptado para su publicación en la revista Molecular Plant Pathology .
"Queríamos probar que es posible lograr resistencias de amplio espectro, y lo conseguimos. Por eso insistimos en que este desarrollo debe considerarse una prueba de concepto -recalca el doctor Alejandro Mentaberry, investigador del Conicet y director del grupo-. Es poco lo que se gana generando una planta resistente a un solo patógeno, pero susceptible a toda otra variedad de microorganismos. Lo que los productores esperan es que un cultivo resista todo", añade.
Para obtener la "superpapa"-así la llaman puertas adentro del laboratorio- los científicos eligieron tres genes que codifican la producción de proteínas con propiedades antifúngicas y/o antibacterianas, cada uno de los cuales proviene de una especie distinta. Luego incorporaron esos genes al ADN nuclear de células de papa con la finalidad de obtener plantas transgénicas resistentes a diferentes patógenos.
"Probando diferentes estrategias, llegamos a obtener 72 líneas de papa diferentes, algunas que portan uno solo de los genes, otras que portan dos y otras que incorporan los tres genes. Esto último es sumamente novedoso -consigna la bióloga Mercedes Rivero, primera autora del trabajo-. Después, inoculamos estas plantas con los distintos patógenos y seleccionamos aquellas que presentaron mayor resistencia a las enfermedades causadas por estos microorganismos -explica, y destaca-: Los resultados de estos experimentos de resistencia a patógenos son sólidos, pues fueron ensayos diseñados con valor estadístico."
Tras señalar que las líneas seleccionadas tienen la misma talla y aspecto que la planta de papa normal, Rivero puntualiza: "Estos experimentos constituyen una prueba de concepto en tanto han demostrado que es posible incorporar tres genes antimicrobianos para lograr resistencia de amplio espectro".
Para mejorar el rendimiento de sus cultivos de papa, algunos productores -sobre todo en países andinos- los inoculan con hongos micorrícicos, que son microorganismos que forman asociaciones simbióticas con las raíces de la papa y potencian su crecimiento. Podría pensarse que una planta que produce proteínas antifúngicas de amplio espectro podría afectar a estos hongos benéficos; sin embargo, afirma Rivero: "Los resultados preliminares de los ensayos efectuados con dos especies de hongos micorrícicos indican que éstos pueden colonizar satisfactoriamente las raíces de las plantas de papa multirresistentes".
Uno de los genes incorporados a las papas proviene de la planta de tabaco y es responsable de la producción de la proteína AP24, que es predominantemente antifúngica; otro de los genes es el de la lisozima de huevo de gallina, que es antifúngico y antibacteriano. El tercer gen, el más novedoso para esta clase de experimentos, es el de la dermaseptina, una molécula antibacteriana de amplio espectro que, con pequeñas variaciones, está presente en la mayoría de las especies vegetales y animales: "Es un conjunto de moléculas muy conservadas en términos evolutivos, pues constituyen la primera barrera de defensa contra los microorganismos. Por ejemplo, hay análogos en nuestra piel y las plantas las producen en gran cantidad para recubrir el embrión en el momento de la germinación", ilustra Mentaberry.
La elección de este último gen obedeció a diversos motivos: "Partimos de la etnomedicina, que da crédito a las virtudes curativas y el efecto antimicrobiano que se atribuye, por ejemplo, a las secreciones de las glándulas dorsales de diferentes especies de ranas -destaca Rivero-. Por otro lado, consideramos que una dermaseptina proveniente del reino animal iba a ser más efectiva contra los fitopatógenos habituados a las defensas del reino vegetal", completa Mentaberry.
El científico aclara que el objetivo del laboratorio es poner a punto las técnicas de biología molecular con el fin de poder brindar un paquete tecnológico que pueda ser utilizado para cualquier cultivo: "Estamos trabajando muy intensamente para introducir resistencia a bacterias y hongos en soja y maíz", revela.
"Hace algunos años, nosotros creamos papas resistentes a virus y bromeábamos con que algún día íbamos a lograr una superpapa que resistiera a los virus, a las bacterias y a los hongos. De hecho, el laboratorio puede hacer eso hoy", sonríe.
Centro de Divulgación Científica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA
lanacion.com
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