Nora Bär
LA NACION
La obesidad tiene innumerables aristas, pero básicamente se reduce a un balance contable elemental: si ingresan en el organismo más calorías de las que se gastan, se sube de peso. Así de sencillo... y, en algunos casos, difícil de equilibrar.
De esto se desprende, por supuesto, que si lo que se busca es prevenir la obesidad infantil, no sólo es importante mejorar la dieta de los chicos (y por lo tanto reducir el exceso de calorías), sino también aumentar el gasto calórico estimulando la actividad física.
"Qué comen los chicos, cómo son sus patrones alimentarios, los principales desvíos, por déficit o por exceso de consumo son a esta altura bastante bien conocidos -dice el licenciado Sergio Britos, investigador del Centro de Estudios de Nutrición Infantil (Cesni)-. Sin embargo, son escasos los estudios que hayan puesto la mirada sobre el otro lado de la ecuación, el gasto calórico."
Como un intento de solucionar este déficit, Cesni decidió encarar el primer estudio orientado a medir con precisión el movimiento y la actividad física que desarrollan los niños y traducirlo a gasto calórico.
Los especialistas trabajaron sobre una muestra de 312 escolares de 11 años en promedio, en ocho escuelas de la ciudad y las zonas norte y oeste del conurbano.
En lo alimentario, los resultados corroboraron las cifras de obesidad ya conocidas: el 26% de los chicos presentó sobrepeso y el 7%, obesidad. "Los chicos que asisten a escuelas públicas de doble jornada y almuerzan en la escuela estaban algo más gorditos -explica Britos-, lo que vuelve a poner sobre el tapete el tema de la calidad de la comida que se sirve en los comedores escolares."
Para tomar registros precisos no sólo de la actividad programada, sino principalmente de la espontánea, los investigadores diseñaron un protocolo que permite medir qué tipo de actividad física hacen y con qué intensidad. Utilizan un dispositivo del tamaño de un celular -llamado acelerómetro triaxial- que mide electrónicamente los movimientos en tres dimensiones: horizontal, vertical y lateral. Durante tres o cuatro días registran minuto a minuto cada movimiento realizado, y los traducen a sus equivalentes en calorías (gasto calórico) con un software específico.
"Permiten registrar con precisión qué hacen los niños durante el día, en sus casas o en el colegio, los días de semana y los fines de semana -dice Britos-. Nos brindan una radiografía muy fina del movimiento."
El análisis de los registros obtenidos con los acelerómetros indicó que 35% de los chicos pasan más de tres horas diarias frente a las pantallas de TV y PC, porcentaje que se eleva a 60% durante los fines de semana. Un 17% de los chicos (algo más las chicas que los varones) no llegan a cubrir la recomendación de realizar 60 minutos diarios de movimientos de intensidad moderada y más. "Es el núcleo duro del sedentarismo", afirma Britos.
El problema es complejo por donde se lo mire. Con viviendas estrechas, falta de tiempo para acompañarlos o ambos, los padres depositan la esperanza de que sus hijos "se muevan" en la escuela... sin suerte. "Mientras algunas recomendaciones internacionales plantean que la escuela debería contribuir con el 50% del tiempo diario dedicado a actividades de intensidad más que moderada, en nuestro estudio ese porcentaje resultó menor al 20% -afirma-. Resultó ingratamente sorprendente comprobar que las clases de actividad física son de baja calidad y dedican tan sólo un tercio de su tiempo a las actividades de intensidad moderada y más."
Los recreos tampoco ayudan mucho, ya que en ellos los chicos se mueven de manera más que moderada la misma proporción de tiempo (un tercio). "Es bueno saber que recreos más largos significaron un 10% más de actividades que demandan más gasto calórico", dice el especialista.
En el estudio de Cesni, los chicos que mostraron mejores indicadores de masa y grasa corporal fueron aquellos que realizaron más de 90 minutos diarios de movimiento intenso.
"Es evidente que la recomendación de 60 minutos diarios de actividad moderada y más es insuficiente como factor preventivo de la obesidad -advierte Britos-. Los recreos necesariamente deben ser más activos y las clases de educación física, aumentar en cantidad y mejorar en intensidad del movimiento. Un 10% y a veces algo más del gasto calórico proviene del movimiento espontáneo. No se requiere hacer de los chicos grandes atletas ni enrolarlos en deportes de alto rendimiento. Sólo hay que aprovechar los espacios disponibles (como las compras en el supermercado o los paseos de las mascotas) para que se muevan más."
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