lunes, 18 de abril de 2011

La arbitrariedad de los cumpleaños

La arbitrariedad de los cumpleaños
Por Carolina Aguirre
lanacion.com
El viernes cumplí años. Me invitaron a desayunar, me llevaron de compras, y después a cenar a mi restaurante preferido. Yo no suelo festejar porque me parece un fastidio, pero de todas maneras me llegaron -entre lectores, familiares, colegas y amigos- casi doscientas felicitaciones y llamados, algunos regalos, y una caja de bombones a domicilio.
Como nunca hago nada, esta vez mi marido me repitió varias veces que íbamos hacer "todo lo que yo quisiera" y no me dejó cumplir con mi rutina habitual: ni cociné, ni hice trámites, ni trabajé en todo el día. Él hizo todo, porque se suponía que yo era "la homenajeada" y que era un día especial para nosotros dos. Aunque por dentro pensaba que era una estupidez, me aproveché y lo metí adentro de un shopping para comprar carteras y zapatos durante cuatro horas seguidas, pero ahora, que pasaron unos días y lo puedo meditar un poco, me doy cuenta de que este asunto del cumpleaños ya no es sólo un fastidio para mí, que se está transformando en una arbitrariedad cada vez más larga y más injusta para todo el mundo.
Sin darnos cuenta, nos hemos ido convenciendo de que el cumpleaños es una fecha importantísima que debe ser festejada, no sólo por el que nació ese día, sino por todos los que nos conocen, cuando en realidad, por su naturaleza, el cumpleaños debería ser algo entre la nada y un festejo menor. Uno se casa o se recibe una o dos veces en la vida, y eso presupone un esfuerzo: estudiaste, lograste mantener un vínculo. En el cumpleaños, no sólo no hay mérito sino que tampoco hay exclusividad. Con o sin esfuerzo, sucede año tras año, durante toda la vida. ¡Yo misma recibí felicitaciones y no hice nada más que cumplir treinta y tres! Es decir, solo logré completar viva otros doce meses en el calendario.
Pero a pesar de su inalterable repetición, la gente se lo toma muy en serio, como si fuese una ocasión única en la vida. ¿O no escucharon nunca a alguien diciendo que "no le arruines el cumpleaños" o que le dieron una mala noticia justo en ese día? ¿No se enojó algún conocido porque faltaron a su festejo, porque no le llevaron a un nieto, porque le dejaron un mensaje en vez de volver a llamar? ¿No los invitó algún amigo a una fiesta ridícula y caprichosa, a un horario inconveniente, en su casa del fin del mundo? ¿No se cruzaron con un chico enojado porque le regalaron algo que no era exactamente lo que había pedido? ¿No sintieron pena por las madres, trabajando días enteros, para organizar festejos multitudinarios que ni quieren ni pueden pagar?
Algunos me dirán que un año más implica crecer, aceptar nuevos desafíos, madurar y ser personas mejores, pero casi nunca es verdad. Berrinches, pedidos, festejos repetitivos. Basta con ir a un cumpleaños para comprobar que ese festejo es la misma refutación de que esa fecha tiene sentido. Podés tener veinte, cuarenta u ochenta y cuatro, que ese día, cuando soplamos las velas, todos volvemos a ser chicos caprichosos y a tener diez años de nuevo.

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