lunes, 21 de noviembre de 2011

Se propusieron dejar Facebook un mes y sólo dos lo lograron


No bien lo dejás, avisa que te va a extrañar. La excusa del “Señor Facebook” es poco original, pero no menos efectiva, y abandonarlo es complicado. Eso se propuso un grupo de  doce estudiantes de primero a cuarto año del Colegio de la Ciudad, en el marco del Concurso Todos por la Tecnología del que participaron más de mil alumnos de 53 secundarios de Latinoamérica. ¿El desafío? (Sobre)vivir treinta días sin Facebook. La iniciativa fue filmada por los mismos chicos y ese documental ganó el certamen, organizado por la asociación Chicos.net, Save the Children Suecia y Google.
“Los adultos pensaban ‘¿cómo no pueden pasar un mes sin Facebook?’ y los chicos, al revés, decían ‘cómo pueden pasar un mes sin Facebook”, resume Dylan Bokler, alumno de segundo año que soportó dos semanas desconectado. El objetivo era “problematizar y hacerse preguntas sobre los propios hábitos”, explica Flavia Affranchino, una de las coordinadoras. Su compañero Santiago Azpiazu relata que “al principio ni los amigos entendían por qué los chicos hacían esto, como si fuera una autoflagelación”. Casi como si fuera una experiencia límite.
La red social “es el denominador común para comunicarnos”, opina Tadeo Luna, de cuarto año. “De ahí que nos planteamos cómo afecta la forma de vincularnos”, agrega. Sin prejuicios, la mirada sobre “el face” tiene matices. “A veces te hace quedarte más de lo debido. Tal vez entrás para charlar con alguien pero te enganchás viendo fotos o jugando”, comenta Bruno Di Saia, de primer año. Junto a Layla Ohanian, de segundo, fueron los únicos que alcanzaron los treinta días invictos. El equipo se completa con Damián Schrevens, Juana De Loro, Bruno Durand López, Federico Bergerman, Sofía Zerbino, Matías Nelson, Santiago Bocco y Octavio Steinmann.
Tentación.
“Cuando tratábamos de desactivar, aparecían frases del tipo ‘¿en serio querés irte?, mirá que te van a extrañar, esperamos que vuelvas pronto’”, señala Dylan, quien no llegó al final. Reabrió su cuenta por impulso, porque “hay información que sólo llega ahí” y sentía que se estaba perdiendo cosas. “Facebook es como un animal que te va comiendo”, describe. “Si te vas, tenés suerte”, señaló.
Otro que intentó fue Tadeo. “La abstinencia me estaba haciendo alucinar”, comenta en broma y todos se ríen. Era el único con antecedentes: había cerrado su perfil dos veces para “dejar de estar siempre conectado con todo el mundo”. La tercera tampoco fue la vencida. Duró una semana. “Me pareció más consciente usarlo responsablemente que negarlo como herramienta”, concluye. La desnaturalización, apunta Affranchino, fue el mayor logro: “Se consiguió una distancia ante lo que está tan pegado a nuestras narices en lo cotidiano que no se lo piensa críticamente. Así se pudo aislar, analizar para volver ,pero desde otro lugar”.
El documental fue exhibido en la escuela y frente a los padres;  y está subido a YouTube, donde ya tiene más de mil visitas. El impacto de la multiplicación los asombró, sobre todo por los debates que se generaron entre los diferentes públicos. “Era interesante ver a otras personas cuestionándose lo mismo que nosotros”, indica Tadeo.
Resistiré.
Layla estaba convencida de que lo iba a lograr. Su receta era “comida rica y paciencia”, según cuenta en el video. “Los primeros días era tremendo, ¿cómo les avisabas a todos que no tenías Facebook? Después me empecé a olvidar, se me fue pasando el tiempo”, dice. Aprovechaba para, por ejemplo, dormirse temprano. Al borde de cumplir la meta, la ansiedad estaba a full. “Nos hacíamos chistes para ver quién se bajaba el día 29”, recuerda del tramo que compartió con el otro ganador.
Bruno coincide en que “ya era insoportable, le preguntaba a Santi (el coordinador) si la activación era un jueves y me decía que el viernes, uf, ¡un día más!”. Durante la ausencia de lo virtual pasaron cosas: “Un día estaba tan aburrido que llegué a poner la contraseña para probarme a mí mismo y no entré. En un momento te vas acostumbrando”. En el regreso, Bruno estuvo cinco minutos la primera vez porque no encontró a nadie y Layla tuvo que dar explicaciones a amigos que pensaban que los había eliminado. Por su triunfo recibieron aplauso, diploma y beso,  y una pizarra interactiva digital para el colegio. “Fue un buen proyecto”, aseguraron.
“La conclusión son muchas más preguntas”, sostiene Affranchino, y hace hincapié en la visión no maniquea que trabajaron. “Un alumno dijo que creemos ser consumidores de Facebook cuando en realidad somos su producto”, cierra Azpiazu, y deja abierta la inquietud para que cada quien saque sus conclusiones.

Atrapados, sin salida y sin privacidad
“Como medio de comunicación es muy fuerte porque la información te invade”, opina Luciana Sánchez, otra de las coordinadoras del grupo del Colegio de la Ciudad. “Es como un diario de chismes sobre tus amigos”, agrega Tadeo. Los chicos demostraron que se le da poca importancia a la configuración de la privacidad en la red y que no todos los usuarios leen las condiciones en letra chica que aceptan.
El mal uso de Facebook puede ir desde “gente que toma la identidad de otro para molestar y eso no está bueno”, como cuenta Bruno, hasta el descuido “de algunos que ponen el número de celular en el muro”, como dice Tadeo (algo así le pasó a la diputada María José Lubertino en Twitter esta semana). “No es que haya sólo gente mala”, aclara Layla, pero sí que hay que tomar precauciones sobre qué se publica y con quiénes se comparte la información.
Otra cuestión es lo que hace la empresa. La Comisión Europea exigirá que se borren los datos personales de los que se den de baja.
Actualmente se conserva todo, y basta con colocar el nombre y la contraseña para tener la cuenta de nuevo, con el archivo intacto.
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