lunes, 21 de noviembre de 2011

¿Quieres ver un retrato de lo peor del ser humano? Hasta ahora sólo tenías que teclear 'Birmania'

Suu Kyi reconoce avances en Birmania y pide el respeto del imperio de la ley
Si quiere ver lo peor del ser humano teclee “Birmania” en Google y prepárese: niños soldados, prisioneros políticos, violaciones respaldadas por el gobierno y la guerra civil más duradera del planeta.
Todo esto ocurre en un país de 54 millones de habitantes encajado entre
China e India.
La clase militar gobernante en Birmania ha creado una marca podrida, definida constantemente como “brutal” y “orwelliana” en los titulares. Condoleezza Rice, ex Secretaria de Estado de
EEUU, prefiere calificarlo como la “quintaesencia de la tiranía”.
Los gobernantes de Birmania han sido tan malos durante tanto tiempo que cualquiera que exprese fe en su régimen se arriesga a parecer como mínimo ingenuo, o a lo peor como defensor de los criminales de guerra.
Pero dentro de Birmania se están registrando cambios que empiezan a mostrar indicios de ruptura en esa vieja estampa.
Ha pasado un año desde las elecciones que transformaron a Birmania (llamada oficialmente Myanmar) de dictadura militar en un gobierno civil. Si hubiesen sido unos comicios realmente libres y justos, las elecciones de 2010 habrían sido el evento más festejado en Birmania en décadas.
Pero las elecciones fueron amañadas, y el partido victorioso estaba lleno de ex mandos militares y sus adeptos. Los jefes de estado occidentales lo calificaron de farsa.
EEUU, la UE y otras naciones occidentales mantienen de hecho sus sanciones comerciales con este estado paria.
Pero quienes son objeto de las mayores presiones por parte del gobierno birmano (periodistas, activistas pro democracia e incluso ex prisioneros políticos) aseguran que se están detectando movimientos sorprendentes que suponen un giro en décadas de vigilancia y represión.
“En el extranjero la gente no puede ver todo lo que está ocurriendo aquí. Tienen demasiadas sospechas sobre el gobierno”, afirma Tin Oo. A sus 84 años, es la mano derecha del icono de la lucha a favor de la democracia Aung San Suu Kyi, y vicepresidente de la
Liga Nacional para la Democracia.
“Nosotros también tenemos dudas”, admite Tin Oo. Tiene motivos para tenerlas. Hace ocho años, él y Suu Kyi sobrevivieron a un atentado respaldado por los militares. Los matones que les atacaron no fueron castigados. Suu Kyi y Tin Oo fueron encarcelados y más tarde arrestados en sus domicilios. Finalmente, el año pasado les dejaron en libertad.
“Ahora Aung San Suu Kyi está bastante satisfecha de poder colaborar con el presidente electo”, señala Tin Oo.
Suu Kyi, de 66 años, es la hija del héroe de la independencia birmana Aung San, pieza clave para lograr la autonomía de los británicos en 1948. Su popularidad es incuestionable.
Tras décadas dedicadas a amortiguar su popularidad (especialmente cuando en 1990 le impidieron ocupar el puesto de primera ministra que había ganado por arrolladora mayoría en las elecciones), las autoridades birmanas comienzan finalmente a celebrar reuniones regulares con Suu Kyi.
Hay también rumores sobre la legalización de su partido, actualmente prohibido, y de que podrían permitir a Suu Kyi presentarse a unas elecciones parlamentarias a finales de año. Serían sus primeras elecciones después de las que ganó hace 21 años y fueron anuladas, acabando con las esperanzas democráticas de su país.
El cambio se palpa incluso en las calles de Birmania, en donde se puede ver el rostro de la Premio Nobel de la Paz en pósteres que se venden en las tiendas. Hasta hace poco, mostrar su imagen en público era una invitación al martirio.
“Hace tres meses, ni nos podíamos imaginar esto”, asegura Tin Oo. “Es bastante extraño y diferente”.
Los militares que están apuntalando la seudodemocracia birmana son los mismos que han ordenado disparar a manifestantes en las calles, han robado al pueblo sus libertades básicas y mantienen una guerra en la selva con etnias que suponen más de la mitad de la población del país.
La lucha del Ejército contra el Karen, un grupo étnico armado de mayoría cristiana que vive en el este del país, es considerada la guerra civil más duradera del planeta.
Las principales siete etnias de Birmania, a las que defienden milicias separatistas, han soportado las violaciones de los soldados a sus mujeres, el que sus hombres tengan que trabajar como porteadores esclavos y que sus hijos sean reclutados como soldados. A muchas de las aldeas de la jungla ni siquiera se les permiten votar.
Detenido en el tiempoLa prohibición de Occidente de hacer negocios con compañías birmanas ha hecho que el país se haya detenido en el tiempo, algo que perjudica al ciudadano corriente mucho más que a los generales bien conectados y a sus amigos.
En la principal ciudad del país, Rangoon, el contraste es alarmante.
Niños cubiertos de polvillo negro desde la cabeza a los pies deambulan por el centro de la ciudad como limpiachimeneas dickensianos. El moho se come las estructuras coloniales dejadas por los británicos. Y la moneda está tan gastada que los tenderos a veces ofrecen el cambio en pañuelos y cigarrillos.
Cualquier viajero que quiera ser testigo de esta Birmania perdida en el tiempo debería de comprarse ya los billetes. El aislamiento del país llega a su fin. Y hay señales de que muchas de las restricciones absurdas en la vida de uno de los países más pobres de
Asia se van a terminar pronto.
Han cambiado muchas cosas. No hace demasiado tiempo, esto era realmente terrorífico”, asegura una británica a la que llamaremos Margie.
Margie ha vivido en Birmania en distintas fases a lo largo de dos décadas. Ahora ocupa un alto cargo en una conocida organización internacional de caridad. Sus vínculos con el movimiento pro democracia y su condición de extranjera la han hecho objeto de interés por parte de las redes de vigilancia del país.
Uno aprende a susurrar y a hablar en código, sin decir nombres”, afirma. “Conocemos todos los restaurantes de la ciudad con una puerta trasera. Tienes que tener preparadas tus vías de escape. Incluso por teléfono, tienen control absoluto y pueden escuchar a discreción”.

Este viernes la Nobel de La Paz Aung San Suu Kyi ha decidido inscribirse de nuevo como partido y pugnar en las próximas elecciones por los 48 escaños vacantes.
lainformacion.com

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