Por Filipe Vilicic
Las once naves espaciales norteamericanas y europeas que se encuentran en órbita alrededor del Sol para estudiarlo registraron en las últimas semanas un extraño fenómeno. Algo está perturbando al enorme globo estelar en permanente proceso de fusión nuclear, que produce energía por causa del violento choque de los átomos de hidrógeno de su masa. Y una gran masa, porque si sumamos los planetas Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón, todos representan apenas un 0,14% de la masa del sistema solar. El 99,86% restante está concentrado en el Sol, estrella alrededor de la cual los planetas están en órbita. Y especialmente en la Tierra, el Sol permitió el surgimiento de la vida, un hecho casi milagroso, que exige la calibración de una distancia tan exacta entre el planeta y su fuente de energía que nunca se observó en otro punto del universo.
La vida en la Tierra depende de los estados de ánimo del Sol, que acaban de entrar en la fase de extrema irritabilidad denominada por los astrónomos como “alta actividad”. Esto significa que las explosiones que tienen lugar en la superficie del Sol y en su atmósfera son cada vez más y ocurren con mayor frecuencia. Las naves que vigilan la estrella y que registraron tales explosiones solares, se mostraron particularmente violentas en las últimas semanas.
Son fenómenos magistrales difíciles de describir y de imaginar cuando se sabe que tan solo un rayo solar libera energía suficiente para evaporar toda el agua líquida o sólida de todo el sistema solar. Esto no sucede porque la descomunal fuerza de gravedad del astro encierra gran parte de estos chorros de plasma incandescente antes de que se alejen demasiado, formando arcos de fuego de 700.000km de extensión, equivalentes a 54 veces el diámetro de la Tierra.
Las partículas expulsadas que consiguen escapar de la gravedad solar se dirigen hacia los planetas a una velocidad de hasta 750km por segundo, más de lo que recorre el sonido en media hora, a una temperatura de 8.000 grados. Dicha lluvia de electrones, protones y otros elementos origina los vientos solares.
Los chorros emitidos por el Sol en los últimos días recibieron el nombre de “huracanes solares” y que pondrán a prueba las defensas naturales del planeta Tierra, que anteriormente ya enfrentó explosiones de furia similares procedentes de la estrella a la cual le debe la vida, y que, eventualmente, decretará su muerte biológica.
Si no fuera por el campo magnético que envuelve a la Tierra y que funciona como un escudo, los vientos solares no permitirían la vida en el planeta. Si este campo desapareciera de repente, todo lo que habita en el globo se vería reducido a cenizas. Aun así, de acuerdo con la intensidad de los vientos solares, el choque que se produce con el campo magnético de la Tierra afecta la velocidad de los vientos en el planeta, perjudica las redes de distribución de energía eléctrica y causa disturbios en las telecomunicaciones.
Imagen onírica. El Sol entra en alta actividad, como ahora, en ciclos de once años. Los científicos prevén que el pico más alto de este período de alta actividad solar será en el 2013. Cuando el Sol se encuentra en baja actividad, hay una explosión cada dos días. En alta actividad, este número se multiplica por doce.
Jeffrey Newmark, físico que participa en los programas de la Nasa que estudian el Sol, dice: “Existe el riesgo de que en el 2013 los vientos solares provoquen estragos, ya que el mundo de hoy depende más de los sistemas electrónicos que antes. Sin embargo, con la tecnología actual conseguimos observar mejor al Sol y prever con exactitud cuándo los vientos solares llegarán a la Tierra”.
La aurora boreal, objeto de deseo demuchas personas que sueñan con viajar a algún sitio cercano a los polos sur o norte, es un gran brillo o luminiscencia que aparece en el cielo nocturno en los polos, cuando la temperatura es baja, y la realidad es que son consecuencia de las tormentas solares. Cuando una porción de masa solar choca contra los polos sur y norte de la magnetósfera terrestre, aparece una luz difusa que se proyecta sobre una de las capas de la atmósfera terrestre.
Las auroras se mantienen por encima de los 95 kilómetros porque a esa altitud, la atmósfera es lo suficientemente densa como para que las partículas cargadas (protones y electrones) eliminadas por el Sol sean captadas y guiadas por la magnetósfera. Los colores diversos que suelen tener las auroras dependerán del tipo de partículas que haya expulsado el Sol en sus explosiones.
Lo que se sabe. Después de milenios, el ser humano pudo calcular ahora que el astro es 109 veces mayor que la Tierra, y no un poco más grande que Grecia, como sugirió el filósofo griego Anaxágoras hace 2.500 años. Pero también se sabe que es pequeño en proporción a las dimensiones del Universo y los casi 3.000 sextillones de estrellas (este número se expresa con un 3 seguido de 23 ceros).
El Sol tiene 4,6 mil millones de años y nació 9.000 millones de años luego del Big Bang. Sabemos que la vida depende del Sol, pero también que en 5.000 millones de años se convertirá en una estrella inmensa y candente y que, si aún existe vida en la Tierra, se extinguirá: luego de convertirse en una inmensa y candente estrella roja que imposibilitará la vida en la Tierra, se transformará en una estrella enana blanca, será el remanente estelar que quede cuando se halla agotado su combustible nuclear. Y morirá como una estrella enana negra, apenas un cuerpo frío e invisible en el espacio.
Incluso con tantos avances en el estudio del Sol, todavía son más las dudas sobre su naturaleza que las respuestas. Los astrónomos solo tienen conjeturas sobre la composición interior de la estrella. No se puede explicar totalmente el mecanismo de las explosiones solares y la dimensión exacta de su influencia en la Tierra. Aún continúa el enigma sobre por qué la corona del Sol es tanto o más candente que su superficie, aunque esté más lejos del núcleo.
Exploración espacial. De acuerdo con la Nasa, actualmente existen once misiones espaciales que investigan nuestra estrella. Además del proyecto Stereo, las principales son las sondas SDO (Observatorio de Dinámica Solar) y Soho (Observatorio Solar y Heliosférico). Lanzadas en octubre del 2006, las dos sondas Stereo giran en torno al Sol en una órbita próxima a la de la Tierra. Estas solo pueden ver el Sol por completo cuando están alineadas a 180 grados, en lados opuestos de la estrella.
Por medio de las informaciones enviadas por el Observatorio Solar y Heliosférico (SOHO), se descubrió que las capas internas del Sol tienen un ritmo de rotación menor que el de la superficie. Las imágenes y los datos recolectados por la sonda demostraron a los científicos que existe una transferencia de energía magnética de la superficie hacia la corona solar.
Soho también contribuyó inesperadamente con el descubrimiento de nuevos cometas. Las imágenes en alta resolución sirvieron para que los astrónomos, e incluso los aficionados, descubran más de 2.000 cometas que pasan cerca del astro.
Creado el año pasado, el SDO (Observatorio de Dinámica Solar) es el que envía las imágenes del Sol con una mejor resolución. Se creó para estudiar cómo se forma la estructura del campo magnético solar, la función de la energía magnética en las explosiones y en la expulsión de los vientos solares y de material radiactivo hacia el cosmos.
En enero, astrofísicos de un laboratorio de California utilizaron datos del SDO para demostrar cómo las espículas del Sol (rayos espirales enviados al espacio) actúan para mantener la corona solar a una temperatura superior a la de la superficie.
Las mismas actúan como fuentes que lanzan plasma a la atmósfera y alcanzan 100 km por segundo.
Observar el Sol es todo lo que los científicos pueden hacer. La tecnología actual no podría interferir en el horno nuclear en el centro de nuestro sistema planetario para enfriarla en los momentos de mayor actividad, o intentar insuflarla en la hipótesis aterradora y casi imposible de que colapse, desobedeciendo al calendario de nacimiento, vida y muerte de las estrellas de su tipo.
Pero observar el Sol y comprender con más exactitud su influencia sobre los fenómenos, en especial los climáticos, es completamente imprescindible para mantener la vida en la Tierra.
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