jueves, 10 de marzo de 2011

La miserable vida de las mujeres en las FARC

Un grupo de mujeres pertenecientes a la columna Jacobo Arenas.


Reclutan niñas de doce años, las convierten en objetos sexuales, y si quedan embarazadas, les obligan a abortar. Un 90% de quienes lo hacen, en condiciones insalubres y con métodos a veces brutales, sufren secuelas físicas y psicológicas de distinta intensidad. Las mujeres de las FARC padecen todo tipo de vejaciones y abusos, por eso buena parte de ellas quieren abandonar sus filas. Pero necesitan no solo mucho valor para intentarlo, porque si descubren sus planes pueden llegar a fusilarlas, sino un empujón que les lance a correr el riesgo.
De Mujer a Mujer es una iniciativa que pretende darles ese impulso final. La creó una holandesa, Ludwime Zumpolle, que lleva años recorriendo las cárceles en Colombia para convencer a los subversivos presos de que no vuelvan a las armas cuando salgan.
"Las mujeres, como los menores de edad, las reclutan para que les sirvan de carne de cañón. Casi ninguna es comandante; les burlan todos sus derechos, son engañadas, abusadas y utilizadas", afirma. "Este es un intento de que mujeres le hablen a mujeres para convencerlas de que dejen la guerra".
Comenzó a idear el programa hace un año, cuando viajó a una zona selvática de fuerte influencia de las FARC con la madre y la hermana de 'Tania', una holandesa que lleva ocho años en la banda terrorista. Por medio de las emisoras de radio comunitarias y del Ejército, que abarcan el área donde pensaban que estaba su Frente subversivo, le enviaron mensajes para que volviera con su familia. Fue en vano, pero Ludwime pensó que podrían hacer lo mismo en otras regiones, pero sólo con congéneres, quienes, pese a vivir alejadas de los combates, comparten anhelos y sentimientos con las guerrilleras.
Ayer, coincidiendo con el Día Internacional de la Mujer, inició, junto a dos desmovilizadas, uno recorrido de dos días, esta vez por el Valle del Cauca y el Cauca.
"A mí me obligaron a ingresar a las FARC cuando tenía 13 años. Es una experiencia horrible. Lo que más extrañaba era la familia", señala Jennifer, de 17, que desertó hace dos años. Hija y hermana de guerrilleros, también reinsertados, le ayudó a escapar un comandante de bajo rango, de quien quedó embarazada. Debido a que el chico no tenía suficiente poder, no les permitieron tener el hijo, pero un tiempo después él le mandó a hacer un falso recado a un pueblo para que se fugara.
"He podido decidir por mí lo que quiero hacer en la vida", asegura ante el micrófono, pensando en que sus antiguas compañeras la escuchen. El año pasado terminó el bachillerato y ahora estudia enfermería. Piensa que un día será una buena profesional y tendrá su propio hogar. Vive en un hogar tutor del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, que es la entidad que recoge a los menores de edad que desertan, y visita a los suyos en vacaciones. Jennifer, que perteneció la temida Teófilo Forero, una columna móvil responsable de alguno de los atentados más sangrientos, dejó para siempre atrás la violencia.
Su compañera de programa, Tatiana, ingresó a las FARC con catorce años. Su caso es similar al de la inmensa mayoría de chicas. "Una familia turbulenta", de madre soltera, en la que había cinco hijos de tres progenitores distintos. El último padrastro le maltrataba y más de una vez la violó. Se fugó de su casa, dio tumbos, hasta que un día recabó en las FARC. También quedó encinta de un subversivo que murió intentando fugarse, pero pudo tener a su bebé aunque recibió castigos muy severos por la osadía, y luego pretendieron quitárselo.
Lo evitó porque un comandante con cierto poder se enamoró de ella. Meses después y gracias a que fue detenida por la Policía cuando se encontraba en Bogotá con otros guerrilleros, haciendo una gestión para las FARC, pudo dejar la banda terrorista.
"Si pudiéramos frenar la cadena de maltrato intrafamiliar, habría menos niños cargando un fusil", recalca. "Mi experiencia fue escalofriante, vi degollar una familia porque no podían pagar una vacuna (impuesto revolucionario), quería violarme, pero es difícil dar el paso. Hay mucho miedo porque allá adentro nos dicen que hay muchos anillos de seguridad y que nadie puede escapar; que el Ejército tortura a los guerrilleros, que los bota (tira) de los helicópteros. Pero, si pudieran irse, se irían, están peleando una guerra que no es de ellos, es de sus jefes. En las FARC el que piensa, como decía mi compañero guerrillero, se vuela".
Ahora está terminando el bachiller y empezando Estética facial y corporal. Las dos están encantadas de participar en el programa De Mujer a Mujer porque les da la oportunidad de "reparar algo el mal que pudimos hacer", dice Jennifer. Además de difundir esperanzas de otra oportunidad vital y fomentar la deserción por las ondas, la campaña dispone de una línea telefónica donde las guerrilleras pueden llamar para incorporarse a un programa que les lleva de la mano y las arropa desde el mismo instante en que decidan desertar. "No sólo pretendemos ayudarlas, también denunciar ante la comunidad internacional la violencia hacia las mujeres en las FARC. Y que los países consumidores de drogas, como Holanda o España, se involucren más en el proceso de reinserción porque también son responsables de lo que las ocurre. La coca alimenta esta guerra", señala Lwidine.
Las Fuerzas Militares calculan que el 33 por ciento de los 8.500 combatientes que tienen las FARC son mujeres. Desde los 12 y hasta los 17 están sometidas a la voluntad de los comandantes, que les cambian bienestar en los campamentos por favores sexuales, y que son los únicos que pueden dejarles dar a luz, algo que sólo ocurre en el 8% de los casos, según estudios castrenses realizados con información que proporcionan los desertores. Aunque les proporcionan métodos anticonceptivos, no siempre hay suficientes ni son los adecuados. En algunos Frentes llegan a esterilizarlas con una planta venenosa, que llaman "barbasco". "Allá no es vida para nadie", indica Jennifer. Por eso, repite una y otra vez, "lo inteligente es dejar los fusiles".
ELMUNDO.ES

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