jueves, 12 de febrero de 2009

Un insólito maestro de surf: el Capitán David, de Garopaba


El Capitán David no es capitán. Es un negro de ojos turquesa que quedó huérfano chiquito, que fue panadero, que fue carpintero, que cargó bolsas en el puerto, que quedó sólo con el mar. Un negro de ojos turquesa que derritió la vela de su primera comunión para no resbalarse de su primera tabla y que se convenció de que él era la prueba de que cualquiera podía surfear. Hizo surfear a un hombre que pisaba los 70, a una nena ciega a la que le enseñó a oír la llegada de las olas, a un nene con muñones en vez de pies.
Si escuchara este "hizo surfear", enloquecería. Es que el Capitán que no es capitán cree que todo depende del deseo: que la ola rompe igual para todos, aunque en frente esté él, un ciego, un anciano o un amputado. El Capitán David vive en Praia do Rosa, en Garopaba. "Acá en invierno tienes que aprender a soportar tu voz", dice, y desde ahora, no dejará de hablar nunca.
Quedó huérfano a los 12 años y encontró en el mar un lugar que, desde su mirada, es padre, maestro y entidad divina. Lo conocía tanto que era capaz de pronosticar con precisión el tamaño de las olas según los vientos, hasta que un día lo llamaron para que hablara en una radio local que daba información para los surfistas.
Sergio -así se llama-, sabía del mar porque había sido guardavidas, buzo de salvataje, pero estaba lejos de ser capitán. A la semana, con identidad prestada, arrancó "El segmento del tiempo del Capitán David". Tenía asma y, hasta la muerte de su mamá, surfeaba a escondidas. "Yo soy la prueba de que cualquiera puede aprender a surfear", dice. Y lo dice como si ahí estuvieran todas las coordenadas de su vida.
Como si cada ola hubiera sido una circunstancia y cada circunstancia hubiera sido una ola a la que había que trepar o dejar pasar. El Capitán David entiende que el equilibro debe ser más mental que físico: "Hace un tiempo llegó un niño de 10 años al que le habían amputado los pies. Su padre lo llevaba alzado por la playa porque él sólo conseguía dar unos pasos, pero logró pararse en la tabla. La nena ciega tenía nueve años. Con el tiempo entendí que cuando estamos parados frente a la ola, una persona ciega no ve los problemas que nosotros vemos. Ella empezó a buscar con los oídos la llegada de la ola recién cuando yo dejé de avisarle que venía", cuenta.
¿Cualquiera puede aprender a surfear? "Cualquiera que quiera", dice El Capitán. "¿Es difícil aprender chino? Si vocé quiere, entonces va a aprender chino, ¿no quiere?, entonces será muy difícil".
Por la escuelita que fundó hace 15 años, ya pasaron 10.000 alumnos de Dinamarca, de Suecia, y hasta de Australia y Hawaii.
Pero, no casualmente, el 98% de los alumnos de temporada son argentinos.

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