domingo, 15 de febrero de 2009

Philippe Starck, el mago del diseño


Es uno de los diseñadores más importantes y famosos del mundo. De los que ya figuran en los libros de historia. Para unos es un genio; para otros, apenas un excéntrico. Se lo conoce por los innovadores proyectos de decoración que ha realizado para la cadena de hoteles del todopoderoso empresario Ian Schrager. Revolucionó la industria del ocio al introducir el concepto de escenografía en el diseño.
Philippe Starck se mueve, en su métier y en las entrevistas, como pez en el agua. Es tan ecléctico que puede ocuparse de hoteles cinco estrellas, de restaurantes absolutamente increíbles en Tokio, de sillones, y hasta de exprimidores u otros objetos económicos. Puede trabajar para pocos y exclusivos personajes como para que sus obras se reproduzcan industrialmente de manera infinita. En la Argentina, el Faena Hotel + Universe es su carta de presentación.
Pero este hombre que nació en París en enero de 1949 se hizo famoso hace años, cuando el ex presidente francés François Mitterand lo llamó para remodelar el Palacio del Elíseo. El genio errante
Su última mujer, Yazmina, es una bella joven a quien Starck conoció en Louis Vuitton, donde ella trabajaba como jefa de relaciones públicas. No quiere que le tomen fotos durante la entrevista, pero siempre está cerca, observando a su marido.
Juntos, prácticamente viven en su avión particular, pero pueden alternar este hábitat con alguna cabaña sin agua ni luz, lo más alejada posible de la civilización.
No suelen frecuentar cócteles ni ir a comidas de "celebrities". Aunque, de alguna manera, él es considerado una de ellas.
Apenas nos sentamos, Starck pide unos chocolates. Habla en francés, piensa y cuida cada palabra que dice. No quiere ser malinterpretado. Se define, en principio, como un hombre de izquierda. Habla de filosofía, de conceptos estéticos. Nada de lo que dice es "light". Nada. Es tan contundente que, a veces, intimida. Philippe Starck es también un gran diseñador de sus palabras, de su discurso.
-Cuando preparaba este reportaje me preguntaba si me iba a encontrar con una celebridad, con un artista bohemio o con un señor "fashion"... ¿Me ayuda a definirlo?
-En una cultura de consumo, decir que se es una celebridad es completamente normal. Yo no tengo el software para construir una imagen de mí mismo. Simplemente, tengo una cierta filosofía, una cierta ética. Soy lo que ven: un aspecto físico diferente, productos diferentes y cosas que hacen que la gente crea que lo mío es una gran simulación. Pero no lo es.
-Esperaba verlo vestido de negro. De negro absoluto.
-Siempre visto de negro porque el viajar todo el tiempo me permite tener cosas semejantes en todas las casas, y en todos los hoteles. Tengo 150 sacos, 200 jeans y 340 pares de zapatos parecidos. No son siempre los mismos, pero no es por coquetería, como si fuera una estrella, sino porque es práctico. Nuestra manera de vestirnos (la mía y la de mi mujer) es también particular porque viajamos sólo en moto o en avión.
-Me gustaría saber si el haber elegido el diseño en vez de la arquitectura le da más libertad de creación.
-No creo que uno elija una vocación. Creo que uno es elegido por el oficio. Mi padre era inventor en aeronáutica, tenía una compañía de avión; mi madre era un poco artista. Por lo tanto, cuando uno está en un ambiente creativo, basado en la creación tecnológica, recibe una influencia muy fuerte. Aunque si pienso en la educación que me dio mi padre yo debería ser diseñador de estaciones espaciales.
-Pero se convirtió en una especie de objeto de deseo. Lo buscan, le ofrecen suculentos honorarios. No es poca cosa.
-Esa es la parte complicada. Cuando uno tiene un rigor extremo y no está en los salones, en los cócteles; cuando se tiene el coraje de vivir en lugares perdidos de la selva, en medio del mar, en islitas sin agua ni electricidad, entonces uno se ve forzado a tener ideas un poco novedosas. Luego, cuando uno ha pensado bien, trabajado bien, creado un producto con honestidad y generosidad, con una cierta visión de futuro, puede tener éxito.
-Hace mucho hincapié en la honestidad y en la rigurosidad. ¿Esa es su ideología?
-Soy esencialmente político. También se puede decir que soy filosófico. Y ambas cosas están tan radicalizadas en mí que se puede hablar de anarco. Estoy muy radicalizado.
-¿Se refiere a una ideología socialista?, ¿o a una ideología de derecha?
-No hay más que una posición aceptable y es la izquierda. La izquierda representa el altruismo, y la derecha es el egoísmo. Soy evidentemente anticapitalista. Fui el arquitecto de François Mitterrand. No voté a Nicolas Sarkozy, pero, por otro lado, finalmente creo que es un buen presidente, y que además es una persona muy interesante.
-Hay gente que espera "un llamado". ¿El de François Mitterrand era el que usted esperaba?
-No, no lo diría así. Yo no tengo ningún deseo, ninguna ambición, ninguna ansiedad de diseñar un cohete o un barco, nada de ganas de ser el arquitecto del presidente. Para un creativo, la cosa no funciona así.
-¿Y cómo funciona? ¿Cómo se va por la vida sin deseos?
-No tener deseos personales permite tener visión y sueños para los otros. Cuando uno tiene deseos y ambiciones para uno mismo, eso lo enceguece y le quita dimensión. No pienso que se pueda decir de mí que soy un pequeño egoísta. Soy más bien alguien que está estructuralmente basado en el compartir.
-El hotel de Alan Faena es uno de los más lujosos y sofisticados de la Argentina. Y lo decoró usted...
-Si usted analiza el conjunto de mi obra, en hotelería puedo diseñar el hotel más lujoso y el hotel más económico con el mismo respeto, la misma creatividad, la misma generosidad. Soy el único en el mundo que ha estado en los dos extremos. Es decir, el único que puede diseñar una nave espacial para el proyecto Virgin Galactic, que vale 200 millones de dólares, y, al mismo tiempo, un biberón de dos dólares. Soy el único que puede hacer objetos completamente metafóricos y poéticos, como muebles y lámparas. El hotel del que usted habla representa, antes que nada, a Alan (Faena). Hay proyectos en los que soy totalmente yo, y hay otros proyectos donde el iniciador del proyecto es una persona tan fuerte que resulta más interesante ponerme detrás, y servir a esa visión.
-Faena es un personaje. Tiene un diseño personal muy atractivo.
-Cuando me dijo que viniera a la Argentina, le dije que era muy gentil, pero que tenía muchas cosas que hacer, que no podía. Tres o cuatro meses después volvió, cubrió de rosas a todas las secretarias y asistentes, y me dijo que era necesario que yo viniera a la Argentina. Entonces, le volví a decir que no. Y un día, finalmente, vine. En lugar de hablar de negocios, partimos para su casa en Punta del Este los dos, tranquilos, y poco a poco comenzamos a construir esta idea del universo.
-¿Tenía alguna idea de la Argentina?
-Nada de nada, porque a mí no me interesa ir al cine, no veo televisión, no leo los diarios. No vamos a cócteles, no vamos a exposiciones. Las únicas excepciones son hacer el amor y los libros. Yo estoy todo el tiempo en un espacio mental. Soy un soñador profesional.
-Viendo lo que usted hace, ese discurso no parece muy creíble. Tiene sentido del humor, ¿verdad?
-Sí, el sentido del humor es algo muy serio. El humor es la expresión de la teoría de la relatividad de Einstein. Cuando por azar o por conocimiento uno está ante la comprensión de la relatividad de Einstein, que para mí quiere decir que nada existe, eso nos permite tener una cierta distancia con la vida.
-¿Qué opina de la pareja, del matrimonio? Parece muy enamorado.
-El amor en su identidad completa, el enamoramiento y el amor sexual, ocupan el 99% de mi tiempo y de mis preocupaciones. Con mi mujer estamos siempre juntos, ni un solo segundo separados; me parece la única manera de vivir.
-¿Es un hombre religioso? ¿Tiene fe?
-He recibido una educación religiosa católica muy pesada que me ha llevado a detestar toda forma de religión y todo tipo de creencia.
-Es un pensamiento casi soviético el suyo. Es tan despojado que...
-No pienso que lo soviético sea una buena imagen. No pienso que un espacio no religioso sea un espacio seco; por el contrario, es un espacio rico. Un espacio religioso es un espacio totalmente simplificado donde la inteligencia no se expresa.
-¿Se ha psicoanalizado alguna vez?
-Un día tuve un problema personal y fui durante tres semanas. Es agradable, muy interesante, pero eso fue todo.
-Usted me recuerda un poco a Woody Allen.
-Yo estoy entre los que practican el autoanálisis permanente. Me permite conservar mi humanidad, porque el análisis siempre lleva al cinismo. Y yo, para mi edad, tengo una extraordinaria ingenuidad.
-¿Qué mirada puede incomodarlo?
-La de nadie. Nadie, ninguna situación; no hay ninguna cuestión que me pueda poner en aprietos. Pero hay actos o pensamientos que me pueden llevar a la reflexión.
-¿Por ejemplo?
-Mi sistema de pensamiento es un sistema solitario, de autoconstrucción, muy preciso, muy simple y muy complejo, pero que tiene muy pocos elementos exteriores. Mi sistema de funcionamiento es casi autista. ¿Me entiende? Por eso nosotros vivimos afuera, estamos afuera.
-¿Fuera de qué?
-Fuera de todo. En medio de la nada.
-Me perdí. ¿Va a volver a la teoría de la relatividad?
-Es simple. No estamos nunca en algo, jamás en un movimiento único, jamás en una forma de pensar, jamás en un solo país.
-¿No resulta cansador?
-Extremadamente agotador. Pero es la única manera honorable de vivir. Como los átomos, como los electrones que se mueven siempre y que juegan en el espacio.
-Perdón que hable de cosas materiales. Pero cuando hay que pagar las cuentas, cuando hay que hablar de dinero, no se puede estar tan "fuera de".
-¡Ah, no! Tengo gente que se ocupa de esas cosas. Pero no tienen contacto conmigo. Hay gente a la que le pago para que jamás me hable de cosas tristes, sucias, de cosas sin interés. Ni de dinero, que es algo sin interés.
-¡Qué lujo señor Starck!
-El lujo más extremo es poder asumir un desprecio total por el dinero. ¿Qué es más caro que el desprecio por la plata?
-Hablemos de los distintos adjetivos calificativos que se usan para la estética cotidiana. ¿Qué piensa del kitsch?
-El kitsch no existe. Todo intento de encasillar, todo intento de poner una etiqueta a las afinidades humanas, es un fracaso. Porque lo único respetable es la libertad de poner color naranja, o de utilizar un violeta.
-Entonces, ¿existe el buen gusto o el mal gusto?
-El único beneficio de ser inteligente es reconocer las diferencias.
-¿Qué es para usted algo realmente horrible?
-Horrible es la gente que no quiere participar de la belleza, de la inteligencia. La haraganería es la cosa más terrible.
-¿Qué siente cuando lo copian?
-No me importa, porque cuando hago un producto o un sitio, si lo copian, lo que hacen son cosas mías de hace diez años atrás. O sea que son como cenizas.
-¿Hay un estilo Philippe Starck?
-Hay una lógica de pensamiento, una visión, una ética, una manera de hacer, pero no hay estilo.
Para Starck el errante, el concepto de hogar, obviamente no existe. Hoy está en Buenos Aires, pero su lugar puede ser París dos días al mes. Después de esta entrevista su avión lo llevará a algún lugar escondido, algo secreto, quizás una pequeña isla en Venecia, donde a veces convive con los pescadores.
-Tenemos ese sistema de no andar nunca en auto; caminamos, caminamos mucho, también andamos en bicicleta o en moto.
-¿Lleva equipaje?
-Un bolsito. No tengo computadora ni celular.
Por Any Ventura
revista@lanacion.com.ar
Traducciones: María Elena Rey
Ideas de vanguardia
Si algo define a Philippe Starck es su increíble capacidad creativa. "Estoy en la vanguardia de las ideas, en explorarlas", dice.
Impulsa obras con cero impacto ambiental, como un hotel en pleno desierto californiano, un auto, una turbina de viento para generar energía doméstica y un megayate de 200 metros de eslora cuyo diseño "armoniza con la naturaleza", según sus propias palabras.
Starck lleva tiempo dedicado a otro encargo insólito que le ha hecho el visionario británico Richard Branson, fundador de Virgin: la nave comercial Virgin Galactic, destinada a realizar vuelos espaciales comerciales. Está a cargo de la dirección artística del vehículo (desde el fuselaje hasta su interior) y de la imagen del primer aeropuerto espacial privado del mundo.
La idea política que subyace en su trabajo es, según sus palabras, la democratización de los objetos de lujo, el acceso masivo a escenarios y productos usualmente reservados a unos pocos. Así, además de hoteles top e instalaciones escenográficas, sus creaciones más famosas incluyen lámparas, sillas (como las transparentes y orgánicas que hizo para Kartell), teteras, motos, televisores, cubiertos, grifería, relojes, mesas, camas, motos, monturas de anteojos, vestidos de mujer, el archifamoso exprimidor de limones con forma de hombre-araña (para la firma italiana Alessi), y hasta la lata de un aceite de oliva (eso sí, el más caro de España).
lanacion.com

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