jueves, 12 de febrero de 2009

La tímida rebelión de las princesas saudíes

La princesa Amira al Tawil
MÓNICA G. PRIETO desde Beirut
Muchos consideran que el final de las tradiciones sociales, tribales y religiosas que oprimen a las mujeres de medio mundo vendrán de la mano de nuevas generaciones de féminas educadas, y no de las intervenciones militares o de la imposición de modelos occidentales. En Arabia Saudí, uno de los países más retrógados en lo que a la condición femenina se refiere, esa nueva generación comienza a tener voz.
En el país wahabi, las mujeres no tienen derecho ni siquiera a votar o conducir, algo que ni siquiera ocurre en la teocracia iraní. De hecho, se trata del único país del mundo donde las féminas no pueden manejar un coche.
Según algunas interpretaciones, la prohibición no proviene del Islam o de la Sharia, la ley islámica, sino de los edictos religiosos de clérigos ultraconservadores que consideran que una mujer al volante supone una "tentación pecaminosa", al tener que relacionarse con policías, mecánicos, vigilantes y otros conductores.
La norma obliga a las familias a contratar conductores a disposición de las mujeres, o bien las hace depender de sus familiares varones para desplazarse por las carreteras. Eso no quiere decir que muchas mujeres no conduzcan o no defiendan su derecho a hacerlo, como demuestra la existencia del Comité de Demandantes del Derecho de las Mujeres a Conducir Coches. Muchas no quieren tener que verse en una situación de emergencia, por ejemplo como única responsable de conducir a un herido o un enfermo al hospital, y no saber cómo hacerlo.
Pero la novedad es que las voces a favor de cambiar esa situación provengan de Palacio, y no de organizaciones sociales o, en el mejor de los casos, de los diputados. La voz más reciente es la de la princesa Amira al Tawil, esposa del sobrino del rey Abdallah, el príncipe Walid bin Talal, quien se ha rebelado en la medida que su posición se lo permite.
En declaraciones al diario saudí Al Watan, su alteza ha admitido abiertamente que sabe conducir y que disfruta haciéndolo. "Por supuesto que estoy preparada para conducir un coche", afirmó. "Tengo el permiso internacional de conducir y conduzco en todos los países a los que viajo", asegura la princesa en la entrevista con el citado diario. "Prefiero conducir mi coche con un familiar o un amigo al lado que ser conducida por un conductor que no es [alguien cercano]".
Su marido, el príncipe Walid, el 13º hombre más rico del mundo según la revista Forbes, ve probablemente con buenos ojos la postura de su esposa. No en vano ha reconocido que, si se levanta la prohibición, tanto su mujer como su hija podrán llevar sus automóviles con toda libertad.
Pero eso no implica que haya cambios en perspectiva. El problema y la frustración femenina al respecto data de muchos años atrás. Ya en noviembre de 1990, 47 mujeres, muchas con licencias internacionales, se dieron cita en el aparcamiento de un centro comercial de Riad, la capital, para desafiar las reglas. Pidieron a los conductores varones que las acompañaban que se alejasen y tomaron por sí mismas el volante. El paseo, ebrio de sensación de libertad, no duró más de una hora: la policía detuvo a las valientes saudíes, que pasaron algo menos de un día en prisión, y les arrebató sus pasaportes impidiéndoles abandonar el país durante varios meses.
Hoy, 18 años después, las cosas no han cambiado. Eso, incluso pese a la oposición de voces tan destacadas como Lolwah al Faisal, hija del difunto monarca saudi Faisal. En 2007, a la princesa Lolwah –considerada la más importate de todas las féminas de la familia real saudí- le preguntaron, durante la Cumbre Económica de Davos, qué cambiaría en su país si tuviera poder para modificar alguna de sus políticas. Y su respuesta fue tajante: "Antes que nada, permitiría a las mujeres conducir", dijo sin inmutarse.
elmundo.es

No hay comentarios: