jueves, 10 de noviembre de 2011

Sin excusas ni prejuicios, hay que animarse a experimentar

Sin excusas ni prejuicios, hay que animarse a experimentar
Si la vida cotidiana empezó a ser abrumante y se metió en la intimidad, entonces, hay que animarse a experimentar nuevas maneras de relacionarse. Empezar a buscar otras formas de intimar con el otro para que la relación no se convierta en un espacio más de la vida diaria sino en algo desafiante, que renace día a día.
Es necesario romper barreras, derribar estructuras y liberarse de prejuicios para darle vía libre a la experimentación. Y, así, recuperar la pasión y el interés por el otro, parecido al de la primera etapa de enamoramiento.
Son muchas las formas de empezar a experimentar: lugares, posiciones, estímulos. Abarcan desde sexo en el agua hasta la práctica en el piso del living, cuando los hijos están fuera de casa. Para la doctora Victoria Alfaro, miembro de la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana, “cuando la rutina los ha invadido, pueden citarse en un bar tranquilo para contarse fantasías que les interesen, convenir qué pueden hacer que les dé placer a los dos, que sea agradable y rico para sus propias sexualidades”.
Hay manuales como el Kamasutra que explican distintas posiciones, pero sólo darle rienda suelta a la imaginación puede ya ser un camino muy interesante para la experimentación. Por ejemplo, animarse a practicar sexo en el mar o en alguna pileta (sin terceros a la vista) o en la intimidad de un jacuzzi, con caricias y juegos con el agua; baños de espuma que empiezan en la ducha y terminan en la cocina; ir con al auto a algún lugar alejado y dejarse llevar por la pasión mientras los vidrios se empañan y la música acompaña. Los lugares públicos, como una escalera o un ascensor, son más peligrosos pero a veces despiertan un interés relacionado con la adrenalina que permite liberarse. Y una propuesta simple: acostarse en el jardín de casa a la luz de la luna.
Monogamia no es igual que monotonía. Pero para evitar que las palabras se conviertan en sinónimos, hay que trabajar: animarse a disfrutar, a romper los prejuicios y a quebrar la barrera de la rutina. “La creatividad es una de las claves para armar el escenario erótico dentro del cuál quieren experimentar, siempre con acuerdo mutuo para que la comunicación íntima que se logre sea plena”, continúa Alfaro. Ana Delgado, psicoanalista y miembro titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina, afirma que “crear un espacio fuera de lo habitual ayuda a generar un clima para que tener relaciones sexuales con la persona que amamos no sea la última tarea del día”. Sin embargo, la especialista advierte que “no siempre en la innovación está el placer. “A veces hay un exceso de pretensión y una necesidad exhibicionista, y sí se va toda la energía allí, se olvida el placer del contacto íntimo y no se disfruta”.
Montado ese escenario, las posiciones también cuentan para renovar el erotismo. Las más frecuentes son las del misionero (el hombre arriba y la mujer debajo), la de andrómaca (la mujer arriba y el hombre abajo), las laterales en las que ambos están recostados, y cuando el hombre está detrás de la mujer como la famosa cucharita o la atergo, que se refiere a la penetración vaginal por detrás. Pero allí no se acaba el menú, ni mucho menos. Hay otras que sólo requieren de un poco de valentía y ganas. Por ejemplo, el abrazo total en el que uno y otro entrelazan las piernas detrás de las espaldas ajenas; o la sorpresa, en la que la mujer es tomada por detrás mientras está inclinada sobre su cintura con las piernas flexionadas.
Tampoco es necesario hacer acrobacia ni sentirse un equilibrista a punto de caerse de la soga. “Cada pareja debe adoptar la posición más adecuada según sus posibilidades físicas y de eroticidad”, sigue Alfaro. Puede que una posición le resulte incómoda a alguno de los miembros de la pareja y sea necesario probar otras. Lo importante es buscar un mayor y mejor confort sexual porque lo que pesa en la experimentación es el deseo de ambos, las ganas de disfrutar las relaciones íntimas y de conectarse nuevamente con el otro, de una manera distinta.
“No hay restricciones, salvo la que suponga un rechazo del otro. El placer está en la disponibilidad, en la posibilidad de conectarse con el propio deseo, con la capacidad de gozar de cada uno”, propone Delgado. Las clave para lograrlo: planear un encuentro, hablar con la pareja de los deseos y hacerlo, posponer las excusas y empezar de una vez y sin prejuicios. Tal como lo explica Alfaro, “hay que dejar de pensar en el ejercicio puro y pleno de una sexualidad génito-coital y aplicar el arte de dar, recibir y esperar”.

Consejos

Estar disponibles, abrirse al placer y al contacto íntimo con el otro sin obstáculos.

Comunicarse. Hablar con la pareja de las fantasías y deseos.

Romper los prejuicios para romper la monotonía.

Planear el encuentro con todos los detalles nuevos: un lugar distinto, ropa erótica y preparar la escenografía.

Visitar una tienda erótica y experimentar con distintos accesorios o juguetes sexuales.

Animarse a jugar. En la casa, hacer uso de muebles distintos como el sillón del living, la mesada de la cocina o la bañadera.

Ampliar los juegos previos en forma creativa. Pueden incluir desde bailes hasta masajes.

Encontrar zonas erógenas nuevas como las rodillas, los lóbulos de los oídos, el ombligo, la entrepierna, las plantas de los pies, la nuca, la espalda.

Jugar con los tiempos, ir rápido y despacio.

Utilizar el poder del beso como aliado.

Buscar información en libros de dilvulgación para mejorar el gozo sexual.

Si hay dificultades para gozar, consultar con un sexólogo que no sólo facilite nuevas técnicas y modos de relacionarse con el otro sino que también ayude a la pareja a disfrutar de cada nueva sensación.
clarin.com

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