domingo, 14 de agosto de 2011

La ropa usada está de moda y se abren cada vez más ferias americanas

Martha, admite, es una compradora compulsiva. El problema es que con tres hijos y un trabajo con ritmo de sube y baja, el bolsillo y su compulsión se llevan de patadas. “¡Esto es lo más!”, dice, excitada. “¡Mirá que precios!”, grita casi ya al borde del desmayo pero sin soltar ese gamulán “re-sixty” por el que pagará doscientos pesos. Definitivamente, no parece usado y, es verdad, luce como recién salido de Woodstock.
Martha, 42 años, vive en San Isidro.
Ella encontró en las ferias americanas el lugar donde compulsión y bolsillo pueden llevarse de maravillas . Su amiga, Paula, acaba de llevarse un tapado y un blazer de pana por otros trescientos. Martha y Paula integran un ejército de mujeres que cada día tiene más voluntarios: los que compran y venden ropa usada. Porque además de dar rienda suelta a su necesidad de comprar, Martha descubrió que a este mismo negocio puede traer “tooodo” eso que ni siguiera llegó a estrenar.
N o existen cifras oficiales, pero en la Ciudad de Buenos Aires, en Tigre y San Isidro, las ferias americanas aparecen día a día y cada vez más es la gente que se suma al negocio del usado.
Así lo confirmaron los voceros de la Agencia Gubernamental de Control porteña y también los funcionarios encargados de las habilitaciones de comercios de los dos partidos del norte bonaerense.
Pero el universo de las ferias americanas es tan amplio como el de la ropa nueva. Existen desde pequeños negocios donde hay que revolver y revolver en canastos repletos de prendas en todos los estados posibles hasta tiendas que han sabido darle mucho glamour donde antes sólo había pudor. Están las tradicionales de la galería Bond Street –emblema del rockero ‘80-‘90 – hasta los que arman una feria de ocasión en el garage.
Ana María Casa se dedica a hacer ventas de particulares. Siempre vendió muebles, vajilla, electrodomésticos de personas que se mudaban o de sucesiones. Pero desde hace dos años, ese mismo público –clase media alta– también está vendiendo sus prendas: “Ahora la ropa se vende un montón, eso era algo que antes no se veía, a la gente le daba vergüenza”, dice Ana María.
Hace un año, a Carolina Malbrán se le ocurrió una idea descabellada: abrir una feria americana en uno de los lugares más exclusivos del conurbano bonaerense, las Lomas de San Isidro. Alto Pirulo funciona en la esquina de Francia y Sucre y es el lugar donde Martha y su amiga desahogan compulsiones. “Siempre me fascinó encontrar tesoros perdidos y abandonados por otros”, cuenta Carolina sobre las razones que la llevaron a abrir Alto Pirulo. Esos tesoros son la ropa que ella misma se ocupa de buscar y seleccionar antes de colgarla en un local que parece más una casa de té que una compra-venta. Carolina está convencida de que lo que sus clientes van a buscar es algo más que ropa barata: “La moda masifica, todos están vestidos iguales, pero si combinás algo nuevo con algo usado vas a tener un estilo más personalizado, con más onda ”.
Mariela Mociulsky, especialista en tendencias, señala que lo que plantean estas nuevas ferias es atender la demanda de un “consumidor más inteligente en el que pesa más el valor de encontrar algo único . Este tipo de clientes, lo que busca es que la ropa represente su mirada, su propia identidad”.
En 1998, Paulette Selby abrió Juan Pérez. Asegura que en el último año sus ventas aumentaron tanto – 30 por ciento – que tuvo que abrir otra local , La Saladita de Juan Pérez. ¿Por qué ese nombre? Simple, porque en el nuevo se venderá la ropa más barata mientras que en el original quedará la más exclusiva. ¿Y qué tan exclusiva puede ser una feria americana? Bastante.
En Juan Pérez, sobre la calle Marcelo T. de Alvear, venden sus cosas Susana Giménez, Gastón Pauls o Nacha Guevara . Ellos no son de los que buscan hacerse unos mangos. Con lo que se obtiene de la venta, el negocio lo dona a un comedor. Pero entre sus percheros no es extraño encontrar a las modelos Deborah de Corral o Cloé Bello, fanáticas de lo usado.
En estas ferias, los rastreadores de lo exclusivo van, por ejemplo, por un tapado de Valentino a 2 mil pesos o un vestido de Kenzo por 600. Exclusividad y precios baratos van de la mano. La única clave para no romper el encanto es hablar de vintage y no de usado.
clarin.com

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Q buena Onda! grax! por los datos, me encanta el estilo vintage!

Anónimo dijo...

La.. que lo pario!! que buena data que dan, muy buen blog, xoxoxo!

Unknown dijo...

Podes pasar dire para ir?

Unknown dijo...

Me podés pasar la dirección porfi, el