
La economía global está atravesando un ciclo de agudas transformaciones  estructurales y éste es el motivo profundo que explica el estallido de la Gran  Recesión en 2008 y su persistencia hasta estos días, en los que e stán  saltando por el aire muchos de los modelos explicativos que tradicionalmente  han utilizado los economistas.
Tres premios Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, Edward Prescott y Edmund  Phelps, se dedicaron ayer en el foro de Lindau a analizar la coyuntura a la luz  de nuevos razonamientos, que incorporan conceptos de la sociología política, la  psicología y el impacto de los cambios tecnológicos al debate actual sobre la  crisis.
Stiglitz y Prescott coincidieron en señalar que la macroeconomía ha  fracasado: en los modelos tradicionales, las burbujas no existen y los  shocks no tienen importancia, todo lo que se necesita es que la inflación  sea moderada y, entonces, el crecimiento y la estabilidad vendrán por sí solos.  Pero los agentes económicos no son racionales y por eso las teorías tienen que  sofisticarse incorporando la psicología de los consumidores e  inversionistas , en la que la creencia en lo que va a ocurrir, termina  ocurriendo.
“Todos los modelos clásicos son simplificaciones. El problema es que son  simplificaciones equivocadas”, dijo Stiglitz. “La mano invisible del mercado  parece invisible porque no existe”. La crisis actual presenta grandes analogías  con la Gran Depresión, según el economista. “En el Siglo XIX la agricultura  experimentó una gran transformación. Hoy ocurre lo mismo con la manufactura, la  capacidad de absorber mano de obra es limitada. La gente tiene que moverse fuera  de la manufactura”, explicó.
Según Prescott, hoy se está verificando un gran movimiento de trabajadores y  de inversiones hacia la producción de capital intangible (como las bases de  datos, el software y las comunicaciones) que están transformando el escenario  empresarial en Estados Unidos. Citó el caso de Apple, la empresa fundada hace 30  años por Steve Jobs, que se acaba de retirar, y que recientemente superó en  valor bursátil a colosos como la petrolera Exxon, representativa de la economía  industrial de buena parte del Siglo XX.
Estos shocks de productividad son persistentes y están teniendo un  efecto más pronunciado de lo que se pensaba, sobre todo en las decisiones acerca  de cómo se distribuye la inversión en los distintos países en esta etapa de la  globalización. Dio un ejemplo contundente: “El 50% de las ganancias de las  corporaciones estadounidenses vienen de sus subsidiarias del exterior, pero  éstas representan apenas el 10% de la inversión. La explicación es que las  fuertes inversiones en el país de origen reducen las ganancias contables”.
Stiglitz profundizó en el análisis del cambio tecnológico, observando que  éste siempre provoca fuertes redistribuciones de ingresos entre los  sectores favorecidos y los desfavorecidos, o “atrapados”, por las  transformaciones.
Por el cambio tecnológico, la producción crece mucho más que la demanda y  entonces las empresas acumulan stocks que no pueden vender, lo que  eventualmente lleva a una paralización de la producción y una recesión. El  desafío para los gobiernos es ahora aplicar políticas estructurales, concluyó  Stiglitz, “las mismas que le permitieron al mundo salir de la Gran  Depresión”.
clarin.com
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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