sábado, 12 de marzo de 2011

¿Es bueno o malo enojarse?



La palabra enojo significa “en odio” o “en ira”,  y se refiere a una vivencia que irrumpe contra lo que se supone su causa (una persona o un hecho) con las ganas de eliminarla.
Puede ser una emoción o un sentimiento:
1-     Como emoción es expresión espontánea y abrupta (sin pensar)
2-     Como sentimiento, se le da un significado o un sentido, y se responde con alguna estrategia pensada.
En ambos casos se manifiesta ante situaciones que se viven como injustas u opresivas, y ante la sensación de frustraciones de deseos, ilusiones o necesidades que no pueden cumplirse.
Cuando acontece “inunda” nuestras conductas y son alteradas, y cuando alguien se enoja con nosotros nos produce como mínimo una sensación de temor, que en algunos casos nos paraliza, en otros nos impulsa a una respuesta también enojosa y en otras, las mejores, a un espacio que puede abrirse a la reflexión y el trabajo para resolver la causa del mismo.
Si lo analizo desde la primera (una emoción) digo que es más propia de los animales que reaccionan primariamente ante aquello que sienten como obstáculo, privación o amenaza para sus intereses vitales, y su respuesta es automática.
Si reflexiono desde el segundo (un sentimiento) es porque nosotros los humanos poseemos el cerebro superior o neocortex, atravesamos las emociones con los significados y las convertimos en sentimientos.
Es posible que a veces en circunstancias extremas no hagamos este proceso; quizás a ello se refieran los abogados cuando dicen que alguien actuó por emoción violenta. Sin embargo, es lo menos habitual: en general cuando las personas nos enojamos lo hacemos desde los sentimientos.
Los que nos dedicamos a las relaciones de ayuda, en nuestro caso desde el Counseling, estamos en permanente contacto con esta vivencia y sus expresiones.
Los consultantes muchas veces vienen  enojados consigo mismos o con alguien afectivamente ligados a ellos, y el hecho de que estén en procesos de ayuda favorece su trabajo en tanto se generan espacios de reflexión y resolución, y diría más, bienvenidos esos enojos porque abren el juego al trabajo profundo con la persona afectada.
En tratamientos de pareja es lo más habitual, diría inevitable en tanto se confrontan modos de ver la relación que si han pedido ayuda es porque lo están viviendo en idiomas preceptuales diferentes, o porque una de las partes está enojada por algo que el otro u otra, dice, siente o percibe que le ha hecho.
Algo similar pasa en el trabajo con familias, y en ambos casos es la puerta de entrada a la resolución de una u otra manera del conflicto por el cual se consulta.
El tema pasa por aquellos que no consultan, es por ello importante hacer prevención en el sentido de informar que es una vivencia normal y hasta adecuada si se tramita y aprovecha hacia la reflexión compartida, y es inadecuada y “enfermante” si se la deja libre, sea en la expresión irascible y violenta (verbal o física) o si se la reprime.
Es por ello que si nos empeñamos sólo en juzgar sin escuchar empáticamente al otro no es posible resolver ni la situación o conducta que nos produce enojo, ni acompañar productivamente el enojo del otro desde la comprensión de la justicia de su vivencia.
Esto no refiere a aprobar cualquier cosa que haga otro que nos implica, sino a que por lo menos intentar ponerse en su lugar aceptando su experiencia interna, aunque luego nuestra acción sea reprobar lo que ha hecho o manifiesta.
Del enojo sólo se sale aceptándolo, empatizando con uno mismo o con la persona enojada, tomándolo como experiencia válida, reflexionando a partir de allí y buscando eliminar su causa.
Por ello, preguntarse si el enojarse es bueno o malo no tiene una respuesta única; en principio es inevitable que nos enojemos, es bueno que nos contactemos con esa vivencia y es malo que la neguemos porque nos trabará, se constituirá en resentimiento y nos enfermara y/o enfermaremos al otro.
Es bueno que luego del contacto nos demos y demos el permiso de reflexionar, elaborar, comprender y hacernos comprender, haciendo de ese hecho desagradable la posibilidad de un diálogo abierto consigo mismo y con los implicados, una oportunidad de enriquecer las relaciones.
Sé que no es fácil, por eso muchas veces es adecuado consultar a un counselor para que nos ayude a resolverlo favorablemente.
Lic. Andrés Sánchez Bodas
Creador del Counseling en la Argentina
Director de la Primer Escuela Argentina de Counseling
www.holossanisidro.com
infobae.com

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