jueves, 22 de julio de 2010

Kylie Minogue: "Lo que hago está teñido por mi experiencia con la enfermedad"

El año lo abrió Pandora y lo va a cerrar Afrodita. Pueden pasar de aquí en más algunas otras cosas, claro, o muchas, pero de quedar así el asunto, pavimentado por los mitos, no se podrá decir de ningún modo que éste ha sido un mal año. Pandora era la exuberante luna de James Cameron en Avatar, el planeta-cerebro en el que la vida (y el cine) podían aspirar a un nuevo comienzo. Afrodita (Aphrodite) es el álbum de estudio número 11 de Kylie Minogue, un disco-cuerpo que se corresponde perfectamente con los atributos de la deidad que le da nombre. Al decir de la inmemorial Encyclopædia Britannica: “Antigua diosa griega del amor sexual y la belleza ( …) Aunque las prostitutas la consideraban su santa patrona, su culto público era en general solemne e incluso austero”.
Ahí queda definida bastante bien Kylie, o al menos Kylie en su versión pre-Aphrodite: no faltan ni sobran palabras. Incluso encaja lo de la santa de perfil moderado: “Nunca quiso que la gente conociera su business, a pesar de que su business es el show”, sostenía Chrissy Iley en el Sunday Times. Siguiendo con ese orden de cosas, el nuevo disco ha sido recibido sin mayor alharaca, ubicándose al menos tres escalones de entusiasmo por debajo de cualquier nueva evacuación de talento producida por Madonna (Aphrodite viene sin las obligaciones que la Señora Material tiende a imponer), dos por debajo de Britney (sin titulares en tabloides) y uno y medio por debajo de Lady Gaga (sin dispositivos biónicos ni disfraces). Como si de Kylie se pudiese esperar un disco casi exclusivamente para fans, de ser posible gays, correcto, con algún hit, incapaz de defraudar pero incapaz también de sorprender.
Tiene que haber algún problema, con la música o con el mundo, o con el mundo de la música, para que esto pase, porque, ¿saben qué?, Aphrodite es un tremendo discazo. Modestamente, en una entrevista que el sello EMI le ofreció a Clarín en exclusiva, Kylie cuenta que éste es el disco con el que más se divirtió en su carrera”. Y asegura: “es el que tiene la mayor cohesión de mi carrera”, declaración que puede perderse en ese género horrible conocido como “mi última obra es la mejor”, pero que aquí es 100 x 100 verdad y está certificada por el productor Stuart Price, fan suyo de toda la vida y artífice de las aventuras modernas de Madonna (Confessions on a Dance Floor), que resume sencillamente la fórmula del éxito: “Quería que el disco mostrara algo nuevo, algo que no supiésemos de ella, pero que al mismo tiempo fuera inequívocamente Kylie la que lo estaba cantando”. Ella: “Con Stuart vamos a registrar una nueva forma de testear la viabilidad de una canción: el ‘Examen químico de Dolly Parton’. Se hace cantando sin producción: él tomaba la guitarra acústica y yo cantaba arriba imitando a la Parton”. Así salió Aphrodite.
Dicen que hay una Kylie para cada necesidad: la jovencísima de la telenovela Neighbours, la que vía The Loco-Motion llama la atención de los productores Stock, Aitken & Waterman y graba esa profecía en forma de canción titulada I Should Be So Lucky, la novia del de INXS, la Kylie adulta que sorprende grabando con Nick Cave, la que llena pistas al ritmo de la obsesión amorosa extrema (Can’t Get You Out of my Head), la marca de perfumes, la que se enferma y se retira, la que se recupera y regresa, la del novio mega-chongo-hispanense (Andrés Velencoso), la generalizada Kylie ícono y seguro que hay más …
Aphrodite es momento de máximo brillo de la supernova de larga distancia que es su carrera. Exactamente así es como se la puede ver en el video del primer single del disco, All the Lovers, no sólo diciéndole a su amante que es el mejor de todos los que pasaron por su vida, sino también proclamando ante el mundo, desde la cima de una pirámide de desnudez humana, que está “en llamas”, directamente.
¿Los motivos? El cáncer de mama que le diagnosticaron a mediados de 2005 (que operación y tratamiento de quimioterapia mediante entró en remisión) no tenía manera de no modificar su manera de ver las cosas. Dice: “Todo lo que hago ahora está, de algún modo, teñido por la experiencia que tuve con la enfermedad”. Pero así como en su décimo disco, X (2007), escribió alguna canción sobre el tema, en Aphrodite, asumiendo que en la vida hay un antes y un después de una enfermedad grave, lo que hace es potenciar el “antes” con el prisma del “después”: la luz que llega tras las sombras suprime distancias aristocratizantes, anula esa ambigüedad que era sutil marca de fábrica y hace que cada canción del disco impacte poderosamente en el blanco, desde el comienzo con All the Lovers, la del amante y el fuego (los susurros de la dama recortados contra el coro de sintetizadores retro del caballero marcan de entrada el tono del disco), hasta el cierre con Can’t Beat the Feeling, pasando por algún que otro descanso espiritual o relativo (Everything Is Beautiful, Looking for an Angel) o subidones de ritmo radicalizados (Too Much, firmada por Minogue, Calvin Harris y Jake Shears de Scissor Sisters).
Cuando se escriba su biografía, el capítulo 2010 no habrá que buscarlo en entrevistas ni en chismes, sino en los temas del disco, empezando por el que le da título: Aphrodite. Ahí la tenemos diciendo: 1) que es la verdad y es un hecho: me había ido y estoy de vuelta; 2) tengo espíritu, ¿o acaso pensabas que yo no era real?; 3) soy feroz, me siento poderosa, soy una chica de oro. Puro orgullo, sí: le habla a un a persona en particular, y a también a todo aquel que quiera escucharla.
Cuando le preguntan por qué abundan las alusiones divinas y angélicas, responde: “Hay un sentimiento celestial atravesando el álbum.
Personalmente, siempre me atrajeron las ideas universales, etéreas, estelares. ¡A este disco lo grabamos en el Cielo!” ¿Y cuál es su tema preferido del disco? Aphrodite. Dice que hubiese sido una grandísima canción para su regreso de hace un par de años, para salir de la “etapa oscura”. Sólo que, simplemente, la canción no estaba ahí. Quizás sea ése, Aphrodite, el “Momento Kylie” más alto del disco, entendiendo por eso la precisa definición lanzada por el intrépido team del sitio Popjustice. com: “Un ‘Momento Kylie’ es cuando un pedacito de una canción inspira una oleada de emoción y felicidad ligeramente inesperada, pero al mismo tiempo genera algo de tristeza, la sensación de estar cerca de las lágrimas sin motivo aparente. El ‘Momento Kylie’ es un poco como la Navidad”.

clarin.com

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