viernes, 2 de julio de 2010

Esos besos argentinos que los extranjeros no comprenden

Evangelina Himitián
LA NACION
No fue el 4 a 1 conseguido frente a Corea del Sur ni el desempeño de los que jugaron ese día. Fueron los besos que Diego Maradona les propinó a los jugadores lo que más intrigó a un periodista inglés, durante la conferencia de prensa que siguió al segundo partido de la Argentina en Sudáfrica.
"No, no empecemos con eso de quebrar la muñeca por el afecto que tengo por mis jugadores. Es el agradecimiento por el trabajo realizado", contestó Maradona, entre risas.
En Internet proliferaron los foros en los que miles de extranjeros se preguntan por qué los hombres argentinos se besan tanto. Dicen los especialistas que no siempre los hombres se saludaron con besos en Buenos Aires. Que más bien es una costumbre que se instaló tímidamente en los 70, se arraigó en los 80 y a partir de los 90 se generalizó sin pruritos.
Incluso, se hizo costumbre enviar besos por teléfono al finalizar una conversación y se incorporó el hábito de acompañar la firma de un e-mail con la leyenda "besos", en reemplazo del demodé "saludos cordiales". Esto no implica cercanía o conocimiento previo. Lo mismo que besarse con alguien que uno acaba de conocer. O que va a vendernos un departamento o entrevistarnos para un trabajo.
Incluso, besar a una mujer con la que no se tiene confianza es una costumbre habitual en la Argentina, pero nada común en otros países. Tanto se fue corriendo la línea de a quién saludar con beso y a quién no que a los extranjeros que visitan o viven en Buenos Aires les resulta imposible convertir este hábito en una regla de comportamiento.
"Hay mucho beso en Buenos Aires y a veces no sé si entiendo bien. Uno besa a casi todo el mundo", apunta el corresponsal de la BBC, Daniel Schweimler, casado con una argentina. ", le pregunté a mi esposa argentina la primera vez que visité el país. , me respondió. Ese día fuimos a ver a su dentista. Nos encontramos en la entrada. Me incliné para besar a la diminuta dentista y ella retrocedió horrorizada en un movimiento digno de un jugador de rugby. , me explicó mi mujer", dice Schweimler, que publicó una columna sobre los besos argentinos en el portal de la BBC.
"El beso se va cargando de señales; se convirtió en un código lleno de variaciones. Los hay más formales, más íntimos, los que cierran una charla, como una invitación a seguir conociéndose. Los besos abren una nueva forma de comunicación dentro de la masculinidad", afirma el sociólogo Sergio Sinay.
De todos los tipos de besos, el que Sinay más destaca es el que se da entre amigos. "Es una ventanita que se abrió para franquear el mundo emocional entre hombres. Llama la atención en el mundo porque todavía predomina un modelo masculino disociado de la emocionalidad", dice. Esta costumbre empezó siendo apenas un roce de mejillas y un chuick en el aire. Ahora, el beso entre amigos se acompaña de varias palmadas. Una en el hombro antes de besarse, y otras varias después, para sacudirle cualquier rasgo femenino.
Pocos amigos
"Llevo viviendo varios años en Europa y me di cuenta de por qué acá los hombres no se besan. Porque no son amigos. Acá se juntan a ver al Barça, se emborrachan, se palmean, muy machitos, son todo testosterona. Pero nunca se vieron llorar uno al otro ni compartieron sus preocupaciones ni se visitaron sin tener una razón. Por eso tampoco se han besado", explicó a LA NACION el periodista Hernán Casciari, que vive en Cataluña.
Hace algunos años, el filósofo Tomás Abraham inició una cruzada antibeso. "Mi campaña es en contra del Beso Obligatorio Masculino (BOM). Nada de esto implica una cruzada machista, sino un recuerdo de la antigua caballerosidad", dijo en su blog.
Durante un beso, una persona invade el espacio vital de la otra y se queda allí por un segundo. Entonces, puede sentir desde su perfume, su buen o mal aliento, la suavidad o aspereza de la piel de sus mejillas y hasta meter la nariz entre sus cabellos.
"Mi propuesta y campaña no tiene un significado psicológico. No sé si mi boca está más cerca de mis fueros personales que mi mano derecha. Todo mi cuerpo tiene derecho a vivir tranquilo. Es una cuestión de cercanía. Si fuera un oso hormiguero me bancaría el chupón de un conocido, total lo veo a dos metros. De ser manicorto o muñonero, el dar la mano exigiría que nos rocemos los pantalones con el prójimo y preferiría los mails. Pero siendo un Homo erectus, no hay como los brazos para conservar los lugares", enfatiza Abraham.
El beso con barba tiene origen porteño, afirma el filósofo: "A ningún catamarqueño se le hubiera ocurrido entrar al café de la plaza frente a la intendencia y besar cinco veces la mesa de cinco".
Tampoco es sencillo manejar la costumbre de los besos masculinos siendo un argentino que vive en el exterior. "Hay dos momentos traumáticos. El primero, cuando llegás, porque el saludo es automático. El cachete se te va y los españoles se te tiran para atrás, con las manos levantadas, como indicando falta", dice Casciari.
"La tenés que remar con la cosa cultural, pero te miran raro toda la noche. Después, cuando te acostumbrás a saludar con la mano, te puede pasar como a mí, que te encontrás con otro argentino que vive acá y ¿qué hacés? ¿Le das la mano? ¿Un beso o dos, como es la costumbre acá para saludar a mujeres? Entonces ocurre la catástrofe -reflexiona-. No sabés cómo encarar, derecha o izquierda, y en ese cabeceo, casi terminás dándole un pico. Somos hombres y argentinos y acabamos de besarnos doble. Nos da asco. Nos ponemos colorados. No nos miramos a los ojos nunca más".

lanacion.com

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