domingo, 20 de diciembre de 2009

A pesar de todo


Pablo Garcia Oliver / Vivir para contarlo
Todavía recuerdo cada paso que hicimos con Mora, mi mujer, ese 26 de diciembre del 2004. Eramos recién casados y ésa, nuestra luna de miel. Nunca me voy a olvidar del recorrido tranquilo, sin apuros, sin pensar en nada, disfrutando cada metro... como queriendo demorar nuestra llegada.
Después... recuerdos de imágenes incomprensibles, en cámara lenta; ruidos, gritos. Me acuerdo de la mirada de Mora como pidiéndome una explicación; me acuerdo de la sensación de inestabilidad, de mi esfuerzo por tratar de seguir en pie.
Estoy bajo el agua, nadando hacia la superficie, solo. No tengo ningún recuerdo de ese momento más que el de apuntar hacia la luz y salir. Arriba, sin saberlo, me esperaba Mora: salió al lado mío. En ese momento, no tuve tiempo ni de pensar qué habría pasado si ella no llegaba a la superficie. Lo pensé inmediatamente después y lo sigo pensando hoy.
Fue la primera vez que supe lo que era un tsunami. Nunca antes en mi vida había escuchado esa palabra.
Hoy tengo 39 años, soy arquitecto, estoy casado con Mora, también arquitecta. Mi hijo mayor se llama Jenaro y tiene 3 años. Esta mañana, cuando lo llevaba al jardín, le pregunté qué quería ser cuando fuera grande y me contestó "quiero hacer casas". Y también tenemos a Palomita, de un año y medio, que el otro día se tropezó con una maceta y se lastimó. Se me partía el corazón cuando veía sus ojitos llenos de lágrimas mientras le daban cuatro puntos. Me cuesta creer que todo lo que tengo hoy quizá me lo hubiese perdido y que seres extraordinarios como "mis enanos" no existirían. Antes sentía como obvio que yo "me tenía que salvar", y hasta me creía omnipotente... Hoy me muero de miedo cuando le dan cuatro puntos de sutura a mi hija y me siento chiquito e indefenso.
Vivimos en un país complicado, injusto y, sobre todo, impredecible. Mi trabajo sigue un poco ese orden; sin embargo, me levanto cada mañana con ganas de salir a trabajar, me encanta lo que hago. Me siento querido, acompañado y protegido por mis seres queridos.
¿El futuro? No sé, pero me gustaría que sea parecido a la primera frase de esta historia: un recorrido tranquilo, sin apuros, disfrutando cada metro y hasta queriendo demorar nuestra llegada.
Sofía Clutterbuck / Cocineritos
Tengo 28 años, soy cocinera y coordino un taller para chicos en Rojas, a 250 km de Capital Federal. Desde la infancia me gustaron los chicos y la cocina. Me recibí en el Colegio del Gato Dumas, hace 6 años. Estudiar no fue fácil: cuando les comuniqué a mis padres que estudiaría cocina (siguiendo los pasos de mi madre y de abuela), salimos en busca de un lugar donde realizar la carrera y tuvimos que encontrar cómo pagarla, porque no contábamos con los medios necesarios. Así, después de una larga espera, recibí media beca, y para poder completar los pagos enseguida empecé a trabajar. Fue una experiencia enriquecedora, porque me permitió ir nutriéndome de muchos conocimientos en la cocina.
En este tiempo he podido conocer mucha gente, viajar, vivir en el exterior. Después de un año largo en Chile decidí volver a la ciudad donde crecí y vive mi familia, una cuidad tranquila donde decidí armar este proyecto. Empecé por la salita de jardín donde asistía la hija de unos amigos. Pero tiempo después sentí que estaba invadiendo la casa de mis padres y entonces emprendí otra aventura: alquilé una casita antigua, un enorme galpón, que se volvió taller y vivienda a la vez. Ni sabía cómo haría para pagar el alquiler. Empecé con 4 nenas y hoy tengo 35 alumnos, de 3 a 18 años, y muchas ganas de seguir creciendo. Todos fuimos chicos y acá nos hacemos jugando. Saber cocinar, además, es parte de crecer sanos y fuertes. Esto es el taller de cocina: dar amor. Hemos podido hacer actividades extras, como visitas a instalaciones, viajes a lugares de aprendizaje (por ejemplo, aprender a sembrar), campamentos.
Como el taller es de abril a noviembre, en diciembre vuelvo al trabajo en gastronomía, para no perder el rumbo. Y este año, gracias a la energía de los chicos, puede darle camino a otro sueño: Si Mi Reina Sin Fin, una fábrica de pasteles, un proyecto de vida que me hace tener el horno al fuego vivo cuando todos duermen.
Pablo Arzani / Arte para todos
Hace más de 10 años que estoy con fuegos y sartenes por las cocinas de los hoteles 5 estrellas de Buenos Aires. Trabajé, estudié y siempre me esforcé por ser un buen cocinero. Pero desde mis ocho años de edad, cuando pisé el taller del artista Nicanor Polo y desde que tengo uso de razón quise ser artista plástico ("pintor" decía cuando me preguntaban qué quería ser cuando sea grande). Hoy estudio licenciatura en Artes Visuales en el Instituto Universitario de Artes mientras soy jefe de cocina del Club Ciudad de Bs. As.
Mi sueño es "democratizar el arte", hacerlo para todos y romper con el estigma de que es para algunos pocos. Sueño con ponerme un "supermercado del arte para todos", donde la señora del barrio entre, tome un carrito y pague en la caja dibujos originales de artistas jóvenes, cerámicas no seriadas, pinturas únicas a precios accesibles y, como dije, ¡para todos!
Sergio Eisen / Ecos del pop
Tuve la suerte de nacer a principios de los 60, una época explosiva, colorida y audaz. Mi cuarto estaba empapelado con pósters de Woodstock y de El submarino amarillo. Viví mi infancia sumergido en el arte pop. Yo tenía una línea de regalos para teenagers y un local de diseños dedicado al cine, al cómic y a la publicidad.
Pero llegó la apertura de la importación y, con ella, una invasión de muñecos de peluche. Mi emprendimiento quedó literalmente devastado. Ya estaba casado y era padre de dos hijos. Mi situación era desesperante.
Entonces, Mario Jorge Giesso, dueño de Pósters del Tiempo, me sugirió que hiciera remeras para los turistas, que él me las vendería. Y ahí surgió, más que una dificultad, todo un desafío: ¿cómo ilustrar motivos de tango con mis colores chirriantes del pop?, ¿cómo representar Buenos Aires dejando a un lado la trillada imagen del Obelisco? ¿Cómo plasmar nuestra fauna y nuestros dinosaurios siendo fiel a lo real y al mismo tiempo fantástico?
Para mí, una remera es un soporte tan legítimo como un lienzo para expresar el arte de un pintor. Mucha gente cree que sólo es arte lo que está pintado en óleo o lo que exhibe un museo.
Me pone contento que los turistas lleven a sus países un recuerdo de nuestra cultura en forma de jarro o de remera o de póster. Y con cada paso hay un nuevo desafío por resolver. Mi deseo, a futuro, es difundir más lo que hago y seguir sembrando sueños. Las concreciones vendrán por sí solas.
Los Piyus / Diarios de motocicleta (por Emilse Pizarro)
Los Piyus, un grupo de fanáticos de las motos que nació en 2001 de la mano de los hermanos Manuel y Bonifacio Lastra, Gerardo Serra y Roberto Livingston, dieron este año el primer paso en su proyecto más ambicioso. En julio pasado salieron desde Jujuy, recorrieron la Ruta de la Muerte (La Paz-Coroico) y la BR319 -que atraviesa el Amazonas- para llegar a Manaos (Brasil) y cerrar así lo que fue la primera etapa del sueño de dar la vuelta al mundo en moto.
De los casi 20 miembros del grupo, once se apuntaron para el gran viaje. A último momento, dos motociclistas franceses también quisieron ser de la partida y fueron hasta Jujuy para sumarse, pero el esfuerzo fue en vano ya que no podían salir del país con motos alquiladas en Argentina. Entonces, los once partieron para Aguas Blancas, en la frontera con Bolivia, secundados por la camioneta que los acompañó durante todo el periplo. Las letras se agolpan en el tipeo de aquellos internautas que creen que con ese detalle el viaje deja de ser aventura. Y están los seguidores, que consideran que hacerlo así, como lo hacen Los Piyus, es tan valedero como quien quiera dar la vuelta al Riachuelo en una galletita de agua. Si los medios están, ¿por qué no usarlos?, es la conclusión.
Manuel Lastra y Gastón Bordelois son como chicos que intentan hacer valer su voz en un sorteo de kermés. Hablan a la par y gesticulan apurados, apurados por contarlo absolutamente todo. Llegaron hace unos días, pero la adrenalina aún les cuelga de las pestañas. Manuel abre los ojos y dibuja en el aire la silueta de "una cobra: en medio de la ruta estaba ahí, mirándome". Gastón se perdió e hizo 25 kilómetros de vuelta de cornisa esperando ver a algún compañero. La cobra ya pasó a la historia porque Manuel cuenta que en Bolivia se percataron de que los caminos no los tenían registrados, "así que veníamos viajando a la antigua, siguiendo carteles y preguntando". Que en sólo 70 km bajaron de 4200 a 600 metros, "apunados, obvio". Las anécdotas del viaje son interminables y todas tienen un lugar común: la camaradería y que viajar en moto es infinitamente más enriquecedor que en cualquier otro medio de transporte.
Algunos trayectos fueron más rápidos que otros. Todo dependía de las roturas, las caídas, los ríos que había que cruzar y el estado de los caminos. "Llegamos a hacer 80 km en 8 horas", recuerda Roberto. Las vacas a la vera de la ruta 2 son, en la Transamazónica, caimanes de 1,5 metros. Además de los delfines de río, un circo en Rurrenavaque y las minas de plata en Potosí, también conocieron un criadero de anacondas. Claro que cuando se bañaron allí no lo sabían.
Salían a las 7 AM y andaban 10 horas por día. Así, llegaron a Manaos y el tacómetro marcó 4500 km recorridos. La próxima etapa, que ya tiene fecha (abril de 2010), los verá partiendo desde el último punto de esta fase con la meta puesta en San Cristóbal de las Casas, México. Serán, según sus cálculos, 6000 km aproximadamente. "La diferencia es que hay muchos más kilómetros de pavimento", dice Manuel. Si las condiciones acompañan, se aventurarán a llegar hasta el DF; si no, no importa. "Lo más importante es que la moto llegue y que estemos todos juntos", sintetiza Roberto.
Para saber más:
http://www.lospiyus.com.ar/http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1144954
Esteban Fretez / Marinero y gaucho
Nací a mediados del ´64 y me crié junto a mis ocho hermanos en un hogar muy humilde, donde el amor, el servicio, los valores morales y los trabajos del campo fueron la base de nuestra educación. La vida se encargó de darme una familia que transita el mismo camino.
Desde hace 18 años trabajo como marinero en un elegante club náutico de la zona norte en el cual pude contemplar la otra cara de la vida, donde los recursos económicos permiten atender y hasta no disimular problemáticas comunes a todos. Pero está la otra cara, la que necesita de nuestra ayuda y que me llevó a fundar la Asociación Civil El Cambio, una agrupación sin fines de lucro con la que junto a otros que apostaron a lo mismo realizamos una ardua tarea de ayuda solidaria, contención y prevención: estamos construyendo el edificio donde funcionarán gratuitamente salas de enseñanza de oficios, de Internet con veinte máquinas en red e impresoras, biblioteca central e itinerante, talleres de lectura y de atención primaria para hacer frente a adicciones, violencia familiar, desamparo en la tercera edad, ayuda alimentaria, ropa. Muchos se resistían a acercarse por vergüenza, timidez, descreimiento o quizá miedo y entonces surgió la creación de la FM El Cambio, vehículo que nos permite llegar a todos los hogares del partido de Exaltación de la Cruz.
Si sumamos recursos, manos y voluntad, llegaremos a cumplir el deseo de mejorar el bienestar de muchas familias, tratando de convertir vidas sin propósito en historias de vida con futuro como la mía, o -por lo menos- la historia de un marinero dispuesto a hacer gauchadas.
Celina Penovi / Abogada y escritora
No es fácil el "destierro", ni aun para quienes hemos materializado gran parte de nuestros sueños fuera del país. Hace 20 años que vivo en los Estados Unidos, mis hijos nacieron aquí y también es estadounidense mi marido, pero yo sigo extrañando cosas: el cafecito, los helados cremosos... Soy senior counsel, algo así como una abogada senior en el Banco Mundial, y vivo en Washington. Me recibí en la Argentina y revalidé mi título en los Estados Unidos. Pero desde hace un tiempo no me ocupo solamente de temas legales. Durante mucho tiempo me dediqué a buscar literatura bilingüe para chicos que fuera divertida y tuviera, a la vez, un buen nivel de inglés y de castellano. En general, me topé con libros que estaban escritos originalmente en inglés o en castellano y luego traducidos por terceros ajenos, algo que afecta la compatibilidad del lenguaje base y la transmisión de ideas que el autor pretende.
Además, noté que el nivel de vocabulario era bastante básico, cosa que no me pareció conducente para el enriquecimiento del lenguaje de los niños, quienes tienen una gran capacidad de aprender. Mi objetivo es estimular el enriquecimiento del vocabulario de los niños desde temprana edad. Con esto in mente, comencé a escribir cuentos con rima buscando de añadir palabras más "desafiantes" para el aprendizaje en ambos idiomas, sin dudar por un minuto de esa capacidad que los chicos poseen para absorber conocimiento.
La serie de los libros bilingües castellano/inglés incluye Scramble Breakfast ("Alboroto a la hora del desayuno"), The Clumsy Stork ("La cigüeña despistada") y una entretenida serie de adivinanzas: Guess it if you can! - School Time! ("¿Adivinarás, quizás? - ¡Hora de ir a la escuela!"). ¡Pueden verlos -y hasta hojearlos- en una página web diseñada especialmente para ello!
Para saber más:
http://www.kidspoemas.com/
Leonardo Criniti y Gabriela Arancibia / Ecologistas y gastrónomos
Tenemos dos proyectos. El primero, y con la idea de recomponer los bosques deforestados de la Argentina, queremos formar una sociedad sin fines de lucro donde podamos contar con la ayuda de la gente que quiera donar arbolitos pequeños para plantar, que luego se enviarían a cada provincia. Todos sabemos que los árboles son los pulmones del planeta y que se talan millones y millones a diario. Juntos podemos recomponerlos. Si cada persona dona uno, podríamos salvar por lo menos nuestra región y así, quizás, otros tomen nuestro ejemplo. De esta forma se recompondría el ecosistema y se podrían evitar sequías, inundaciones, aludes y enfermedades.
Nuestro segundo proyecto tiene que ver con el emprendimiento culinario que iniciamos este año, un año difícil para todos. Somos una familia de trabajo (él chef, ella decoradora artesanal de tortas) que con mucho empeño nos propusimos salir adelante. Para eso creamos Napoli Pizza Party y nos dedicamos al servicio de catering de pizzas a domicilio. Este año se presentaba como uno bravo y le ganamos por puntos. En 2010 pensamos que será por KO."
Pablo Atencio / Un planeta mejor
Mi proyecto es construir una casa para contribuir a la reducción de gases de efecto invernadero, nuestro verdugo silencioso, por medio de la energía eólica (electrificación), la solar pasiva (reducción de electricidad y gas convencional para refrigerar o calentar los ambientes), la solar para electrificación y bombeo de agua, y economizando no sólo energía convencional, sino agua potable, dos recursos cada vez más caros y agotables.
La finalidad no sólo es demostrar que se puede tener confort habitacional (80% de humedad y 18°C) con casi nulo aporte de las energías convencionales, sino también que este tipo de viviendas son viables económicamente.
Este tipo de construcción es el puntapié para el desarrollo de ciudades policéntricas (Holanda es el país con este tipo de urbanización), contrario a las que tenemos hoy en día, monocéntricas, donde el uso racional de recursos de todo tipo sea algo incorporado en nuestras mentes.
Siempre echamos las culpas a los gobiernos, que en su mayoría las tienen, pero nosotros debemos desarrollar nuestro pensamiento crítico constructivo para poder ofrecer acciones correctoras. Cada vez somos más los que actuamos localmente para cambiar globalmente.
Andrea Gargiulo / A bailar la vida
Viví siempre en Buenos Aires. Tengo 49 años y hace 4 nos mudamos con mi familia a San Francisco, Córdoba, en busca de una vida más tranquila y segura.
Soy maestra jardinera y licenciada en Educación Inicial. Siempre tuve dos vidas profesionales "paralelas": la docencia (muchos años como maestra de sala, luego como directora de jardines) y el arte: cantar y bailar jazz.
Recién llegada, y por pedido de una amiga que quería hacer alguna actividad física que beneficiara su cuerpo y mente, y que a la vez la divirtiera (le aburría mucho hacer gimnasia), alquilé el salón de un gimnasio y organicé clases de danza jazz para mujeres de trenti... y cuarenti... Aquí existe el preconcepto de que sólo pueden bailar las niñas y jóvenes. Crear este espacio para las "chicas grandes" fue innovador, aunque no fácil de romper con el instalado miedo al "qué dirán".
Hoy baila conmigo un grupo de mujeres (¡sí!, son de trenti... cuarenti... y algunas de cincuenti...!) que aman expresarse a través del movimiento, que descubrieron que las posibilidades del cuerpo son infinitas y, fundamentalmente, que sienten que están cumpliendo a estas alturas de la vida (con hijos grandes, profesionalmente insertas y desarrolladas, con cuerpos normales y reales para sus edades, sin fotoshop) con una asignatura pendiente: bailar.
Mi gran proyecto es armar un cuerpo de baile de jazz con ellas para actuar en fiestas, eventos, etc., de tal manera de darle un significado al esfuerzo y la pasión que diariamente ponen en cada una de nuestras clases, aprovechando el gran entusiasmo, la alegría y el compromiso de estas mujeres que les hacen "pito catalán" a la edad, a los preconceptos y al "qué dirán".
Katia Blejer / Profeta en su tierra
Soy Katia Blejer Stalman y tengo 12 años. Toco el violín desde los cuatro. Provengo de una familia "muy musical". Mi tío abuelo fue un gran músico, Bernardo Stalman, además de un compositor muy talentoso y violinista integrante de la Sinfónica Nacional. Mi abuelo, Manolo Stalman, fue contrabajista de la misma agrupación.
Mi abuela, Lila Kayfu, fue cantante de orquestas de jazz, como Jazz Cotton Pickers y Varelita Norton. Mis padres también son músicos, y me acompañan con toda su dedicación desde mis primeros años de formación en el Conservatorio Nacional. Toqué en la AMIA y con otras orquestas. Obtuve una beca en Portugal con la que la Cancillería me envió como Embajadora Cultural, la única latina entre rusos, japoneses, americanos, que no sólo se sorprendieron, sino que escucharon, extasiados, a Bach y también a Piazzolla. Hace poco toqué con la conocida pianista Diana Schneider, en el Círculo Militar.
Espero que mi historia con futuro no sea como la de Julio Bocca o Paloma Herrera o Elena Roger, que tuvieron que irse del país para demostrar lo que valían. Yo quiero quedarme aquí y que lo mío no sea como dice el dicho: quiero ser profeta en mi tierra.
Laura Rama / Seres muy valiosos
Mi historia, ¿tendrá futuro? Que lo tenga depende de mi propia capacidad -la mía y la de tantas otras personas desveladas por la misma preocupación- de hacer oír la voz de quienes realmente no tienen voz. No la tienen porque no hablan, y no la tienen porque, a los ojos de muchos, son invisibles, descartables, lesser beings, como dicen en inglés, que significa algo así como "seres inferiores".
Nuestro trabajo es considerado "menor" por muchos; incluso personas allegadas muchas veces creen que lo nuestro es una excentricidad. Cuesta mucho que lo vean como un trabajo serio, con un componente social enorme. Es extremadamente difícil conseguir ayuda financiera, o cualquier otro tipo de ayuda, en realidad. Ni siquiera existen en el mundo grandes organizaciones que se ocupen de este tema. Hace apenas un par de cientos de años, a los leprosos y a los esclavos -por nombrar dos ejemplos humanos- se los veía y se los trataba exactamente igual que hoy a los animales domésticos. Hoy sabemos que estábamos terriblemente equivocados en aquel entonces. ¿Podrá ser que quienes consideran que los animales domésticos no merecen nuestra atención también estén equivocados ahora?
Mi sueño es un futuro en el que la decisión de incorporar a la familia un miembro "no humano" se evalúe con la misma seriedad que la incorporación de un miembro humano; un futuro en el que la vida de un animal -doméstico o no- sea tan valiosa, a la hora de decidir preservarla y mejorarla, como la vida de un ser humano. El primer microscópico paso de mi proyecto puede verse en:
http://www.viva-la-vida.com.ar/ . Esa es apenas la punta del iceberg. Ojalá.
Graciela Gregoroff / Cosecharás tu siembra
Soy semilla en el calendario maya, búfalo en horóscopo chino, aries en Occidente... Espíritu que me inspira a la siembra, trabajando y generando ideas.
Soy textil de vocación, elección, y adopción, siguiendo la línea y el amor que mi padre (técnico textil) gestó desde el año 1956, con sus viejos y fieles telares a lanzadera, creando 9 Textil... Pasando por los subes y bajas de la industria, y habiendo quedado 2 de esos 9, crecimos hasta tener una fábrica, sin duda soñada, para nosotros.
Pero llegó el 2001, durísimo, al que sobrevivimos sólo un año más. Luego, la tristeza de asumir que una etapa había concluido, y la enseñanza de mi padre de que siempre se puede comenzar de nuevo.
Y así, entendiendo que por mi sangre corren también hebras de hilos y lanas, aprendí a dominar el arte de tejer en telar manual, ejerciendo mi vocación de diseñadora, aunque de interiores, al mezclar texturas y colores, y crear en este 2009 mi empresa: Ser de Lana Almacén de Tejidos (
http://www.serdelana.com/ ). Admirando y respetando este arte ancestral, mi sueño es llevar fronteras afuera mis diseños para que la gente conozca una manera diferente y cálida de abrigarse.
Aún en la adversidad
Un estudio ya clásico realizado hace varios años en Honolulú demostró que el treinta por ciento de los jóvenes criados en condiciones donde las redes sociales son pobres y el acceso a la salud y a la educación está severamente limitado, logran llegar a ser adultos razonablemente felices, sanos y socialmente productivos, padres competentes de nuevas generaciones. Treinta por ciento no es poca gente. Los factores que llevan al setenta por ciento son obvios, pero lo que no es obvio es que no son determinantes. La adversidad por sí sola no predice necesariamente lo que va a ocurrir. Ese treinta por ciento nos obliga a pensar que hay una diferencia entre la adversidad o el infortunio y sus consecuencias. Esa diferencia está en lo que somos capaces de hacer, a pesar de eso y con eso.
Aun en la adversidad, nada está determinado completamente. Nuestra percepción de esa realidad, nuestro juicio sobre ella, contribuyen mucho a que la afrontemos de un modo u otro. En eso se juegan dos cosas: el sentimiento del momento y el resultado final.
Si cargo con mi mochila sin dejar que el peso me abrume y con la esperanza de poder llegar con ella adonde sea necesario, es mucho más probable que llegue. Eventualmente, hasta puedo encontrar en ella, en su peso, herramientas que me faciliten el camino mientras me hacen crecer.
Lejos del optimismo rosa, la terca determinación de buscar en la situación, en los otros o en sí mismo lo que es oportunidad o posibilidad es un instrumento que hay que cultivar. El ejemplo y la práctica nos ayudan a cultivar esa virtud: la disposición a encontrar lo que nos permite desarrollar esperanzas realistas.
Lic. Hugo Hirsh
Director del Centro Privado de Psicoterapias

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