jueves, 24 de diciembre de 2009

No son católicos, pero igual celebran

No hay en el país celebraciones más populares que Navidad y Año Nuevo. Y tienen muchas similitudes: son masivas, caen en la época prevacacional, la familia se junta, se come en abundancia y se brinda, y se tiran –o se miran– cañitas voladoras que bombardean de colores el cielo. Pero entre ambas hay una diferencia básica: la Navidad es una celebración católica, lo que a priori excluiría a quienes no profesan esa religión, es decir, a los no cristianos, ya sean de otras religiones, ateos o agnósticos.
Ahora bien, no son pocos los integrantes de este grupo tan amplio que, de alguna u otra manera, no se resignan a que la Nochebuena pase indavertida por ellos, con la sensación agria de estar, por unas horas, en una dimensión paralela. La Navidad actual es bastante pagana: más arbolitos que pesebres y más consumismo que sentido religioso. Con esos parámetros, hasta en China –tierra de comunistas, confucionistas y budistas– prende la Navidad. Además, históricamente coincide con el solsticio de invierno en el hemisferio norte que los romanos celebraban como “nacimiento del sol invicto” y con la semana de las fiestas saturnales (en honor al dios Saturno), que eran como un carnaval de la Antigüedad.
También muchos hogares argentinos van a agitarse hoy a la noche, sin tener la mente puesta en Belén y el establo. Ernesto Sesoko, del Centro Cultural y de Estudios Japoneses, explica en qué consiste la noche de hoy para los argentinos de ascendencia japonesa no cristianos. “Los japoneses se adaptaron bien a las costumbres occidentales.
Entonces en Navidad las familias se reúnen para cenar, brindar y tirar fuegos artificiales. Es como si fuera un cumpleaños, aunque haya algunos que no tengan muy en cuenta el sentido de la fiesta”, dice Sesoko. Para dar pistas de dónde proviene tal apertura mental, agrega: “En Japón hay dos religiones, el budismo y el sintoísmo, que conviven perfectamente; el japonés concibe esa convivencia con cualquier otra religión”.
El licenciado en Administración de Empresas Martín Levin, nacido hace 27 años en una familia judía, recuerda una infancia en la que durante las Nochebuenas veía “el triste espectáculo” de fuegos artificiales desde la terraza de su edificio de Belgrano junto a su hermana, mientras su padres “veían una película en su cuarto”. Para evitar experiencias similares, ahora, cuando se acerca Navidad, procura asegurarse un lugar en el festejo de algún amigo.
“En cuestiones navideñas me considero un nómade –dice Levin– y me complace que siempre haya familia, buena comida, regalos y festejo con mayúsculas”. Lo de Florencia Figerman, tambien judía, es distinto. Ella la festeja con los suyos: “Obviamente no rezamos ni armamos un pesebre. Hacemos regalos que después hay que adivinar quién se lo regaló a quién. Tomamos, hay mucha comida y nos quedamos jodiendo, bailando y cantando hasta bien tarde”.
Martín Storch, también judío, va a hacer un asado entre amigos y considera que el común denominador es que no quieren “quedarse afuera del festejo”. Por su parte, Abdul Kader Baradei, de la comisión directiva del Centro Islámico Argentino, cuenta cómo va a pasar esta víspera: “No voy a quedarme con la ñata contra el vidrio. Un matrimonio amigo (también musulmán) me invitó a comer con ellos. Le vamos a desear la mejor felicidad a las familias que celebran Navidad y vamos a tirar cañitas, cómo no”. Después está la historia de los agnósticos o ateos que provienen de familias cristianas, y su rechazo a creer en Dios no les impide seguir festejando Navidad, como lo hacen sus primos o abuelos. “Mi familia siempre festejó Navidad, así que yo no voy a dejar de festejarla por no ser creyente. La tomo como una gran noche para estar con tus seres queridos”, sostiene Juan Martínez, abogado. Entre gente así, volarán corchos en la otra Navidad.
“No quieren ser sapo de otro pozo”Para el psicólogo Adrián Lifschitz, al argentino le gusta celebrar y reunirse. “En este país hay una idiosincrasia del encuentro, los bares y el café”. “Creo que en los casos de los que en Nochebuena hacen algo pese a no ser cristianos, no es que estrictamente festejen algo, sino que hacen un culto del encuentro. Además, para algunas personas, no hacer nada en Navidad es bastante fuerte.
Puede provocarles tristeza y sentimientos depresivos, porque tienen la sensación de estar perdiéndose algo y ser sapos de otro pozo”, explica.Lifschitz prundiza en su análisis y dice: “La cultura, de alguna manera, te impone festejar o reunirte para Navidad, y ahí, insisto, se puede encarar como la celebración del encuentro”.
Un pan dulce de 1.400 kilos en Salta, el más grande del mundoLos pobladores de la localidad salteña de El Carril reclaman el diploma del pan dulce más grande del mundo. Y para obtenerlo cocinaron uno de casi 1.400 kilos. Fue llevado a cabo por una guardería municipal y se repartió entre los habitantes del lugar que se acercaron para participar del espectáculo.Para hacer este pan dulce, se usó harina, dulce de leche, huevos, pasas de uva, frutas abrillantadas, nueces, agua de azahar, margarina, azúcar, levadura y manzanas confitadas, entre otros ingredientes.
Para el año que viene, ya se proponen batir todos los récords y hacer un pan dulce de dos toneladas.En la foto, se puede ver cuando el pan dulce 2009 es cortado, pacientemente, para ser repartido entre los comensales, quienes se acercaron por curiosidad, en parte, y también para probar una porción de la receta que enorgullece a todo el pueblo.

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