jueves, 17 de diciembre de 2009

Aventureros culinarios

Por Sameer Reddy
Los aventureros a los que aburre el turismo convencional tienen multitud de opciones, algunas más extremas que otras: desde safaris de lujo hasta excursiones por la Antártida. Sin embargo, algunos creen que la comida es una nueva frontera que ofrece idénticos atractivos y emociones sensoriales: cada vez más restaurantes brindan oportunidades para los que se cansaron de comer sentados en mesas comunes en restaurantes comunes. Y no se trata de usar una campera deportiva mientras espera a que le sirvan un soufflé; la experiencia deportiva es la comida misma.
Dinner in the Sky lleva a los mejores chefs, junto con los miembros del personal y 22 comensales, a alturas sin precedente (exactamente, 50 metros en el vacío) para disfrutar de vistas imponentes y una carta Michelin. Una grúa eleva la plataforma del comedor sobre cualquier lugar que tenga una superficie aproximada de 500 metros cuadrados de suelo libre y cada encuentro para cenar se adapta para reflejar las preferencias del organizador: la firma proporciona la tecnología y garantiza la colaboración del creador culinario de su predilección, como Alain Passar, del parisino L’Arpège (tres estrellas Michelin). Además, los precios varían mucho de un país a otro y dependen, en buena medida, del chef y la cantidad de comensales (un evento de ocho horas en Bélgica tiene un precio base de US$ 11.600). Aunque Dinner in the Sky no es la mejor opción para quienes padecen de acrofobia, la experiencia fue aprobada en más de 15 países, entre ellos, algunos de los que imponen las regulaciones más exigentes, como EE. UU. Cada asiento incluye cinturón de seguridad de cuatro puntos, el cual deberá permanecer sujeto en todo momento. Y lo más importante: los comensales pueden hacer uso de las instalaciones sanitarias. Para ello, la mesa tiene que descender con todo el grupo, pero el proceso dura menos de un minuto (dinnerinthesky.com).
Singapore Flyer es una rueda gigantesca que sigue el diseño de London Eye y también ofrece platos “de altura”. La instalación de alta tecnología, que concluye una rotación cada 30 minutos, incluye 28 cápsulas de vidrio, cada una con capacidad para hasta 10 comensales que pueden disfrutar uno de dos menúes, con tres platos, por la módica suma de US$ 145 ó 180. La carta más cara ofrece confecciones de la famosa chef de Los Ángeles Joanne Purnell, cuyos menúes de degustación incluyen carne en salsa de vainilla y salmón cubierto de ajonjolí. Los primeros dos platos se sirven en el transcurso de dos rotaciones del Flyer, mientras que el postre y el café aguardan a los comensales en el salón VIP al concluir la experiencia. O bien, los comensales de altura pueden alquilar toda la cápsula por la friolera de US$ 1.100 dólares y disfrutar de 60 minutos en el cielo (singaporeflyer.com).
Si usted es de los que prefieren tener los pies bien plantados en el suelo, puede elegir una opción sensorial distinta en Dans le Noir?, restaurante gourmet “a ciegas” con sucursales en París, Londres y Moscú (e instalaciones proyectadas a futuro en Barcelona y Nueva York). El establecimiento priva a los invitados temporalmente de la vista para estimular el sentido del gusto. Luego de hacer antesala para ordenar un cóctel y enterarse de los detalles del concepto, unos guías ciegos conducen a los asistentes a sus lugares en un salón completamente a oscuras, donde también hacen las veces de camareros y ayudan a los quisquillosos a asimilar la experiencia. Puede elegir entre una carta vegetariana, de carnes o mariscos, así como las sugerencias del chef; en París, los dos platos tienen un costo aproximado de US$ 57.
Los fundadores hacen hincapié en que ofrecen más que una comida elegante y peculiar: pretenden cuestionar la importancia de la vista en nuestras vidas, induciendo a los comensales a “conectarse” con sus alrededores y compañeros de mesa de una manera por demás difícil (danslenoir.com).
En el Snow Restaurant de Finlandia, el sentido del tacto es la estrella de la noche. Situado dentro de un complejo de hielo, el restaurante está comunicado con un complejo de castillo, hotel y capilla, todos construidos con nieve congelada y compactada. Además de la reserva, los comensales deben llevar ropa de invierno adecuada, botas, gorro y guantes para aprovechar al máximo la ocasión (y evitar congelarse); la temperatura permanece constantemente por debajo de 5 grados centígrados. La carta gourmet (fija) cuesta entre US$ 51 y 69 e incluye exquisiteces escandinavas. El entorno y mobiliario están hechos completamente de hielo y la decoración minimalista, realzada por un juego de luces, provoca una descarga de intenso color. Los mesas y los bancos de madera, cubiertos de piel, son la única concesión al concepto convencional del confort (snowcastle.net/en). Aunque, bien visto, el confort no es lo primero que tienen en cuenta los aventureros culinarios.
elargentino.com

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