miércoles, 23 de diciembre de 2009

No todo es feliz en Navidad

Por Carmen Iriondo
Especial para lanacion.com
Genéricamente se llaman "fiestas" al espacio de tiempo que transcurre entre el 23 de diciembre y el 6 de enero, fecha en que los Reyes Magos bajan el telón de la algarabía. Y los zapatitos vuelven a ser eso: simple calzado que ya no espera nada.
Las fiestas implican un imperativo: ¡Ama a tu familia y al prójimo, en paz, comiendo y bebiendo, perdonando a los familiares que han logrado ser horribles y sé generoso y feliz!
Una parte de la población logra salir invicta del pasaje festivo, amable, tranquilo, religioso para algunos y de reunión con los seres queridos, para otros. Son, en general, los que no tienen grandes expectativas ideales y se conforman con lo que tienen y son. Es decir, lo que seguramente han construido, con mucho tiempo y compromiso, una familia sólida, con ocupaciones y trabajo, un buen pasar económico, respeto por las diferencias ideológicas y, básicamente, profesando amor a los hijos y niños que la componen.
Pero existen los que no la pasan tan bien en las "fiestas". Los que temen al clima navideño y sufren por esto que padecen como una rareza: la imposibilidad de responder a la alegría que presuponen en todos los demás.
Estas personas se erizan ante los villancicos que suenan sin descanso, se irritan ante los adornos y arbolitos que pierden brillantina por doquier. Ni qué decir de las listas intactas y sin cumplir de tantos obsequios obligados y el acaloramiento del clima veraniego congelado por los aires acondicionados que cada vez simulan más la temperatura de la Antártida, de los ¡renos! de cartón en Buenos Aires y de algún envejecido Papá Noel que insiste en sentar en la falda a chiquitos que manejan el MP3 y son " cool ".
Seres a los que les es difícil negar el temor a un año que se presenta sin proyectos o a un mundo que se suma a la violencia consumista y no puede metaforizar siquiera el nacimiento de un niño.
De cualquier religión y cualquier género.
A lo mejor la Navidad roza un tiempo infantil en el corazón de algunas personas y duele el lugar del alma donde se reviven ilusiones no del todo sepultadas. Hijos de padres separados que detestan las fiestas por haber sufrido las divisiones consiguientes de las familias, los que no tienen recursos, lugares o esperanza suficiente para hacer el esfuerzo de creer en la simpleza de estar juntos y los que no soportan ser testigos del asiento vacío en la mesa del que partió en ese año dejando tanta pena sin consuelo.
La pregunta de rigor para hacerse con cierta anticipación es la más obvia: ¿Con quién quiero pasar de verdad Nochebuena? ¿Cómo tengo ganas de celebrar el hecho de estar vivo hoy para Nochebuena? ¿Son tan importantes los regalos o es mejor un buen abrazo para los grandes y un beso y un regalito para los más chicos?
No existe la Navidad ideal. Atravesemos la que nos toca en suerte, estando vivos, junto a nuestros semejantes.
Por la chimenea inexistente, donde crepitan leños imaginarios para mitigar el frío irreal de una nieve importada de fantasía, es mi deseo que haga su entrada Papá Noel y que, por un instante suspendido, nos haga creer en una vida digna y amorosa para todos los argentinos.
Sugerencias para una Navidad mejor:
Reconocer que es un momento de posibles tensiones, cansancio y falta de tiempo.
Crear un momento íntimo para permitirse la reflexión.
No atenernos a reglas y tradiciones muy estrictas.
No todos los años son iguales. Cambiar algún adorno, el lugar del árbol, algún invitado, usar la imaginación.
Atención con las compras. Está comprobado que la mayoría de los regalitos de navidad quedan olvidados en algún oscuro placard o cajón por falta de tiempo de cambiarlo. No gastar de más. Hacer las compras con ganas pensando más en cada persona que en cada regalo y construir personalmente algunos obsequios: un dibujo, un poema, un tejido.
Dejar los problemas familiares para después del 6 de enero. Y allí, si perduran, retomarlos con bríos renovados.
Tener una familia es un privilegio. Reconocerlo.
No olvidarse que los chicos miran a los mayores y van construyendo su futuro enfoque hacia lo festivo. Dejar las malas caras para otra oportunidad.
Encarar el fin de año con un sentimiento nuevo de elección y de renovación. Brindando con el instante de alegría que llevamos todos inscriptos en algún lugar del corazón.
La autora es psicóloga y escritora.

No hay comentarios: