martes, 22 de diciembre de 2009

entrevista con el enigmático señor s, creador de los premios estímulo a nuevos talentos

Un fantasma recorre el teatro independiente: el fantasma de los Premios S, cada vez más conocidos y codiciados en el mundo del off. Lo de fantasma, vale aclarar, no es simple juego parafrasístico: como un secreto a voces que cada año va adquiriendo mayor trascendencia, el galardón –a contramano de otros, donde se conoce al jurado y un gran despliegue puede acaparar más atención que los premiados– consiste en la entrega de una suma de dinero a directores, dramaturgos y/o actores (en todas sus combinaciones posibles) para armar un nuevo espectáculo, de la mano de un señor que no da a conocer su nombre y cuyo único objetivo es asegurar la continuidad creativa de los artistas que considera valiosos.
Pero él, que prefiere permanecer en el anonimato, no se considera un mecenas, “porque ésa es una palabra que connota mucho más” de lo que cree estar haciendo por el teatro independiente. “Las obras seguirían siendo las mismas o muy parecidas sin este premio. Quizá el premio ayuda a tener una escenografía un poco mejor o a pagar una sala de ensayo más holgadamente, pero los trabajos serían casi iguales: los artistas se las arreglarían para hacerlo muy bien de todas maneras”, asegura él, de profesión abogado, con llamativa modestia. Y sigue: “Por eso es que no recibo carpetas, ni leo proyectos y sólo veo trabajos en el escenario: me interesa que el artista al que premio se haya animado a hacer su trabajo, incluso con poco dinero. Sí me interesa estimular carreras que están empezando, pero no doy el premio a alguien que todavía no existe en el medio teatral”.
Anunciados la semana pasada en un picnic organizado por este misterioso señor (el señor S, de aquí en más) este año los premios recayeron en Javier Drolas y Verónica McLoughlin, que recibirán 10 mil pesos cuando comiencen a ensayar sus próximos trabajos. Sus perfiles son casi opuestos: Verónica, a quien el señor S nunca había visto personalmente, dirigió este año por primera vez y está comenzando a hacerse un camino en la escena teatral. La distinción a Javier, en cambio, fue, como él mismo elige llamarlo, un “premio a la insistencia”: el premiador lo había visto durante 2003 en Bizarra, de Rafael Spregelburd, y desde entonces siguió casi toda su carrera. Pero recién este año, a partir de la creación colectiva de 124, en la que estaba involucrado Drolas, decidió que había llegado el momento del galardón. Con el dinero obtenido, el teatrero concretará un segundo trabajo con el grupo con que armó esta obra (Cecilia Blanco, Agustín Repetto, Fernando Tur). McLoughlin trabajará en una adaptación del cuento de Antón Chéjov La mujer del boticario.
Y aunque la distinción es, en primer lugar, un estímulo económico, una especie de propulsor de trabajos teatrales de calidad, recibirlo implica también una especie de voto de confianza y un pequeño baño de prestigio. El señor S dice: “Es rarísimo eso, porque el premio es una chantada y es sólo consecuencia de un impulso, de un deseo personal de estar involucrado en procesos creativos de artistas que considero valiosos. El primer año que lo entregué, en 2003, se lo di a Mariana Chaud y a Laura Paredes. Fui al teatro acompañado por mi hijo, que por entonces tenía 6 años, a entregarles una cartita para contarles que las había elegido. Y en parte porque Mariana y Laura fueron generosas, y no lo interpretaron como una bizarrez absoluta, pude concretar ese deseo. Ahora que pasaron unos cuantos años y con el premio ya instaurado, creo que no le he errado: todos los chicos que lo recibieron siguen trabajando y a todos les va muy bien. No sé si este premio da prestigio, pero la compañía de artistas que te rodean si lo ganás es muy buena, de eso no caben dudas”. Repasemos: Paredes y Chaud en 2003, Santiago Gobernori y Cecilia Rainero en 2004; Inés Efrón y Laura López Moyano en 2005; Mariela Asensio y Matías Feldman en 2006; Romina Paula y Agustina Gatto en 2007 y el colectivo Piel de Lava (Pilar Gamboa, Elisa Carricajo, Laura Paredes y Valeria Correa) el año pasado.
La elección de nombres que cada año engrosan la lista de “premiados S” –una elección caprichosa, es cierto, pero no por eso poco esmerada– se da siempre en diciembre, después de que el premiador ha visto, a lo largo de todo el año, cerca de 40 espectáculos del circuito off más instalado –El Camarín de las Musas, el Portón de Sánchez, Espacio Callejón– y, cada vez más, de las salas más pequeñas que no siempre están en el foco de atención. Así, el señor S se ha convertido, sin proponérselo, en un crítico de traje y corbata; un señor de oficinas con olfato artístico; y no porque le interese ofrecer su punto de vista en diarios y revistas, sino por el interés y el conocimiento que tiene sobre el circuito teatral (resultado de casi diez años de ver muchísimo teatro alternativo, un fenómeno que descubrió, dice, casi por casualidad) y por su demostrado ojo para encontrar tendencias y personalidades destacadas, incluso con más certidumbre que algunos periodistas especializados y ciertos estudiosos del tema.
Dos con un 2010 lleno de proyectos
Además de comenzar a ensayar las obras que contarán con el aval y subsidio S, Verónica McLoughlin y Javier Drolas están involucrados en una decena de proyectos: Drolas seguirá actuando en Reflejos, de Matías Feldman, y Lúcido, de Rafael Spregelburd, además de reestrenar 124, trabajo de su autoría. También ensaya con Ciro Zorzoli una obra que se verá en el Teatro Sarmiento cerca de mitad de año y vuelve con las Veladas temáticas de la Compañía Teatral Mondo Pasta, que festeja en 2010 su décimo aniversario. McLoughlin reestrena su ópera prima, Voto de silencio. La historia de un beso en sala a confirmar, comienza a ensayar con el director Martín de Goycoechea y vuelve a la carga, a partir de febrero, con Noches de verano, de Cristian Scotton y dirección de Pedro Antony.
criticadigital.com

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