lunes, 14 de diciembre de 2009

Jesucristo y los superstars

Cuando era chico, digamos, un adolescente con acné y erecciones hasta en la hora de la merienda, el actor Samuel L. Jackson llegaba a la iglesia con anteojos de sol. No era para hacerse el canchero. Era básicamente porque se lo pedía su mamá. No quería que el grupo de devotas del barrio viera la cara con que su hijo ingresaba a rezar. Digamos, cara de resaca. Cuando se hizo famoso como actor, y mientras Samuel L. hacía de sicario y repetía salmos bíblicos en Pulp Fiction al tiempo que achuraba gente, Jackson se mantuvo fiel a los anteojos y lejos de las iglesias. Pero luego, cierto fanatismo por los vicios le hicieron tocar fondo y volver a comulgar en la iglesia con la Biblia entre las patas. A Samuel, Dios lo mantuvo alejado de algo a lo que gran parte de la población busca acercarse, muchas veces, sin suerte: el champán.
“Yo no he vuelto a tomar una copa en quince años. Probablemente podría beber sólo una copa de champán y estar bien, pero mi historial dice que cuando abro una botella me siento hasta que la termino”, le dijo hace poco a la revista Pantalla Semanal, donde narra con lujo de detalles cómo abrazó a Jesús y soltó el champán, la joda y, a regañadientes, la cocaína.
“Jamás he podido beber sólo una copa y eso me lo tengo que recordar día a día. Es una de las primeras cosas que hago por la mañana, pedirle a Dios fuerza para no beber ni tomar drogas ese día. A veces la fe es importante para mantenerse sereno en los momentos de tentación. El simple hecho de estar aquí ahora y no estar borracho tirado en la calle o completamente drogado se lo debo a Dios”.
El 25% de la población norteamericana es cristiana. Es decir, uno de cada cuatro encontró la luz, aunque no se sabe a ciencia cierta si se apartaron del champán. Sin embargo, nunca las estrellas del cine se sumaron tanto como hoy a la cruzada cristiana. Hacen donaciones millonarias a la iglesia. Participan en proyectos conjuntos para lanzar la Biblia en el iPod relatada por actores consagrados. Y cada dos por tres, en lugar de aparecer en las revistas de chimentos partiéndole la cara a un paparazzi, salen en las revistas cristianas contando cómo rezan todas las mañanas, cortan el pavo, son fieles a sus matrimonios y son requetefelices yendo a misa.
La nueva tendencia de Hollywood es la noticia más resonante en los medios católicos. Todos mencionan, alabado sea el Señor, cómo Antonio Banderas, Melanie Griffith, Meg Ryan, Denzel Washington, Christina Applegate, Tyler Perry o Hillary Swank se subieron a la alfombra roja que los lleva, más que a la entrega de los Oscar, a otra clase de entrega, en el confesionario de la iglesia.
Cada dos por tres, una revista cristiana habla maravillas de, por ejemplo, el actor Denzel Washington y no precisamente por sus películas. En abril, Denzel, hijo de un sacerdote, visitó un centro médico de atención de veteranos de guerra en San Antonio, Texas. Preguntó cuánto costaba levantar un edificio similar para albergar a soldados víctimas de traumas bélicos. Un asistente le dijo la suma. Importante. Y ahí nomás, Denzel llenó un cheque por una cifra idéntica. “¿Por qué –se preguntó el portal Christian&american.com– Britney, Madonna y Tom Cruise llegan a las portadas de los medios con actos ridículos mientras que este acto caritativo de Denzel no alcanza ni la página tres de ningún periódico?”.
El portal cristiano Beliefnet.com puso a Washington segundo en la lista de los creyentes más fervorosos de Hollywood, detrás de Mel Gibson, quien se ganó el primer lugar gracias a su film La pasión de Cristo –según Beliefnet, “el Santo Grial de Hollywood”–.
Por si fuera poco, Gibson creó la subsidiaria FoxFaith, que apoya películas de temática cristiana. Hasta ahora, nadie lo bajó del ranking.
“Mi iglesia es mi trabajo”, suele declarar Washington, uno de los protagonistas del proyecto The Bible Experience, un registro sonoro y musical del libro sagrado donde intervienen 400 artistas, productores, directores, y hasta clérigos, incluidos 23 ganadores de premios Grammy, ocho premios Emmy, cinco Globos de Oro y tres premios Oscar.
En el álbum, el actor Forest Withaker hace de Moisés. Denzel y su esposa se ocupan del Cantar de los Cantares. Y Samuel L. Jackson, ya sin anteojos de sol, hace el papel de Dios. La obra consiste en 55 CD, más un DVD con la trastienda de la grabación.
The Bible Experience ya se convirtió en la versión en audio de la Biblia de más rápida venta en la historia. Un total de 89 horas corridas que cuestan en el mercado 78 dólares. Y no incluye botella de champán.
Rocky y Terminator chupacirios. Por primera vez, el semanario católico Cristo Hoy puso a tres estrellas, Jackson, Hannah Montana, y Sylvester Stallone, en la portada de su número de fines de septiembre. “Seguramente muchos de estos personajes no son oro 24 quilates –escribieron los editores, entre resignados y entusiastas–, pero esto no quita poder destacar algún aspecto que motive la vivencia de la fe hoy”.
Durante el estreno de la última saga de Rocky, Stallone dio una entrevista para el Catholic Digest –no es un aparato digestivo católico, sino uno de los medios cristianos más populares–. Allí habló de cómo no sólo volvió con Balboa al cine, además volvió con la iglesia a cuestas. En su momento, aun sin anteojos de sol, se las vio negras.
En 1996, su hija Sofía de dos meses fue operada en el Los Angeles Medical Center. Se sometió a una delicada cirugía a corazón abierto. En ese momento sensible, Stallone, millonario y desconsolado, se arrimó a Dios y a la iglesia. La operación fue un éxito –¿y si no lo hubiera sido?–, y el actor se transformó en un cruzado católico. “Cuando mi hija nació enferma, me di cuenta de que necesitaba ayuda. Así que empecé a poner todo en manos de Dios, en su omnipotencia y en su piedad”, dice el actor.
“Hoy en día, ser católico me pone en el lugar donde debo estar. Yo estaba solo en este mundo. Y creía que siempre podía hacer las cosas a mi modo. Hoy me entrego a la sabiduría de Jesús para tomar la decisión correcta”.
Además de levantar la bandera cristiana, Stallone alienta a sus fans a hacer una relectura de las películas que lo hicieron famoso. Supongamos la trama de Rocky, por ejemplo. Usted podrá pensar que es básicamente la historia de un tano de pocas luces que se banca palizas monumentales y que sólo gana cuando los adversarios se rinden por el dolor de manos de tanto pegarle. No, señor. Eso, al menos, no era lo que Stallone tenía en mente al crear la saga.
“En verdad –confesó al Catholic Digest– sentí que al escribir la primera parte de Rocky mi mano era guiada por algo del más allá. De hecho, en Rocky I la primera persona que vemos es a Jesús, en el muro del gimnasio. Y en la 6, Balboa vuelve con una clase diferente de energía: la energía de Jesús. Al final de la película, levanta los pulgares en señal de respeto hacia él. Cuando uno ve la película, descubre que Rocky trata de verdad de escuchar a su corazón y no tanto a su mente, y de aceptar la guía de alguien mucho más poderoso que él: Jesús”.
Podrá pensar también que quizás Balboa tuvo siempre algo inocente y hasta espiritual, aun en medio de su masa muscular y un escenario tan poco católico como un ring de boxeo; sin embargo, ¿qué hay de Rambo, esa máquina de matar gente de todas las clases de pigmentación epidérmica? Stallone no justifica las primeras tres Rambo, donde el ex veterano de Vietnam se despacha con medio centenar de vidas –es decir, deja sin padre a unas 50, 60 familias, normalmente de origen humilde y normalmente personas de gran fe–. Pero sí, asegura, Dios está sin dudas en Rambo IV, la última de la serie. “Rambo es un ateo extremo. Ya no cree en nada ni en nadie más”, explicó Stallone durante el estreno. “Así que su trabajo es llevar a un grupo de cristianos en bote a un territorio muy hostil. Ellos llegan a dar medicamentos, servicios odontológicos y además predican la palabra de Dios a los nativos. Rambo tiene conversaciones con estos cristianos y no ve las cosas como ellos. En un momento, esta gente es capturada y Rambo empieza a sentir la influencia de su fe en medio de esta situación de riesgo. Creo que el mensaje del film va funcionar”. A decir verdad, más allá de sentir la influencia de la fe, Rambo hace lo que mejor sabe hacer: manda a los secuestradores al infierno, no precisamente gracias al poder de la Biblia, sino al poder de persuasión de un puñado de granadas de mano, fusiles de guerra y degollamientos con cuchillos de caza. “Para mí es una película cristiana –insiste el director–. Creo que uno puede tener una temática cristiana sin necesidad de tocarla tan directamente. No se puede salir a machacarlo con un martillo. Hay que ser sutil.”
Stallone no es el único forzudo que defiende a Cristo. Ahí lo tienen a Arnold Schwarzenegger, otro gran militante cristiano. De tan cruzado cristiano, tuvo que declarar en los medios que su fe no iba a obstaculizar su gestión como gobernador de California. Especialmente, a la hora de apoyar la investigación sobre células madre, uno de los pilares de su gestión. “Siempre dije que uno no debe dejar que su religión interfiera en su política de gobierno o en sus políticas con la gente”, dijo Arnold al Toronto Star, a poco de filmar un acuerdo de 30 millones de dólares en Canadá para apoyar la investigación con células madre, un tema irritante para la iglesia. “Yo soy católico y muy devoto, pero eso no interfiere con mi decisión, pues considero que el estudio de las células madre, de la forma que lo estamos haciendo en California, es la forma correcta de proceder y va a curar un montón de estas enfermedades”. El padrastro de Arnold, Sargent Shriver, quien trabajó en la administración Kennedy, padecía de Alzheimer. Él sabe lo que es sufrir una enfermedad sin una cura a la vista. Arnold es un católico atípico: asiste a la iglesia de Santa Monica –la misma a la que va el actor Martin Sheen y el escenario de una película de 1944 donde Bing Crosby hacía de cura–, defiende el derecho al aborto y el matrimonio entre homosexuales.
En el 2004, cuando aprobó una ley que otorgaba seis mil millones de dólares de impuestos a la investigación de células madre, muchos grupos católicos lo señalaron con el dedo y cuestionaron sus creencias. Raymond Flynn, cabeza del movimiento antiabortista Liberty, Family & Life Center, le escribió una carta llamándolo a la reflexión como cristiano: “Me pregunto seriamente si usted entiende las enseñanzas de la fe católica, al apoyar la destrucción de embriones humanos para la investigación de células madre”. Arnold no acusó recibo. Por suerte. O, para decirlo mejor, gracias a Dios.
Bono, Beckenbauer y Hamilton
Mire por donde mire, verá un mundo regado de cristianos convertidos. Bono, el líder de U2, dijo que su último álbum estaba inspirado por la Virgen. El ex futbolista Franz Beckenbauer visitó al papa Benedicto XVI y decidió así como así, en un abrir y cerrar de ojos, volver a la iglesia. “Es una personalidad impresionante”, contó, fervoroso.
“Hay que ser muy fuerte para soportar todo lo que implica el acoso de los medios y no permitir que ni eso, ni el dinero ni la fama acaben cambiando tu vida. Lo más importante es mantener los valores y las creencias”, dijo Lewis Hamilton, piloto de Fórmula Uno y católico desde la cuna. Robert Kubica, otro corredor polaco, es tan devoto de Juan Pablo II que jura que el difunto pontífice lo salvó milagrosamente de un accidente durante una competencia –desde el más allá, claro–.
Hasta en el mundo del modelaje, Jesús prende. Adriana Lima, una de las modelos mejor pagas de Brasil, defiende la virginidad hasta en la boda. Y a Carrie Prejean, Miss California, le quitaron la corona, conjeturan los medios, por tomarse la religión al pie de la letra y criticar hasta los casamientos entre gays.
criticadigital.com

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