lunes, 14 de noviembre de 2011

La luz al final del túnel, el último enigma de la mente humana

'La muerte de Casagemas', de Pablo Picasso. | El Mundo
A lo largo de la vida, la mente nos puede jugar malas pasadas o hacer ver cosas que no están allí: desde la sensación de parálisis que acompaña a algunas pesadillas hasta la percepción de haber abandonado el cuerpo. Es relativamente común recordar experiencias que tradicionalmente han sido consideradas como paranormales, aunque en realidad pueden deberse a estados profundos del sueño, la acción de ciertas drogas o a vivencias traumáticas que inducen cambios en el cerebro.
La experiencias cercanas a la muerte, tal y como las refieren algunas personas que han sufrido un paro cardiaco o han estado a punto de morir, podrían definirse como un compendio de todas estas anomalías: los pacientes perciben que su conciencia escapa de su propio cuerpo, vislumbran un túnel negro con una luz al otro lado, se sienten rodeados de presencias que identifican como espíritus, ángeles o fantasmas; y, a menudo, les acompaña una sensación de plenitud o estado de euforia.
Estos recuerdos, que se han observado y recogido en hospitales de todo el mundo, han sido interpretados habitualmente desde un punto de vista místico, religioso o paranormal, pero varios grupos de expertos opinan que deberían incorporarse al estudio académico. Algunos científicos consideran, de hecho, que la neurología y la psiquiatría actuales ya cuentan con herramientas suficientes para explicar el fenómeno, que sería la suma de una serie de experiencias cerebrales extremas provocadas por la propia cercanía de la muerte.
Los investigadores británicos Dean Mobbs, del Medical Research Council de Cambridge, y Caroline Watt, psicóloga de la Universidad de Edimburgo, elaboraron un estudio que repasaba varios de los síntomas más extendidos en las experiencias cercanas a la muerte y ofrecía una explicación biológica factible para cada uno de ellos. La percepción de encontrarse en un tunel, por ejemplo, puede deberse a fallos en la visión periférica, ocasionados por la carencia de oxígeno en el cerebro que se produce tras sufrir un paro cardiaco.

Carencia de dopamina

Las visiones de espíritus o fantasmas podrían estar relacionadas, según estos autores, con otro efecto neurológico: la escasez de dopamina. Este neurotransmisor también se encuentra en muy bajos niveles en los pacientes de Parkinson, los cuales sufren alucinaciones, delirios y otros síntomas psicóticos que podrían asociarse a la referida sensación de encontrarse rodeado de ánimas.
Sin embargo, los pacientes que han vivido una experiencia cercana a la muerte no la suelen recordar como un mal trago, sino que dicen haber sentido una calma total y un estado de plenitud, dispuestos a acoger con alegría lo que fuera que les esperara al final del túnel. Pero Mobbs y Watts recuerdan que estas sensaciones también pueden derivarse de desarreglos neuronales.
Por ejemplo, la ketamina, un anestésico veterinario que se emplea como droga recreativa, provoca entre sus usuarios sensaciones de entusiasmo y euforia -además de otros peligrosos efectos- y en ocasiones se han registrado experiencias cercanas a la muerte, incluida la percepción de abandono del propio cuerpo, por parte de los consumidores de esta sustancia.
"Pese a las creencias populares, las investigaciones sugieren que no hay nada paranormal sobre estas experiencias", concluían los autores en su estudio, publicado en 'Trends in Cognitive Sciences'. "Por el contrario, las experiencias cercanas a la muerte son la manifestación de las funciones normales del cerebro cuando se estropean, durante un suceso traumático y, a veces, inofensivo", añaden.

Una nueva ciencia de la mente

Otros expertos opinan, por el contrario, que las experiencias cercanas a la muerte son demasiado complejas para que nuestro actual -y limitado- conocimiento neurológico pueda ofrecer una explicación exhaustiva del fenómeno. Lo cual no quiere decir que deban relegarse al campo de lo paranormal.
El problema radica, más bien, en que sería necesario un nuevo paradigma científico del cerebro para poder entender cabalmente lo que sin duda es una de las experiencias más extremas a las que debe enfrentarse nuestra mente: la contemplación, desde un estado de inconsciencia, de su propia extinción física. El cardiólogo británico Sam Parnia, que ha realizado varios estudios con decenas de supervivientes a paradas cardiacas, defiende que las percepciones narradas por quienes han atravesado esta vivencia escapan al ámbito de la actual neurología.
En un informe publiacado en 2001, junto al psiquiatra Peter Fenwick, el doctor Parnia relataba una serie de experiencias que no podrían explicarse como un mero episodio de confusión o alteración neuronal. Algunos pacientes, argumentaban estos autores, daban "detalles específicos relacionados con las técnicas de resurrección, verificados por el personal del hospital, que no pueden, sencillamente, explicarse de esta forma". "Para que estas memorias se formaran", insisten, "una forma de conciencia debió estar presente durante la parada cardiaca".
Parnia y Fenwick sostienen que, pese a la reducción del flujo sanguíneo y de las funciones cerebrales que sufren los pacientes, las experiencias cercanas a la muerte que relatan "no son confusas". Por el contrario, manifiestan "elevados niveles de conocimiento, atención y conciencia, en un momento en que la conciencia y las memorias no deberían ocurrir", según los investigadores. "Una nueva forma de pensar es necesaria para proporcionar una nueva perspectiva de esta intrigante, aunque ampliamente desconocida, área de la ciencia", concluyen.

El cerebro cuántico

Una de las vías para reformar la ciencia de la mente más populares en los últimos años -aunque de limitada penetración en el ámbito médico- ha sido la propuesta por el prestigioso físico y matemático Roger Penrose, quien sostiene que los fenómenos aparentemente inexplicables de la mente humana se deben a la naturaleza cuántica de la misma.
Algunos autores, como el psicólogo Bruce Greyson, de la Universidad de Virginia (EEUU), defienden que una teoría cuántica del cerebro podría explicar las experiencias cercanas a la muerte desde una perspectiva "que desafíe al reduccionismo materialista", aunque no por ello paranormal. Las experiencias cercanas a la muerte y otros fenómenos de la mente requerirían, según Greyson, "de una psicología revisada, que no esté anclada en la física clásica del siglo XIX sino más bien en la física cuántica del siglo XX, la cual incorpora la conciencia en su formulación conceptual".
Pero todas estas reflexiones académicas quedan lejos, en realidad, de la práctica médica diaria. Lo habitual es que un paciente que ha sido resucitado tras un paro cardiaco no comente sus percepciones -si es que las tuvo- con el personal sanitario, y se muestre desorientado y confuso durante un tiempo, hasta que recobra por completo la conciencia. El doctor Francisco José del Río, intensivista en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid, explica que "lo más normal es que no recuerden nada; suelen tener un espacio en blanco".
"A veces hay cuadros estructurados de algo parecido a lo que es un delirio, pero sin tener una idea muy clara de qué es lo que ha pasado", comenta este especialista a ELMUNDO.es. "Yo llevo muchos años en esto y no he oído nunca a nadie que hable de una luz al final del túnel. Algunos dicen que recuerdan haber visto al equipo que les atendía: probablemente están mezclando recuerdos de cosas que han visto con lo que se les cuentan". Hay que tener en cuenta, recuerda Del Río, que "no es un despertar fisiológico como el que tenemos por la mañana todos los días", sino que los pacientes han recibido fármacos que pueden afectar a sus percepciones: "No se puede sentir con claridad qué está pasando", insiste.
elmundo.es

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