martes, 15 de noviembre de 2011

Duerme en la calle y tiene TV por cable


Su insólita casa, al aire libre, llama poderosamente la atención: tiene un televisor con señal de cable, una garrafa para cocinar y un húmedo colchón, generalmente ocupado por dos perros. "Mi vida no es fácil, te habrás dado cuenta", rezonga Alejandro, de 38 años, que hace ya 11 se anidó en esa circunstancial morada sobre la vereda de Scalabrini Ortiz al 2900, casi esquina Santa Fe, en pleno Palermo.
Allí, un sillón, una valija y un viejo tarro de pintura con unas flores completan y adornan su dura realidad callejera. "Me vine acá cuando la droga me dejó en la calle. Pero desde 1998 que no consumí más. Ahora me dedico a hacer mandados a algunos comercios vecinos. La gente del barrio me ayuda. No todos, pero como yo no molesto a nadie, siempre pude estar acá", dice Alejandro, cuidado por algunos vecinos y fuertemente rechazado por otros.
Nacido en San Miguel, pero porteño por adopción, según se autoproclama, este hombre que dice bañarse en la fuente del Monumento de los Españoles, se ocupa primero de alimentar a sus perros, a quienes bautizó "Alberto Cortés" y "Nino Bravo". Más tarde, llena su panza. "Con Alberto -por el can blanco- vivo acá desde hace casi 12 años. Y si sigo en la calle es porque en ningún lugar me los aceptan. Del gobierno de la ciudad me ofrecieron varias veces ir a los paradores, pero a ellos no los puedo dejar. Así que de acá no me voy porque es mi casa."
Alejandro está todo el día con la televisión encendida, a la que ató con una cadena que está amurada a la vereda. Apenas si la mira de reojo. "A la noche me engancho o miro algún partido. Me distrae. ¿Dónde la enchufo? Eso no se pregunta, amigo. Me ayudan. Antes había tenido otros dos televisores, uno me lo arruinó la lluvia y otro me lo robaron", cuenta.
El caminante ocasional queda enmudecido con la imagen: un hombre, sentado en un sillón, en la vereda, cambiando de canal con un control remoto. "Que pase esto acá es una locura, viejo", susurra una mujer a este cronista mientras el fotógrafo lo retrata. Otro vecino, en cambio, se queda a conversar con él sobre sus perros. "Mirá, mirá... los chicos de la facultad me sacaron fotos y me las regalaron con este álbum. Un día hablé por radio con Chiche -por Samuel Gelblung, el periodista-. Acá soy un tipo conocido y popular. Y tengo una madre adoptiva que me ayuda en todo; es una gran mujer", afirma Alejandro.
Esa mujer se llama Viviana Fernández y tiene una agencia de lotería en la misma cuadra. "La mitad de la gente del barrio lo quiere, y la otra mitad no. Hay gente que se detiene y le pide a la policía que lo eche del lugar. Pero otros lo ayudamos. Es una buena persona, de gran corazón. Sus perros son su familia y le damos una mano cuando ellos se enferman", dice la mujer.
El guiso es su especialidad, según cuenta "Pechito", apodo que se ganó en ese barrio. Lo prepara en una olla sobre una garrafa con calentador, que hace de cocina. "El invierno es mucho más duro que el verano. Pero nunca paso hambre", dice este hombre, que tiene el nuevo DNI con el sello de la última votación. Otros, en cambio, no admiten su presencia. Un comerciante que pidió reserva de su nombre dijo: "Yo no le presto mucha atención, porque, si no, se me queda todo el día acá adentro y me ahuyenta a los clientes. No está bien que tenga tantas cosas en la calle y no podés pasar".
La Ciudad reconoció que en varias ocasiones intentaron dialogar con él, pero nunca quiso dejar la calle. En principio fue asistido con vales de comida, aunque él asegura: "Ya no necesito nada. Estoy bien".

La familia que vive en un shopping

Aún pasa largas horas en el shopping Alto Palermo una familia integrada por un arquitecto de 70 años, su esposa y su hija de 36 años, quienes en 2009 cobraron notoriedad al ser fotografiados durmiendo en la mesa de una casa de comidas rápidas.
Félix, apodado Coco y que por muchos años trabajó para una empresa constructora, y Elena, conocida como Cuqui, son jubilados. Tenían un buen pasar económico y una casa en Barrio Norte, según contaron representantes del Ministerio de Desarrollo Social.
Según confirmaron a La Nacion desde IRSA, propietaria del shopping, la familia está allí desde 2008 y pasa largas horas del día en el lugar. "En distintas oportunidades les ofrecimos ayuda. Quisimos acercarlos a los planes para personas sin hogar, pero una y otra vez nos repitieron que no necesitaban ayuda. Se comportaban como cualquier cliente, respetando los usos y costumbres del shopping y sin molestar a nadie. Pagan por su comida y algunos locales se la dan en forma gratuita. Son personas muy educadas y respetuosas", contó una fuente del paseo de compras.
El último censo del gobierno porteño sostiene que hay 1287 personas adultas, solas o con chicos, que duermen en la calle.
lanacion.com

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