miércoles, 16 de junio de 2010

Los 'médicos' que cuidan el ánimo del paciente

Treinta años en el mundo de las finanzas. Primero en un banco español, luego en otro americano, en uno inglés... Llegó a director general. Y un día, se le presentó un problema grave de corazón. Le operaron y le dijeron que no podía trabajar más de cuatro horas diarias. De ahí a la prejubilación, un paso. Desde octubre del año pasado, Paco, de 52 años, es voluntario de la Asociación Española contra el Cáncer. Los miércoles por la mañana se presenta en el hospital de la Princesa, se pone su bata blanca y su mejor sonrisa, sube a la sexta planta (hematología) y entra en el área dedicada al trasplante de médula ósea.
"Tienen que escuchar, pero no intervenir", es una de las normas
Va de habitación en habitación. Si el paciente quiere, entra. "Le pregunto: '¿qué tal estás?', '¿de dónde eres?', hablamos de fútbol. Si es del Atlético, yo también soy del Atlético. Pregunto si quieren leer un libro, si necesitan agua...". En definitiva, les acompaña. Los voluntarios dan conversación, ánimos, entretenimiento para no pensar en la enfermedad, apoyo emocional para los ratos malos. Se adaptan a lo que necesite el paciente. "Es reconfortante", dice Paco. "Parece que tu tiempo vale algo". Como él, más de 1.600 madrileños realizan labores de voluntariado en los hospitales de la región.
Mujer joven, de entre 25 y 40 años, con estudios universitarios y trabajo. Ese es el perfil de los voluntarios que colaboran en los hospitales, según destacaron ayer la viceconsejera de Familia y Asuntos Sociales, Regina Plañiol, y la viceconsejera de Asistencia Sanitaria, Ana Sánchez, durante la II Jornada de Voluntariado en centros hospitalarios. En los últimos años, sin embargo, se ha notado un incremento de voluntarios mayores de 55 años, muchos de ellos prejubilados.
Flori Valdavida casi entra en ese perfil. A sus 52 años, con dos hijas ya criadas -"ahora me necesitan menos", dice-, va una vez a la semana al hospital de día de la Princesa. Una sala amplia, de colores alegres y grandes ventanales. Un lugar que trata de ser acogedor; aquí los pacientes oncológicos reciben quimioterapia y su tratamiento puede ser de media hora o de siete. "Lo primero que haces al entrar es poner la sonrisa, en plan 'aquí está la primavera'. Tienes que transmitir a la gente alegría de vivir. Luego vas saludando persona por persona. Hay gente que te coge de la mano y te quedas con ellos una hora", explica. La Asociación Española contra el Cáncer (AECC) tiene en la Princesa una treintena de voluntarios. "Hacemos acompañamiento en sustitución de la familia, apoyo emocional", relata Isabel Serrano, la coordinadora de los voluntarios en el hospital.
Juan Antonio Cuesta, de 52 años, dice que agradece su labor. Él es uno de los pacientes que pasa entre seis y siete horas en esa sala. Es fácil aburrirse, cuenta. "Se presentan, te ofrecen café", enumera. Y lo mejor: "Te preguntan qué tal estás y te dan conversación". Lleva tres años acudiendo al hospital de día y conoce a todos los voluntarios. "Con uno hablo de toros", se ríe.
Los voluntarios jóvenes suelen elegir tareas de acompañamiento y actividades de ocio de los niños ingresados. Los adultos optan por la atención directa de personas mayores hospitalizadas, explican en la Comunidad de Madrid. Ahora mismo, 53 entidades desarrollan 116 proyectos en 26 hospitales madrileños. Además de la AECC, en la Princesa colaboran otros 40 voluntarios de la Fundación Desarrollo y Asistencia. Hacen tareas de acompañamiento en las habitaciones y en las consultas externas, guían en el vestíbulo o por los pasillos a los que puedan estar desorientados -por este centro pasan cada día 5.000 personas-, ayudan a algunos pacientes a dar pequeños paseos por el hospital...
Una diapositiva mostrada durante la jornada resumía ayer la labor de los voluntarios: "No son profesionales, pero nos ayudan a dar una asistencia integral más humana al enfermo. Llegan donde los profesionales no llegamos. Aportan calidez a la frialdad del hospital". Y otra recordaba algunas reglas: "Tienen que escuchar, pero no intervenir". Una norma que Flori Valdavida dice seguir a rajatabla. "Cuanto menos sepas, mejor, porque así no metes la pata. Estás para dar cariño y apoyo emocional. No hay que hurgar en la enfermedad. Llevo años con algunos pacientes y no sé ni lo que tienen. Como voluntario, vienes a lo que vienes", resume, mientras se lleva la mano al corazón.

elpais.com

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