sábado, 17 de octubre de 2009

Pillados por los pelos


Cuando a Sansón le cortaron su melena, su fuerza desapareció. Pura mitología. Cuando Yul Briner, Bruce Willis o Andrea Agassi perdieron la suya, no hicieron más que ganar atractivo. Actualmente, el 50% de los hombres tiene calvicie. La inmensa mayoría, a causa de una alopecia androgenética, hereditaria y ligada en ocasiones a factores externos. Los dermatólogos están empezando a desentrañar la genética de la calvicie. De momento, ya tienen armas para ralentizarla, pero no para evitarla.
"Siempre supe que iba a ser calvo porque en mi familia todos los hombres lo son", afirma Javier, de Barcelona, que antes de cumplir los 30 ya tenía toda la coronilla al descubierto. Ahora tiene 35 años, y bromea afirmando que así gasta menos en peluquería. Cada dos meses, su novia le corta el pelo al 2. A ella le gusta, y a él, también.
Probablemente, la herencia de Javier se encuentra en alguno de los genes que los investigadores están descubriendo. Su abuelo ya era calvo. Sus tíos por parte de madre también lo son, lo que corrobora que la herencia se adquiere por línea materna. Un estudio genético publicado en Nature Genetics a principios de año desveló que dos variantes genéticas presentes en el 14% de los varones europeos multiplican por siete el riesgo de ser calvo. Estas nuevas variantes genéticas se encuentran en el cromosoma 20. La revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) publicaba este mismo año los resultados de un estudio que apuntaba también a otro gen, el Sox21. Los científicos lo han estudiado en ratones con pérdida de cabello y han corroborado que también se encuentra en los humanos. Al parecer, funciona como un regulador principal de la formación de la cutícula del pelo. Los descubrimientos desvelan que la complejidad de la calvice no se lo va a poner fácil a la terapia génica, que hasta hace poco se apuntaba como una de las líneas de investigación más prometedoras.
La pérdida normal
En la cabeza hay un promedio de 100.000 pelos, que se van mudando en ciclos que van de 2 a 6 años. También es normal que diariamente, al estirar un mechón, se puedan caer algunos. Y existen épocas en que las que la pérdida es mayor. La mayoría de mamíferos muda su pelaje después del verano para así prepararse para el invierno. Y los seres humanos también formamos parte del reino animal. Por eso, en otoño el pelo se nos cae más.
Este pelo tarda unos meses en reaparecer, porque el folículo necesita descansar. Pero, al fin y al cabo, se trata de pelo sano. Sólo se pierde el tallo. Las células madre del folículo persisten y permiten que nazca un nuevo pelo. Hay que empezar a preocuparse cuando pasan los meses y el pelo no crece, se cae en exceso o se vuelve tan fino que resulta imposible de domar. Ante tales indicios, lo mejor es ir al dermatólogo.
Según datos de la Academia de Dermatología, sólo el 6,5% de las personas que sufren alopecia acude al dermatólogo y sigue un tratamiento adecuado. En muchos casos se utilizan productos que no sirven de nada y que no han pasado por ensayos científicos que avalen lo que prometen.
"La Administración debería actuar para que no tomen el pelo a las personas que, llamadas por la propaganda, acuden a centros donde, de entrada, les hacen un presupuesto altísimo para controlar su alopecia. Pero, por suerte, son muy pocos los que siguen en esos centros y no acaban acudiendo al dermatólogo. Lo malo es que cuando vienen ya han sido engañados", explica Francisco Camacho, catedrático de dermatología de la Universidad de Sevilla.
Los milagros no existen, pero concretar el tipo de alopecia exacta que se padece y emprender un tratamiento a tiempo puede, si no curar, al menos frenar el avance de la pérdida de pelo. Lo primero es realizar un buen diagnóstico. "Supone hacer una historia clínica personal minuciosa, un examen físico y otros exámenes complementarios, como una analítica (para descartar otras enfermedades), el análisis microscópico del cabello y, en algunas ocasiones, una biopsia del cuero cabelludo", explica Juan Ferrando, del servicio de dermatología del hospital Clínic de Barcelona.
El médico puede acabar encontrando diferentes tipos de alopecia. La alopecia androgenética afecta al 80% de los casos. Suele comenzar hacia los 20-30 años, estableciéndose con fuerza entre los 40 y los 50. La línea de crecimiento del pelo va retrocediendo, con entradas que avanzan inexorablemente, hasta que la calva queda al descubierto. Este tipo de calvicie se da cuando las hormonas masculinas, los andrógenos, inciden sobre una serie de enzimas relacionadas con la degradación del folículo capilar, la raíz del pelo.
Esta relación con las hormonas ha dado lugar a un mito: que los calvos son más viriles. Según los especialistas, no es cierto. No se trata sólo del exceso hormonal, que puede darse en todo varón, sino que es el patrón genético el que acaba determinando que las hormonas desencadenen el proceso molecular que hay tras la calvicie.
Existen otros tipos de alopecia, como el efluvio telegénico, que está asociado a una mala dieta, a alguna enfermedad grave o a la ingesta de algunos medicamentos. La alopecia areata hace que se formen círculos sin cabello en una o varias zonas de la cabeza. Está relacionada con otras alteraciones del organismo, como desórdenes emocionales o del sistema inmunitario. La alopecia cicatricial puede estar originada por afecciones de la piel o tratamientos farmacológicos prolongados, daña el cuero cabelludo y el folículo, destruyéndolo de forma irreversible.
En las mujeres
Una mujer sin pelo no tiene la misma aceptación social que un hombre. No está tan bien asumida. "El problema sobrepasa la barrera de lo estético y puede llegar a provocar graves trastornos psicológicos", explica Juan Ferrando.
¿Veremos en un futuro a más mujeres calvas? Actualmente, casi el 30% de las mujeres entre 20 y 90 años sufre alopecia, y el porcentaje va en aumento. Mientras que la alopecia masculina suele manifestarse en la frente, con entrada, y en la coronilla, "en las mujeres, acostumbra a ser difusa, repartida por todo el cuero cabelludo", explica Ferrando. En la mayoría de casos, la alopecia femenina también tiene una base hormonal y hereditaria.
Esa predisposición genética despierta muchas veces coincidiendo con algunos cambios internos o externos. Por ejemplo, el parto o la menopausia pueden desencadenar una pérdida de pelo transitoria. Deficiencias nutricionales, el estrés, ciertas enfermedades y medicamentos pueden desencadenarla cuando hay una base genética. Por eso, los especialistas creen que ante el aumento de dietas adelgazantes y del estrés se dará un incremento de la alopecia femenina. "La mayoría de las mujeres entre los 15 y los 30 años que pierden pelo sigue dietas de adelgazamiento. Nuestro organismo, que es una máquina perfecta, cuando nota que le faltan nutrientes, los busca donde puede, empezando por aquella estructuras, como pelos o uñas, que no considera vitales", explica Camacho.
Cuando no existe una predisposición genética, los trastornos nutricionales o problemas médicos como la anemia ferropénica, problemas en las tiroides, diabetes, cáncer o deficiencias de calcio pueden provocar una pérdida de pelo sutil y difusa. También pueden estar detrás el estrés u otros eventos emocionales negativos. Los dermatólogos denominan a este tipo de alopecia con un nombre complicado: efluvio telegénico. Corregir el problema de base puede acabar con la pérdida de cabello. Pero igual que ocurre con los hombres, una vez instaurada, si no se coge a tiempo, también puede ser irreversible.
La venta de crecepelos u otros productos que de nada sirven ha generado muchos timos y abundantes ganancias para los timadores. Según una encuesta de la agencia Gallup, realizada en 2008 entre 1.500 europeos, los españoles son los que más importancia atribuyen a su cabello. Siete de cada diez opinan que es un elemento determinante para su imagen. Así pues, tampoco es de extrañar que el mayor gasto en cosmética entre los hombres sea en productos capilares. Aun así, según la misma encuesta, prevalece la resignación. Entre los hombres calvos que respondieron a la encuesta, el 75% confesó que no había iniciado ningún tratamiento convencidos de que es un problema sin solución.
Soluciones
Las vitaminas, los oligoelementos o las hormonas sólo sirven de algo cuando la pérdida de pelo es consecuencia de otro trastorno de la salud. Pero para la alopecia más común, la alopecia androgenética, no existe solución. Si se coge a tiempo, se puede frenar en algunos individuos. Pero tarde o temprano la calva resulta inevitable.
"Ya tenemos tratamientos que retrasan la caída del cabello en la mayoría de las personas. Como el minoxidil, que se emplea al 5% y dos veces al día, o la finasterida, que determina el mantenimiento folicular con alargamiento de la fase de anagen (en el ciclo de crecimiento del cabello, la primera fase, que dura de 2 a 7 años, y que en individuos con alopecia dura menos)", explica Camacho.
En definitiva, aún quedán lejos las promesas de los vendedores de crecepelo: hacer brotar cabello de la nada. Hoy por hoy, el autotrasplante capilar se ha consolidado como una alternativa eficaz. En España se realizan ya unos 3.000 al año. En el verano de 2008, el mismo José Bono, presidente del Congreso, fue noticia por haberse realizado un injerto capilar y volver de sus vacaciones sin las entradas que antes lucía. Consiste en extraer pelo de otra zona del cuerpo y reubicarlo en la zona despoblada. Los especialistas desaconsejan los implantes de pelo artificial, que, con frecuencia, ocasionan complicaciones, como granulomas o infecciones.
En el laboratorio, las células madre prometen avances, de momento, más esperanzadores que la terapia génica. "Investigadores de distintos centros han conseguido cultivar células madre de folículo piloso. Se han inoculado a animales para averiguar si tienen capacidad de crear cabello nuevo. Y, de momento, en estos modelos experimentales se ha conseguido. Posiblemente, en un futuro no lejano, se pueda conseguir en personas", explica Ferrando.
Quizá llegue el día en que la calvicie tenga solución. Pero también puede ocurrir que haya quien no quiera renunciar a su calva. Eso sí, podrá elegir.
elpais.com

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