jueves, 3 de diciembre de 2009

Trasplantes: temores y fantasías de convivir con el órgano de otro

Por Valeria Vera
De la Redacción de lanacion.com
La dependencia crónica de medicamentos, el hecho de llevar en el cuerpo algo que no es propio y la progresiva aceptación de sí mismo, al verse obligado a convivir con el órgano de otro para siempre, forman parte de las sensaciones experimentadas por un paciente trasplantado que requieren del trabajo de especialistas para poder elaborarlas.
"Con un trasplante, la propia existencia se enajena y puede resultar insoportable la sensación de que, por los controles o por miedos, se queda atado para siempre al cuerpo médico y al órgano, que viene a representar la embajada del otro en el medio interno", explicó a lanacion.com el psiconalista Harry Campos Cervera.
No se trata de un proceso que pueda ser tildado como fácil de sobrellevar, aunque tampoco resulta imposible. Para los expertos, lo importante es que la persona tome conciencia, incluso antes de ser operada, de que necesitará de ahora en más modificar algunos hábitos y no adoptar la idea de que "vivirá de prestado". Esto último puede atentar contra la propia evolución.
Las modificaciones en el estilo de vida deben ser asimiladas por la persona trasplantada.
Norberto Vulcano, coordinador del área de Cardiología y Trasplante Cardíaco del hospital Italiano aclaró, en este sentido, que el paciente que recibe, por ejemplo, un trasplante de corazón está apto para tener una vida absolutamente normal, pero debe adoptar algunos recaudos básicos para "evitar ambientes infectológicamente afectados".
Así, si por ejemplo, la persona se desempeñaba previamente como plomero, ahora debe cambiar las condiciones higiénicas en las que tiene lugar su trabajo. Algo similar sucede con aquellos que solían convivir con mascotas. "Eso no significa que no puedan tener animales en sus casas, pero no conviene hacerlo en el ambiente en el que vive el paciente", precisó.
Además, el especialista reiteró que, más allá de los riesgos habituales, los trasplantados deben tomar fármacos inmunosupresores de por vida, destinados a favorecer la aceptación del órgano extraño que el cuerpo tiende a rechazar, además de realizar exámenes médicos de rutina.
"En el primer semestre deben someterse a exámenes típicos de laboratorio, además de que se debe realizar una biopsia endomiocardíaca con una periodicidad decreciente. Se trata de pruebas para corroborar el funcionamiento del corazón", especificó.
Mi otro yo. Más allá de los cambios fisicos y de las nuevas costumbres, muchas veces sobrevuelan en la mente del paciente fantasías asociadas al órgano que recibe.
Para la psicoanalista Lía Ricón, cada persona presenta fantasías singulares respecto a las operaciones de esta naturaleza. "Saber que un órgano trasplantado es la solución para mejorar la calidad de vida puede estar junto con temores muy primitivos a recibir influencias no supuestas del órgano trasplantado o a no ser el mismo después de un trasplante. Cuando se trata de órganos cadavéricos, acecha la idea de muerte. Cuando es de dador vivo, hay que trabajar con la posible culpa de si proviene de un familiar o si se trata de un órgano vendido", manifestó.
En la misma línea se mostró Campos Cervera, que deslizó que también es necesario que el terapeuta comience a trabajar con el paciente con antelación a la intervención quirúrgica para favorecer el proceso y eliminar la idea de que alguien tuvo que morir para que otro sobreviva. "Para contrarrestar tantos sentimientos negativos, se requiere conectar al paciente con el deseo de vivir, no sólo para sí, sino también para los demás".
Se intentará así, a través de la terapia, lograr que la persona acepte "algo ajeno como propio", un proceso que en el plano biológico el cuerpo no logra en su totalidad.

lanacion.com

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