jueves, 3 de diciembre de 2009

“No todas las billeteras matan a los galanes”

Leni González, una periodista que cuenta en su biografía personal con un hijo y una ruptura amorosa, publicó un libro sobre el dinero en la pareja. Ya el diseño de la tapa pone nervioso al lector adeudado: cuatro cuentas impagas se deslizan bajo una puerta, tras la cual con seguridad debe haber una pareja a punto de sufrir un malestar. Es que desde el título se plantea el dilema: ¿Quién paga?
Antes era el hombre el que salía a la calle a cazar un salario mientras la mujer domesticaba la casa. Ahora, a raíz de la modernidad femenina, de la igualdad laboral y del brote del hombre beta, aquel señor que usa delantal, cotiza precios de cortinas y cambia pañales, la pareja ha variado sus fórmulas. En la economía hogareña la mujer ahora puede correr con los gastos y el hombre ahora también puede hacer de vago: “A muchos hombres les ha producido una gran sensación de alivio”, dice Leni sentada en la barra de un café, con una pierna sobre la otra y un vestido que, en otra entrevista, salió por la mañana en televisión.
“Con el libro quise ir a la realidad de esas mujeres que aportan igual que sus maridos en la casa o, directamente, ya son ellas el principal sostén del hogar”, dice la autora al reportero, un pobre hombre de barba alfa que ignoraba que los betas se estaban apoderando del relajo. Leni dice que además de su propia biografía amorosa, en la cual aparentemente figura un señor apático que le pedía que llevara cervezas justo en los momentos en que ella trabajaba, se inspiró también en Susana Giménez. Hace diez años Susana le lanzó un cenicero a Humberto porque estaba cansada de mantenerlo. Y la sociedad dio un paso simbólico a la igualdad. La pregunta cruzó todos los géneros: ¿Entonces hay mujeres que mantienen a los hombres?
Leni corrió a través de catorce capítulos y decenas de entrevistados ubicados entre los 28 y los 50 años para intentar resolver el acertijo. Leni aclara, eso sí, que su libro, ¿Quién paga?, no es antihombre. Para nada. “Una mujer perfectamente puede estar con un tipo que toque la guitarra, que no gane un mango, que lave los platos, no tenga auto. Y está todo bien. Muchas mujeres dicen: ‘No hay problema, la plata la pongo yo’”, dice Leni.
¿Cuál es el límite?
“La sobreexplotación”, declara. Una mujer puede trabajar y pagar las cuentas, al tiempo que su hombre puede quedarse en casa meditando un futuro sensacional: si será astronauta o bailarín clásico. En esta situación la igualdad sólo impone dos condiciones: que la mujer, al retornar a casa cargada de ojeras, no tenga que ponerse a trabajar de ama de casa, y que la mujer, tiempo después, tenga la posibilidad de hacer lo mismo: quedarse en el hogar mientras el vago con diplomas ahora sale a ganar el sustento. La igualdad va más allá de pagar cincuenta y cincuenta. Sucede que la ley de convivencia implica turnar el ocio. Leni también aconseja: “Eso sí, en la primera cita, el hombre debe invitar”. Un galán que no paga la cuenta se queda sin el trofeo de carne. Y recordamos a ese galán del capítulo 13 que, tras seducir a la musa, rechazó unos telos por su alto precio. La dama se desilusionó y el tipo lanzó un concepto del siglo XXI: “Si tenías tantas ganas, ¿por qué no lo pagaste vos?”. Ya la conversación con Leni sube respetuosamente de tono y ahí citamos un estudio inglés que proclamó una proporción sexual: mientras más poder económico tenga el hombre, más orgasmos se producen en esa pareja. Leni protesta. Ella dedujo, tras infinitas charlas locales, que no solamente a los argentinos que tienen un gran auto se les para el obelisco.
“¿A los bohemios idealistas que se quedan en casa también se les para?”, “Se les para, evidentemente. Y es mejor porque están descansados. Ese tipo te va a cocinar rico, te va a poner una musiquita, te va a hacer el amor muy bien… Por un rato está bueno, pero después dan ganas de que se vaya a laburar y yo me quedo bordando en casa”. Ahí Leni explota en un grito: “¡Es que no es cierto que las mujeres queramos estabilidad. Lo que queremos, como dijo alguien, es hacer nuestra voluntad! No todas las billeteras matan a los galanes”. “Los hombres también queremos hacer nuestra voluntad, Leni”, “Bueno”, dice, “ahí está el conflicto que hay que resolver”. El libro repasa también otras disputas contemporáneas de la pareja. Hombres pobres con mujeres de familias ricas.
Hombres modelo clásico que pagan todo a la reina. Mujeres que solventan la carrera de esos aspirantes a músicos que componen el hit en pantuflas. Peleas por el divorcio. En fin, todo el stock de conflictos monetarios. La conclusión, como dice la autora, es que hoy hay menos hipocresía: el hombre ya no es el único proveedor y la mujer ya no es una ignorante. Luego Leni resuelve todo con la frase fundamental: “Al final lo que importa es el amor”. Y el reportero alfa hace un gesto al mozo y paga los 18 pesos de la cuenta. Como corresponde a un clásico galán.
criticadigital.com

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