domingo, 6 de diciembre de 2009

¿Mujeres menos felices y cada vez más estresadas?


Naomi Wolf.
ENSAYISTA NORTEAMERICANA
A fines de septiembre, la prensa estadounidense se vio inundada de información sobre la infelicidad de las mujeres. Marcus Buckingham, un consultor empresarial, sostuvo que los datos demostraban que en los últimos cuarenta años las mujeres habían pasado a ser menos felices. Si las mujeres occidentales aprendieron algo en los últimos cuarenta años, es a estar disconformes con el statu quo, lo que constituye una actitud lúcida.
Para bien o para mal, es cierto que la idea de la "concientización" feminista se relaciona con enseñar a las mujeres a estar disconformes. El movimiento de mujeres occidental contemporáneo se dio a conocer en 1963 con La mística femenina, de Betty Friedman, y con el permiso de ese libro para quejarse. Le siguieron oleadas discursivas que ayudaron a las mujeres occidentales a ver lo que había de "insuficiente" en muchos aspectos de su vida, tales como los empleos mal pagos en los que, además de pellizcarles la cola, los hombres se aprovechaban de su trabajo.
El movimiento también hizo que se elevara la exigencia en el plano sexual: en 1973, Shere Hite hizo saber a las mujeres que si no podían llegar al orgasmo mediante la mera penetración no eran anormales, sino que podían pedir una atención sexual mayor y más sutil. En todos los ámbitos, quienes articularon el feminismo occidental invitaron a las mujeres a exigir más.
Sin embargo, el lado negativo de esa filosofía ambiciosa puede ser un perpetuo desasosiego personal. De hecho, la definición del feminismo occidental como "siempre más" llevó a una paradoja. Nuestras niñas y mujeres jóvenes son incapaces de distenderse.
Nuevos datos sobre Occidente revelan que no necesariamente criamos una generación de hijas que exudan autorrespeto y autoestima. Estamos criando una generación de chicas que son en extremo rigurosas consigo mismas -que se fijan pautas personales de una altura increíble, hasta autoagresiva- y que no se dan la oportunidad de descansar y pensar: "basta".
¿Y si al permitir que el feminismo se defina como hacer siempre más, hacerlo mejor y superar a otros, en Occidente no logramos dar a nuestras hijas una definición del éxito que en ocasiones simplemente les permita estar en paz? Por desgracia para nosotras, en Occidente la articulación del feminismo de la Segunda Ola estuvo a cargo de mujeres ambiciosas y de alto nivel de educación que estudiaron en universidades de elite y consideraban que la realización profesional era la culminación de la realización general. No se concedió mucho espacio a otras formas de logro, tales como cuidar a padres ancianos, ser una integrante positiva de la comunidad ni obtener cierta paz, lucidez o sabiduría interior.
La redefinición del feminismo como "buscar siempre más" cumple con las exigencias del capitalismo de consumo y con una ética del trabajo posindustrial. No es necesariamente una victoria para las mujeres -ni para los hombres- que, cuarenta años después, las profesionales mujeres estén tan agotadas como tradicionalmente lo estuvieron los profesionales hombres. Cuando en el marco de una reciente encuesta se les preguntó a hijos de mujeres que trabajaban qué querían cambiar en su vida, no contestaron que querían pasar más tiempo con sus madres. Dijeron que deseaban que sus madres pudieran estar menos exhaustas y estresadas.
Mi tía Anasuya, que es uno de los ejemplos más importantes para mí, postergó lo que convencionalmente se define como logros en el mundo profesional para concentrarse en crear una familia. Una vez que sus hijos crecieron, se fue unos meses al Tíbet para cumplir su sueño de llegar a practicar la medicina tibetana. El feminismo le allanó el camino para tener una vida de opciones, y ahora para concretar esa meta poco común.
Sin embargo, no sé si el feminismo proporcionó un espacio explícito para honrar lo que más admiro de ella: su puerta abierta. Constantemente acepta estudiantes que necesitan un hogar, refugia a madres solteras con necesidades económicas o hace un lugar en su mesa a adolescentes cuyos padres están inmersos en sus propios problemas. En términos de la forma en que amplía la vida de otros, la suya es una de las "carreras" más exitosas que conozco.
¿El feminismo occidental debería profundizar su definición de la vida de una mujer exitosa para que las buenas elecciones puedan demostrarse con más que títulos? Creo que llegó el momento de hacerlo.
Copyright Clarín y Project Syndicate, 2009.
Traducción de Joaquín Ibarburu.

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