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En todo el mundo las grandes ciudades elaboran planes para poder
hacer frente de mejor manera a las futuras catástrofes climáticas.
Parece una escena sacada de una película: Wall Street es evacuada
debido a una alerta de huracán. La bolsa de Nueva York se paraliza. Este
escenario casi se volvió realidad a fines de agosto de 2011, cuando el
huracán “Irene” enfiló hacia Nueva York, que ya elaboraba planes para
enfrentar la catástrofe: cerrar el metro, cortar la energía eléctrica,
evacuar a los habitantes de Manhattan.
El desastre finalmente no se produjo, pero en el futuro muchas ciudades
tendrán que prepararse para semejantes desafíos. Los fenómenos
meteorológicos extremos como los huracanes, las lluvias torrenciales o
las olas de calor tendrán lugar con creciente frecuencia, según el
Informe SREX (Special Report of Managing the Risks of Extreme Events and
Disasters to Advance Climate Change Adaptation), que acaba de ser
publicado por el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC).
Por eso, los expertos recomiendan tomar los resguardos pertinentes.
Ciudades costeras en peligro
Los hielos de Groenlandia también están en peligro.
Los entendidos estiman que si ahora no se toman medidas y se siguen
utilizando las energías fósiles como hasta la fecha, se producirá un
calentamiento global de entre cuatro y seis grados centígrados hasta
fines de este siglo. Semejante aumento de la temperatura no sólo
desencadenaría huracanes y tifones con mayor frecuencia, sino que
también haría subir el nivel del mar.
“Las capas de hielo polar se derretirían, al igual que los hielos de
Groenlandia”, afirma David Cadman, presidente de la asociación de
ciudades ICLEI (Gobiernos Locales por la Sustentabilidad). Teniendo en
cuenta que dos terceras partes de la humanidad viven en zonas costeras,
esto representará una amenaza directa para ciudades densamente pobladas.
Todavía se discute acerca de cuánto subirá el nivel del mar, pero
parece claro que el aumento será mayor de lo que hasta ahora se suponía.
“Es relativamente seguro que no se quedará en un metro, sino que habrá
que contar con un aumento de dos o más metros hasta el año 2100”, indica
Joern Birkmann, de la Universidad de Naciones Unidas con sede en Bonn. A
juicio de este experto del IPCC, resulta evidente que las ciudades no
sólo deben invertir en la protección del clima, sino también en la
prevención de catástrofes, por ejemplo, construyendo diques. Pero
también deben prepararse para fenómenos del otro extremo: sequías y
períodos de excesivo calor. Según Birkmann, en Londres antes se pensaba
más bien en prevenir inundaciones; hoy, en cambio, se ve en las sequías
la mayor amenaza para la capital británica.
Hora de actuar
La prevención de catástrofes cuesta mucho dinero y la mayoría de las
ciudades no cuentan con los fondos necesarios. Por esta razón, el
alcalde de Bonn, Jürgen Nimptsch, propone algún tipo de cooperación
internacional para proveer los recursos. “Nosotros financiamos la
reunificación de Alemania mediante un impuesto solidario; en el caso del
cambio climático, uno podría imaginar una solución similar a nivel
internacional”, indica, pero reconoce que “aún no ha llegado el momento
para ello”.
Mientras las ciudades asociadas a ICLEI intercambian ideas prácticas
para adaptarse a las condiciones que impone el cambio climático, los
delegados de la ONU preparan ya la próxima cumbre climática, a
celebrarse a fines de año en Qatar. Pero en los municipios se impone la
convicción de que no se puede esperar a que se tomen decisiones en el
ámbito político internacional. Ya en el 2020 se percibirán claramente
las primeras consecuencias del cambio climático, según afirma Cadman,
advirtiendo: “Entonces ya no podremos controlar los acontecimientos,
sino que la naturaleza los determinará. Y la naturaleza se vengará a su
manera”.
Autora: Helle Jeppesen/Emilia Rojas
Editor: Pablo Kummetz
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