n nuevo diagnóstico sobre la dieta de los argentinos
ofrece un bocado difícil de tragar: según esta radiografía alimentaria,
en la mesa local reina la monotonía, sobran los azúcares agregados y las
grasas saturadas, y hay una falta notoria de frutas, verduras y
legumbres. El balance final arroja otro trago amargo: una de cada tres
calorías que ingerimos es de baja calidad.
El estudio se presentó ayer en la jornada inaugural del
XV Congreso Latinoamericano y XI Congreso Argentino de Nutricionistas,
que hasta mañana reúne en Rosario a 2000 profesionales, y confirma los
indicios que arrojaba una investigación previa de la Escuela de
Nutrición de la UBA.
"Consumimos básicamente tres familias de productos:
trigo, azúcar y carne (que acaparan el 60% de las calorías totales).
Además, nuestros platos tienen un gran déficit de hortalizas, frutas,
lácteos descremados, legumbres y cereales en sus formas más nobles
(pastas, arroces) -explica el licenciado Sergio Britos, secretario
científico del Congreso y autor de Hacia una alimentación saludable en la mesa de los argentinos
, junto con Agustina Saraví, Nuria Chichizola y Fernando Vilella. Todos
ellos integran el Programa de Buenas Prácticas Nutricionales de la
Facultad de Agronomía de la UBA y de la Escuela de Nutrición de la misma
universidad."
Se consideran calorías de baja calidad las que un
determinado alimento contiene en exceso cuando se lo compara con un
producto equivalente, de su mismo grupo, pero de alta densidad de
nutrientes. "Es conocido que las gaseosas azucaradas, los postres y las
facturas tienen calorías no nutritivas, pero también las aportan
alimentos tradicionalmente identificados como saludables, como los
cortes de carne con mucha grasa -detalla Britos-. Aunque no todas las
calorías de la dieta tienen que ser de buena calidad (un alfajor se
puede comer de vez en cuando), en una dieta sana las de baja calidad
nutricional no tienen que sumar más del 15% del total. Nosotros
consumimos más del doble."
En esta investigación, que fue financiada por la
Fundación Bunge y Born, los especialistas pusieron la lupa en esas
calorías y se preguntaron cuántas son y dónde están.
"Nos encontramos con que el grueso se ingiere bajo la
forma del azúcar que agregamos a las infusiones, como el mate o las
bebidas -agrega-. Solamente allí tenemos un 14% del total, cuando la
Organización Mundial de la Salud aconseja que no más del 10% deberían
venir de azúcares. Y a esto tenemos que agregarle el azúcar de las
mermeladas, de las galletitas, de los postres lácteos... Es decir que el
azúcar es el principal vehículo de calorías de baja calidad en la mesa
de los argentinos."
Pecados alimentarios
Pero los dulces no parecen ser los únicos excesos a la
hora de comer. Otros dos grupos alimentarios aportan calorías
«dispensables». Uno es el de las grasas que acompañan a ciertos cortes
de carnes (en particular, la vacuna) y las que se encuentran en los
lácteos enteros. El otro, el de los panificados dulces y salados, y las
golosinas en general.
"Yo diría que no hay que culpabilizar a un alimento en
particular. El principal «pecado» de nuestra alimentación es el tamaño
de las porciones y las cantidades de ciertos nutrientes -comenta
Britos-. Para comer bien, hay que optar por mayor variedad de alimentos;
especialmente frutas y verduras. Las grasas y azúcares no tienen por
qué estar totalmente ausentes, pero deberían consumirse muy ocasional y
moderadamente."
En cuanto a las bebidas, recomiendan ingerir alrededor
de dos litros y medio diarios de líquido, de los cuales un litro y medio
debería ser agua. Las bebidas azucaradas, plantean, "no deberían
aportar más de 25 g de azúcares; eso sería equivalente a 250 cm3 de
gaseosa, una cantidad que debería reducirse si se les agrega azúcar a
las infusiones".
El precio de comer bien
La diferencia de costos entre una alimentación
saludable y la canasta básica de alimentos ronda el 30%. "Hoy, alimentar
a cuatro personas con la canasta básica del Indec, pero bien medida,
cuesta entre 1900 y 2000 pesos; con alimentos saludables, alrededor de
2650 pesos -afirma Britos-. Para abaratar el precio de estos últimos,
una posibilidad sería generar descuentos selectivos por medio de las
tarjetas de los planes sociales. Quizás una buena consigna sea
«alimentación saludable para todos»."
Sin embargo, según el especialista, las deficiencias
atraviesan las clases sociales. "En las familias desfavorecidas sobran
tantas grasas y azúcares como en las que pueden acceder a una buena
dieta, y en las más acomodadas falta tanto hierro como en la mesa de los
más pobres", concluye
El doctor Esteban Carmuega, director del Centro de
Estudios de Nutrición Infantil (Cesni), que no participó en el estudio,
coincide en que ingerimos un exceso de alimentos que proveen mucha
energía y pocos micronutrientes esenciales.
"Es difícilestablecer un promedio de consumo de energía
(que depende de la actividad física, la masa magra, si se es hombre o
mujer...), pero sí se puede analizar si ese aporte es por carbohidratos
simples, grasas saturadas o bebidas azucaradas. Aquí lo que tenemos es
un exceso de alimentos como el pan, las galletitas y el azúcar. Como son
ricos en energía de absorción rápida y pobres en micronutrientes
esenciales, el resultado es una dieta pobre.
Los 1000 días de oportunidad
n materia de alimentación, no hay otro período tan
importante para el futuro de un individuo como los primeros mil días de
vida. "Son una ventana de oportunidad única en la que es posible
promover un crecimiento adecuado y prevenir un aumento de peso riesgoso
para más tarde", explica el doctor Esteban Carmuega, director de Cesni y
coeditor, junto con Ricardo Uauy, profesor del Instituto de Nutrición y
Tecnología de los Alimentos (INTA) de la Universidad de Chile, del
volumen Crecimiento saludable. Entre la desnutrición y la obesidad en el Cono Sur, que también se presentó ayer en Rosario.
El trabajo reúne 30 ponencias sobre crecimiento
temprano y analiza las estrategias más efectivas para combatir el
retraso del crecimiento, y fomentar el desarrollo físico y cognitivo.
"El retraso de crecimiento por causa nutricional se registra básicamente
como consecuencia del déficit calórico-proteico o de micronutrientes en
la alimentación", destaca Uauy en un comunicado sobre la obra que ayudó
a producir el Instituto Danone.
A diferencia de lo que se creía hasta el momento,
afirman los especialistas, ya no se trata de suministrar a los chicos
más alimentos para eludir la desnutrición. Cuando un bebe aumenta
excesivamente de peso puede terminar en una condena a la obesidad. Y a
sus riesgos asociados de diabetes y enfermedades cardiovasculares.
"Un crecimiento óptimo no significa crecer ni de más ni
de menos, sino lo apropiado para cada persona -subraya Carmuega-. Por
cada 100 gramos de aumento de peso adicional al recomendado en los
primeros cuatro meses crece más de 30% el riesgo de sobrepeso a los 7
años."
La obra también destaca que la talla es un indicador
más importante que el peso en la salud futura del niño. "La longitud de
un bebe al nacer predice su estatura en la adultez, y también permite
vislumbrar su riesgo de diversas enfermedades -subrayan-. El problema no
radica en ser alto o bajo, sino en la presencia de deficiencias
nutricionales, que en estadios tempranos del desarrollo impiden crecer.
Esto repercute en la salud, en la capacidad de aprender y en la
productividad futuras."
En la Argentina, la última encuesta nacional de
nutrición mostró una prevalencia del 8% de retraso de crecimiento por
déficits nutricionales entre los menores de 5 años, pero las regiones
más pobres del país arrojaron cifras cuatro veces más altas.
anacion.com
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