No a la Luna. No a Marte. No al Sol. El viaje más fantástico que
planifica el ser humano para los próximos años es a su propio interior.
La idea es simple y quizás tenga su génesis en la película
estadounidense “Viaje Fantástico”, de 1966. Ahí estuvo la inspiración
para la construcción del robot prototipo. Pero el desafío no es tan
sencillo: para llegar al interior del cuerpo humano hay que lograr
reducir su tamaño, para que pueda viajar por el torrente sanguíneo y así
intervenir en la detección de enfermedades y eventualmente en el
tratamiento de las mismas.
La idea fundacional es de Daniel
Frankel, un investigador de la Universidad de Newcastle, en Inglaterra,
que ganó un concurso de ciencias. Su proyecto, en el que trabaja junto
con otros cuatro investigadores, fue seleccionado en 2009 y obtuvo una
inversión de cinco millones de dólares a tres años, aportados por la
Fundación Nacional de la Ciencia (NSF) norteamericana y por el Consejo
de Investigación en Ingeniería y Ciencias Físicas (EPSRC) de Reino
Unido. Ahora está en curso.
El principal desafío es reducir el
tamaño del robot, todavía demasiado grande para viajar por los vasos
sanguíneos más delgados. El prototipo sólo podría circular y moverse por
los tejidos. La intención con el diseño del robot Cyberplasm es crear e
integrar componentes que respondan a la luz y a las sustancias químicas
de la misma forma que responden los sistemas biológicos. Es decir,
aplicar la biología sintética, una disciplina cuyo objetivo es el diseño
de sistemas biológicos que no existen en la naturaleza. La biología
sintética busca la creación de nuevos organismos programables, es decir,
la creación de microorganismos que se comportan como pequeñas
computadoras.
“Por lo que se observa, combinan demasiados
mecanismos de diversa complejidad en un solo robot como para poder
hacerlo lo suficientemente chico”, dice a Clarín Galo Soler
Illia, especialista en nanotecnología e investigador del Conicet.
“Viajar por el cuerpo humano es el sueño de la nanotecnología –comenta
Soler Illia–.
La idea es interesante y el concepto de imitar a la naturaleza es bueno ”.
Los
investigadores ingleses tomaron como modelo a la lamprea, un pez de
cuerpo casi cilíndrico, liso y viscoso. El Cyberplasm imitaría su forma
para llegar y actuar en lugares de manera precisa. Según explicaron sus
creadores, el microrrobot tiene un sistema nervioso electrónico,
sensores producidos con células de levadura que cumplirán la función de
los ojos y la de una nariz, así como músculos artificiales que usarán
glucosa como fuente de energía para accionarse y propulsarse. Una vez
que sea desarrollado, el prototipo tendrá menos de 1 centímetro de
largo. Pero a largo plazo, la intención es que las versiones más
avanzadas lleguen a un tamaño de menos de 1 milímetro de largo o incluso
sean construidas a escala nanométrica (un nanómetro es la millonésima
parte de un metro).
No hay definiciones respecto de cuándo podrían
comenzar a utilizarse, e incluso los investigadores parecen haber
llegado a una etapa de desarrollo de improbable superación: achicar el
Cyberplasm asoma como el principal desafío. De todas maneras, son
optimistas y confían en que el minirrobot podría comenzar a ser usado en situaciones reales dentro de unos cinco años
. Se usarían primero para marcar con más precisión el cuerpo humano,
después para lograr más precisión en el diagnóstico y finalmente para
que actúen llevando algún tipo de terapia.
En el campo de la nanotecnología ya son varios los desarrollos que se encuentran en etapas de prueba.
“Se
pueden armar nanopartículas, que en lugar de un control remoto, como
parece tener el Cyberplasm, se les cargaría un anticuerpo para que
funcionen como guía”, explica Soler Illia. El viaje más fantástico que
prepara el ser humano ya está en marcha.
clarin.com
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