viernes, 14 de octubre de 2011

Violaciones: un arma de guerra invisible


Hablar de guerra es hablar de cifras, de muertos, de heridos, de cosas destruidas. Algunas veces, cuando por algún motivo ese conflicto pasa a las primeras páginas de la actualidad, se habla de casos pero, inexplicablemente, pocas son las veces en las que la noticia es el abuso sexual a las mujeres.
Y eso que lleva siglos de actualidad. Ahora que parece que está más cerca una Libia sin Gadafi, poco se ha hablado de las violaciones que con nefasta costumbre se dan en las guerras y de las que ahora Libia escribe una nueva página. Así, mientras se busca al dictador derrocado, se van haciendo públicas las denuncias ante el Consejo de Seguridad de la ONU por la compra de cargamentos de pastillas parecidas la Viagra para que sus partidarios no flojearan a la hora de realizar violaciones masivas contra mujeres y niñas libias.
"Con estos actos, los violadores buscan un objetivo: hacer daño. De forma visible hablamos de enfermedades de transmisión sexual o de embarazos no deseados, pero no hay que olvidarse del factor psicológico", asegura a ELMUNDO.es Rosa Aouat, responsable médica de Médicos Sin Fronteras (MSF) para varios países entre los que se encuentra el Congo.
Para esta trabajadora de MSF, "es muy difícil derribar las barreras mentales sobre este tema. En primer lugar, hablamos de un daño profundo en las víctimas, muchas veces agudizado por la propia comunidad y su familia. Por otra parte, los violadores las tratan como un objeto, como si no valiesen nada. Son soldados que están solos, en selvas, y cuando quieren las cogen y se sacian. Es más, se puede contrastar cómo aumentan estas agresiones según las zonas por donde se muevan las tropas", comenta esta especialista.

Ni denuncias ni visibilidad

Aunque las primeras noticias de esta práctica de guerra data del siglo XII por parte de los Cruzados, es en el siglo XX cuando se generaliza, teniendo como 'estandartes' del horror las dos guerras mundiales con más de siete millones de mujeres forzadas sexualmente en todo el mundo... y lo que no se sabe.
"Muchas mujeres no denuncian", asegura Aouat ante una realidad que sigue siendo patente independientemente del país o la guerra que sea: "El comandante de los paramilitares me violó [...] pero a una le toca estar callada, ya que si hablas la gente dice que una se lo busca. Es una pesadilla que no acaba", explicaba el testimonio de una víctima colombiana recogido por Amnistía Internacional en 2004.
Para Aouat, las razones de la vergüenza o el miedo al qué dirán siguen siendo hoy en día el principal problema para estas mujeres, lo que hace que, según los últimos datos recogidos por la ONU, sólo se denuncien actualmente un 1% de los casos. "A nosotros acudió una mujer con toda la cara inflamada, pensamos que eran heridas del forzamiento, pero eran de su propio marido al enterarse que había sido violada. Esta no es una situación anómala y hace muy difícil la búsqueda de justicia", añade esta especialista.
Quizá, la violencia desatada durante la guerra de Kosovo significó algo más de luz para dar a conocer estos casos. En tres años (de 1992 a 1995), se calcula que de entre 20.000 a 44.000 mujeres y niñas fueron violadas, muchas de ellas encerradas en centros de detención para abusar de ellas sistemáticamente o impedirlas abortar en caso de quedarse embarazadas, ¿el fin? "Buscan perpetuar su sangre, tener hijos con su sangre mientras que la madre queda aislada, pues en muchas comunidades se las repudia, y así sólo tienen a ese hijo, su hijo", comenta Carmen Molina, Directora de Cooperación de Unicef.
Aún así, la mayoría de estos actos siguen quedando impunes para la sociedad internacional. Aunque el Tribunal Penal Internacional reconoce la violación como arma de guerra desde 1994 y a las que lo han sufrido como víctimas civiles, lo cierto es que en muchas zonas enquistadas por los conflictos se siguen cometiendo estos atropellos con total impunidad. Y, sin duda, África es el gran paradigma de esta situación.

Contra el más débil

"Aunque esto ha pasado en todos los conflictos, es cierto que la inestabilidad de muchos países africanos ayuda a que esta situación se perpetúe", indican desde Unicef. Y aunque las mujeres suelen ser el objetivo primordial, los discapacitados, los niños, los ancianos y, según la ONU, ahora también los muchachos no se libran de estar en el punto de mira de grupos armados.
"Suelen ir a por la parte de la población que tenga más dificultades para huir o a por mujeres jóvenes al creer que no tienen enfermedades. Pero además de ellas, muchos discapacitados y niños que han pasado por este trauma tienen problemas para volver a tener relaciones sexuales, mientras que para las personas mayores o los hombres significa un daño irreparable en su dignidad", aseguran ambas activistas.
Por todo ello, el cuadro psicológico más común entre los afectados suele ser la depresión, el ostracismo o, incluso, los intentos de suicidio, cuestiones que tienden a agravarse cuando la primera experiencia sexual de una mujer es una violación: "no es raro encontrarse estos casos y hay cierto rechazo a tener más experiencias sexuales, aunque en otras ocasiones, y si han quedado embarazadas y obligadas a buscarse solas la vida, estas mujeres se ven abocadas a prostituirse", relata Aouat.
¿Y en cuanto a las consecuencias físicas? "La brutalidad de muchas violaciones lleva a daños importantes en los órganos genitales que buscamos reconstruir quirúrgicamente, ya que es parte de la identidad de la víctima. También son frecuentes los embarazos, las adopciones y los abortos. En estos casos buscamos asesorar a la víctima", comentan desde MSF. Según informaba la OMS en 2002, más de 66.000 mujeres morían al año en el mundo por a consecuencia de abortos inseguros. "La tercera consecuencia más común son las enfermedades de transmisión sexual. Si conseguimos que no pasen 72 horas del forzamiento sexual podemos evitar que muchas mujeres sufran enfermedades graves, pero como hay mucho silencio entorno a este asunto se hace difícil", explica Aouat.
"El mayor reto que tenemos por delante todos los que atendemos a estas víctimas es que entiendan que tienen ayuda y que tienen que ser tratadas, mientras que el trabajo de los políticos es evitar que ocurra", sentencian desde MSF.
elmundo.es

No hay comentarios: