jueves, 1 de marzo de 2012

El mito de dormir ocho horas


A menudo nos preocupa quedarnos desvelados durante la noche, sin saber que eso podría ayudarnos. Tanto la ciencia como la historia parecen confirmar cada vez más que ocho horas de sueño podrían ser antinaturales.
A principios de la década de los '90, el psiquiatra Thomas Wehr realizó un experimento en el cual se dejaba a un grupo de personas en la oscuridad durante 14 horas cada día durante un mes.
Hizo falta tiempo para que el sueño se regulara, pero para la cuarta semana los individuos habían adquirido un patrón muy diferente: primero dormían durante cuatro horas y luego se despertaban durante una o dos antes de caer en otro sueño de cuatro horas.
Aunque los científicos del sueño quedaron impresionados por el estudio, la idea de que debemos dormir ocho horas consecutivas se mantiene entre el público general.
En 2001, el historiador Roger Ekirch del Virginia Tech, publicó un artículo que resultó premonitorio -basado en 16 años de investigación- que revelaba una enorme cantidad de pruebas históricas de que los humanos solían dormir en dos tramos de tiempo diferentes.
Su libro "At Day's close: Night in the past" (La noche en el pasado) se publicó hace cuatro años y desenterraba más de 500 referencias de patrones de sueño segmentados, que había encontrado en diarios, libros de medicina y literatura y notas de tribunales, desde La Odisea de Homero hasta reseñas antropológicas de tribus modernas en Nigeria.
Como en el experimento de Wehr, esas referencias describen un primer sueño que empieza unas dos horas después del anochecer, seguido por un periodo de una o dos horas de vigilia y por un segundo sueño.

La historia del sueño

"Lo relevante no es sólo una cantidad de referencias, es la manera en la que ellas se refieren a ese hecho, como si fuera algo conocido por todos", dice Ekirch.
Durante el periodo de vigilia, esas personas estaban bastante activas. A menudo se levantaban, iban al baño, fumaban y algunos incluso visitaban a los vecinos. La mayoría de las personas se quedaban en la cama, leían, escribían y rezaban.
Innumerables manuales de oraciones de finales del siglo XV ofrecían plegarias especiales para las horas de vigilia. Y esas horas no eran completamente solitarias. La gente solía hablar con sus compañeros de cama o tener relaciones sexuales.
Un manual médico francés del siglo XVI incluso aconsejaba a las parejas que el mejor momento para concebir no era al final de un largo día de trabajo, sino "después del primer sueño", cuando "se disfruta más y se hace mejor".
Ekirch descubrió que las referencias al primer y segundo sueño empezaron a desaparecer a finales del siglo XVII. Esta tendencia se inicio en las clases altas de Europa del norte y a lo largo de 200 años se filtró al resto de la sociedad occidental.
Ya en 1920, la idea de un primer y segundo sueño había desaparecido por completo del imaginario colectivo. Una de las razones de este cambio, según el experto, se debió a las mejoras en el alumbrado público, la llegada de la electricidad a las casas y la proliferación de salones de café, que en ocasiones estaban abiertos toda la noche.

Los "peligros" de la noche

A medida que la noche se convirtió en un momento legítimo para realizar actividades y la actividad nocturna aumentó, el tiempo que la gente dedicaba a descansar disminuyó.
En su nuevo libro, "Evening's Empire" (El imperio del atardecer), el historiador Craig Koslofsky plantea una versión de cómo sucedió.
"Lo relativo a la noche, antes del siglo XVII, no era bueno", asegura. La noche era un momento poblado por personas de mala reputación, como criminales, prostitutas y borrachos.
"Incluso los ricos, quienes podían permitirse tener candiles, tenían cosas mejores en las que gastarse el dinero. No había prestigio ni ningún valor social asociado con estar despierto toda la noche".
Eso cambió en los albores de la Reforma y la Contrarreforma. Protestantes y católicos se acostumbraron a celebrar misas secretas por la noche durante los periodos de persecución.
Si anteriormente la noche había pertenecido a los depravados, ahora las personas "respetables" se habituaron a aprovechar las horas de oscuridad.
Esta tendencia se trasladó también al ámbito social, pero sólo en el caso de quienes podían permitirse tener luz artificial en casa.
Con la llegada del alumbrado a las calles, sin embargo, socializar por la noche empezó a extenderse a las clases sociales más bajas.
lanacion.com

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