sábado, 29 de enero de 2011

Se afianza el hábito del descanso exprés en el primer siestario de América latina

Daniel tiene 46 años y es despachante de aduana. Su día de trabajo arranca temprano y dura como mínimo 8 horas, a las que hay que sumarle el viaje de una hora y media para ir y volver. Al final de la jornada, no tiene ganas de hacer nada, ni siquiera de salir a despejarse, y menos todavía si la noche anterior se acostó tarde. “Solía llegar fusilado a casa –confiesa–, hasta que apareció la posibilidad de dormir una siesta en la mitad del día”.
Daniel es uno de los clientes del todavía flamante siestario porteño, una propuesta que apareció hace 7 meses y viene imponiéndose como alternativa de equilibrio y solución para los que buscan paz en medio de la rutina.
A un ritmo de veinte personas por semana, el primer siestario de América Latina gana cada día nuevos clientes y está forjando, tímidamente, la cultura de la siesta en la Ciudad, un hábito exclusivo hasta ahora de la gente del interior del país. El perfil es amplio: profesionales de tiempo completo, de entre 27 y 50 años, abogados, contadores y especialistas en informática.
“El número de gente va creciendo. Los de las provincias agradecen que se pueda dormir una siesta en Buenos Aires. Vienen un promedio de 20 personas por semana, a veces 5 por día y algunas empresas nos están mandando su personal”, señala Viviana Vega, psicóloga y directora de Selfishness (egoísmo, en inglés, así se llama), un sitio relajante, al margen de los bocinazos y el trajín del Microcentro, que se encuadra dentro la llamada “Industria del Bienestar”. Vega continúa: “Las empresas son lo último: tenemos por lo menos dos que regalan siestas a sus empleados y otras que lo recomiendan. Suponemos que esto seguirá creciendo”. No hace falta llevar almohadas, ni sábanas, ni colchón. Sólo ganas de dormir plácidamente y de rendirse a una experiencia que pretende ser, más que una simple siesta, un bálsamo en medio del estrés o el cansancio de la vida diaria.
El agotamiento, por otro lado, no hace diferencias: los clientes del siestario son tanto hombres como mujeres, aunque su directora sostiene que “los hombres suelen ser más fieles que las mujeres, porque vienen de manera más regular”.
La dinámica es simple y no esconde secretos: consiste en escaparse durante la hora del almuerzo o incluso –los más jóvenes– tomarse unos minutos de descanso después del trabajo, antes de salir y reunirse con amigos o con su pareja. “Con media hora o 40 minutos salgo mucho más energizado y mucho mejor en general. Puedo volver a trabajar tranquilamente sin bostezar. Y no me levanto pesado”, cuenta Daniel, que va al menos una vez por semana a desconectarse del trabajo.
Los costos son variables, dependiendo del servicio que se elija, que puede ser desde una siesta de 20 a 45 minutos ($49 a $60), hasta un “pre–nap massage” (masaje previo) que tiene un costo adicional de $30. Los precios incluyen camas ergonómicas, música, aromas y efectos lumínicos, detalles bien efectivos a la hora de relajar los cinco sentidos.
clarin.com

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