martes, 25 de enero de 2011

Hombres, mujeres y depresiones


Es una evidencia que no precisa demostración que mujeres y hombres somos diferentes en muchos aspectos: cuerpo, cerebro, conducta… y, también, en nuestra manera de enfermar emocional. Esa evidencia tiene muchos matices, entre otros el de no haber sido nunca muy tenida en cuenta por la psiquiatría científica o clínica.

Por ejemplo, en materia de depresión, uno de los grandes  males de nuestra época, las cosas son muy diferentes entre hombres y mujeres. Los datos epidemiológicos son 'mostrencos': ellas sufren el doble. Las diferencias en los mecanismos neurobiológicos que las producen también: ellas tienen hormonas que nosotros no tenemos. Las diferencias psicosociales son notables: aunque la modernidad les trajo promesas de igualdad, bienestar, felicidad… la posmodernidad se encargó de 'matizarlas' en su contra.

Pues bien, pese a todas esas diferencias tan evidentes, casi nunca se han reflejado de forma concreta en los tratamientos antidepresivos. Realmente en las últimas cuatro o cinco décadas se ha producido una gran revolución terapéutica psiquiátrica: un enorme avance en los tratamientos psicofarmacológicos, y un notable avance en la concreción y eficiencia de las psicoterapias. Sin embargo, apenas contamos con datos que nos permitan establecer recomendaciones específicas de sexo/género en dichos tratamientos.

En definitiva, lo que trato de plantear es que éste es uno de los grandes temas pendientes en materia de igualdad entre hombres y mujeres, y sobre todo tratándose de algo tan sensible como son las emociones, los afectos y sus enfermedades. Por lo tanto, ya es hora de ajustar los tratamientos a las peculiaridades socio-psico-bio-lógicas de hombres y mujeres.

Tal vez por eso la declaración internacional de consenso sobre la salud mental de las mujeres WPA 2005 dice: "…Las mujeres tienen derecho a mantener el mayor nivel posible de salud física y mental. El disfrute de este derecho es esencial para su vida y bienestar...". Y asimismo es destacable que la 'Estrategia en Salud Mental del Sistema Nacional de Salud' del Ministerio de  Sanidad y Consumo de 2007, incluya en la Línea estratégica 5, como objetivo de investigación en salud mental, el "fomento de la inclusión de la perspectiva de género en todas las líneas de investigación".

Todo eso está muy bien, pero es preocupante. Que a estas alturas del siglo XXI dos organismos oficiales se vean obligados a hacer tales planteamientos no es nada halagüeño. Otro ejemplo: los investigadores y empresas que buscan y descubren nuevos fármacos, por ejemplo nuevos antidepresivos, nunca se plantean que es preciso hacer diseños de investigación diferentes para ellos y ellas, y prácticamente nunca analizan y publican los resultados de forma separada.

Obviamente no es sencillo. Se trata de integrar las complejas relaciones entre cerebro, hormonas y sociedad, y cómo eso afecta a la salud mental diferencial de sexo o género. Por otra parte, sabemos que hay muchos momentos de riesgo emocional en la vida de la mujer: menarquia, menstruación, anticoncepción, embarazo, parto, lactancia, menopausia, infertilidad, aborto… Son siempre etapas críticas, en las que se cruzan los factores biológicos, psicológicos y sociales determinando encrucijadas peligrosas.

Luego, ¿no le parece que ya es hora de plantearnos si podemos contar con tratamientos, con psicofármacos o con psicoterapias específicos de sexo/género? Ya sé que el tema es enjundioso y excede los límites de un simple post, pero alguna vez habrá que empezar a tomarlo en serio. No estaría mal que los investigadores, clínicos y responsables sanitarios que leyesen esto se lo plantearan como una tarea no sólo pendiente, sino muy fructífera de cara a un futuro emocional más justo y equitativo entre hombres y mujeres. No es tarea fácil, pero es imprescindible.
elmunso.es

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