domingo, 18 de julio de 2010

Empezar de nuevo después de los 40

Florencia Donovan
LA NACION
Ingeniero naval, 54 años, con más de 30 de experiencia laboral entre multinacionales y proyectos propios. Desde que tuvo que cerrar su empresa de distribución de alimentos, en 2008, no obstante, Jorge Schiaffino busca trabajo. "Hago algunos trabajos de mi profesión, pero no con la frecuencia que quisiera. Tengo un CV actualizado; estoy aggiornato con todos los portales de búsquedas, pero pese a que tengo mucha trayectoria en empresas privadas, no me llaman para entrevistas. Me siento preparado, pero las personas de mi edad no tenemos oportunidad para defender nuestra posición".
Nora Ferrando es paisajista, pero nunca tuvo necesidad de trabajar hasta los 42 años, cuando se separó. Con cinco hijos, sólo había hecho algunos trabajos esporádicos, como patinar muebles y paredes, o alguna que otra feria; sin embargo, tuvo suerte. Primero, una amiga la empleó en su inmobiliaria, hasta que más adelante aprovechó un capital que tenía para comprar un bar y pizzería frente a la estación de tren de San Isidro. "Me dio miedo, pero lo hice", dice Nora, de 50 años, que desde ya hace tres años se dedica a la gastronomía.
Insertarse en el mercado laboral después de los 40 es un desafío, tanto para las personas que no tienen experiencia como para las que sí la tienen, y mucha. En una era en que la juventud es valorada al extremo, el mundo laboral no queda al margen. Si bien en la Argentina la tasa de desempleo entre los 30 y los 64 años de edad es de apenas del 4,7% en varones y del 6,6% en mujeres -contra el 8,3% de toda la población, según el Indec-, los especialistas se animan a hablar de que existe, en este caso, una exclusión social invisible. "Hay unas 500.000 personas de más de 45 años que están desempleadas. El asunto no es sólo la cantidad, sino las posibilidades concretas que tienen. Aunque haya más desempleados de otras franjas etarias, las posibilidades que tienen son menores", subraya María Amelia Videla, gerenta de Manpower.
Una de las primeras realidades con la que lidian los adultos es que todas las herramientas tradicionales de búsqueda de empleo casi no se aplican en esta franja. De hecho, de acuerdo con datos de ZonaJobs, el 80% de los avisos excluye a las personas de 45 años, y el 95% a las de 55 o más. "Las empresas tienen implícito un modelo mental que las lleva a establecer rangos de edad menores a los que en realidad necesitan", opina Daniel Serra, gerente general de ZonaJobs. Según Ernesto Kritz, de SEL Consultores, esto se debe en parte a que las empresas prefieren tomar a una persona de más de 25, por un tema de experiencia, pero de menos de 40, porque creen que los mayores son menos flexibles a la adaptación.
En torno a la edad existen varias percepciones negativas que responden más a estereotipos que a hechos fácticos. "La realidad es que falta formación de campo sobre este rango etario -reconoce Videla-. Muchas veces, uno indaga y no hay motivos reales para que en una búsqueda se ponga un límite de edad." Así, la creencia de que una persona mayor es menos flexible o que puede no estar al tanto de los desarrollos tecnológicos puede ser errada. Lo mismo, el considerar que tendrá un costo mayor para la empresa. "Es cierto que si se capacita a ese recurso, la vida útil después es menor; pero no es más caro, tiene otras competencias."
Brenda Pruczanski, coordinadora de Relaciones con la Comunidad de Diagonal, una ONG que se dedica a la problemática de desempleo y que tiene un programa para ayudar a la gente de más de 45, coincide: "Cuando uno quiere reinsertarse se encuentra con muchos prejuicios, y luego hay miedo, bronca y frustración; emociones que le juegan en contra".
En la práctica, la salida laboral en los adultos depende sobre todo de los contactos personales. De la misma manera, son las pymes y no las grandes empresas las mayores receptoras. Otra alternativa frecuente son los emprendimientos personales y el autoempleo. En la Argentina, reafirma Silvia Torres Carbonell, directora del Centro de Entrepreneurship del IAE, el 50% de los emprendedores tiene más de 50 años. Así, Juan José Carballo, de 56, que, después de 25 años de experiencia en Kodak, optó por crear su propia empresa, Netmed, dedicada a la comercialización de soluciones médicas para el diagnóstico por imágenes. "Se dio que el área mía se vendió y llegué a un acuerdo con la compañía y me retiré. Pero sabía a lo que me quería dedicar; además, creo mucho en las herramientas que tengo", dice Carballo.
Más allá de un mercado laboral preso de una tendencia a exaltar la juventud -y no tanto la experiencia-como principal valor, a partir de los 40 también es frecuente que las personas busquen empleo aspirando un cambio de rumbo. Después de todo, a esta edad, dice Rodolfo Rivarola, profesor de Comportamiento Humano del IAE, están en la situación de plantearse qué harán la otra mitad de su vida. "Está el que tiene ganas de dedicarse a la familia y no sabe si la empresa lo va a valorar, o el que está cansado, tiene hijos grandes y se plantea si tanto esfuerzo vale la pena. A las personas les cuesta ver grises", dice Rivarola.
Miguel Rodríguez puede jactarse de que el suyo es un caso exitoso. En 2005, a los 59 años, después de presidir una empresa de trabajo temporario, renunció y se fue a vivir al Chaco, para dedicarse al campo. "No me costó la transición. Deseaba esta vida", dice.

LOS PERSONAJES
RODOLFO SEMINARO
El autoempleo, una salida exitosa
Era plena crisis del tequila. Y empezaba a sentir que en la constructora nacional en la cual trabajaba hacía más de 20 años, y de la que era director, "había síntomas de que estaba quedando fuera del esquema". Como en el mercado se sabía que estaba por quedar libre, empezaron a llegarle algunas ofertas laborales. Pero fue un amigo abogado que lo convenció para que hiciera algo distinto: "Más sopa no, me dijo", recuerda hoy, a sus 72 años, Rodolfo Seminario, presidente de Grupo Syasa. Tenía en ese entonces 56. "Estaba en una edad avanzada, aunque ahora me parece joven -aclara-, pero era una buena situación: podía aportar el valor de lo que sabía, aunque no tenía capital para armar una constructora tradicional ni la edad para hacer cosas que no me dieran satisfacción". Así, en abril de 1995, a los 56, creó su propia empresa dedicada al gerenciamiento de la construcción, que funciona bajo un esquema popular en los Estados Unidos, por el cual actúa como nexo entre los inversores que quieren hacer una obra y los arquitectos o ingenieros. Quince años más tarde, la empresa tiene 170 empleados, y está presente en la Argentina, México, Panamá, Colombia, Perú y Uruguay. Recientemente, terminó la obra del Teatro Colón y, entre otros proyectos, por estos días está a cargo de la obra del tradicional Hotel Carrasco, en Montevideo. "Realmente creo que nos fue bien, uno tiene que pensar a lo que uno aspira. A mi no me resultó difícil, pero creo que hay que ser justos: yo tenía una posición, medianamente con algunas reservas, y tuve una salida generosa de la empresa para la cual trabajaba. Eso me dio la posibilidad de decir: tengo un panorama de tantos años para ver qué hago. Y, en todo esto, el apoyo familiar fue fundamental. Mis tres hijos ya estaban independizados, y mi mujer me acompaña desde los 18 años, cuando me puse de novio", aclara.
JORGE NASANOVSKY
Cuando la necesidad es una oportunidad
En sólo 15 días, Jorge Nasanovsky, de 42 años, levantó un emprendimiento personal. El desempleo había llegado a su casa por partida doble: él y su esposa, ambos pediatras, se habían quedado sin trabajo. Corría 2002, plena crisis económica, y las perspectivas eran realmente sombrías. Pero, entre los dos armaron un centro de atención pediátrica y, al mismo tiempo, desarrollaron un portal de salud infantil, Zonapediatrica.com, una suerte de red social para padres y profesionales de la salud, con el que ahora aspira a atraer a las empresas de medicina prepaga.
"Fue una desgracia con suerte. Lo levantamos a los apurones y sin fondos, pero hoy nos va mucho mejor; casi dos o tres veces mejor que cuando trabajábamos para un tercero", dice Nasanovsky.
En el centro pediátrico de Moreno, que originalmente comenzó alquilando un pequeño lugar, Nasanovsky y un grupo de colegas reciben anualmente más de 10.000 consultas. Mientras que, por otro lado, su portal en Internet tiene más de dos millones de visitas al año y más de 70.000 usuarios de toda América latina inscriptos a sus boletines. "Tratamos de catalizar la información y bajarla a un lenguaje ameno. Lo mismo que hacemos en nuestro consultorio lo trasladamos a Internet", explica el médico que recibió el respaldo económico del programa Buenos Aires Emprende 2009 de la Subsecretaría de Desarrollo Económico de la ciudad de Buenos Aires, y además cuenta hoy con el apalancamiento de la Universidad Tecnológica Nacional. Nasanovsky detalla, no obstante, que su amistad con la tecnología surgió más bien de grande. "A los 29 años empecé a trabajar con la computadora y me apasionó", dice este médico cuyo siguiente paso es darles a los padres que participen de su portal la posibilidad de acceder a una libreta de salud online .
SUSANA MAMMOLA
Nunca es tarde para cambiar de rumbo
"En 2008 renuncié al trabajo que tenía, porque quería cambiar de rumbo. No pensé que me iba a resultar tan difícil reinsertarme", reconoce Susana Mammola, de 49 años. Licenciada en publicidad y también con el título de correctora literaria, Mammola demoró poco más de un año hasta conseguir su trabajo actual en la Casa de Ronald McDonald, en la Fundación Garrahan. "No me importaba ser asistenta o cadeta, siempre que fuera un área nueva que me permitiera explorar. El puesto que tengo es un regalo, pero trabajé mucho para obtenerlo", dice.
Con experiencia en comunicación en diversas empresas, y tras abandonar su trabajo de varios años en Avon, Mammola buscó empleo como comunicadora o en publicidad. Sin éxito, coqueteó luego con la idea de desarrollar su propio emprendimiento. "Me hice las tarjetas y todo. Pero me di cuenta de que no podía trabajar sola, que necesito un equipo de gente", dice. Fue recién a los seis meses, y tras participar del programa de la ONG Diagonal, que decidió reenfocar su búsqueda hacia la asistencia social. "Cuando me di cuenta de dónde quería trabajar, me fue más fácil; es como que el trabajo de la Casa de Ronald McDonald me estaba esperando", afirma Mammola, casada hace 25 años y con un hijo de 21, estudiante de Comunicación. "Nunca me imaginé que iba a terminar trabajando en un hospital, pero siempre me gustó; había sido voluntaria durante años." Según Mammola, la experiencia de vida es fundamental para poder desempeñarse en una tarea como la que hoy tiene en la Casa de Ronald McDonald, donde ayuda a gestionar y coordinar el alojamiento temporario de los padres de los pacientes en terapia intensiva del Garrahan. "Tener 50 pirulos implica que hay cosas en las que vas a estar más cansada, pero tengo muchas otras competencias que puedo poner al servicio", sentencia.
ALEJANDRA ALVAREZ
Años de ama de casa; luego dos trabajos
Siempre quiso trabajar, pero su prioridad fue acompañar a su marido que, como bancario, era trasladado a distintas partes del país. Pero, con el título de arquitecta debajo del brazo, dos hijas en la universidad y sin experiencia, Alejandra Alvarez, de 49 años, se vio obligada en 2007 a salir al mercado laboral por primera vez en su vida. Su marido, el sostén de la familia hasta entonces, se había quedado sin trabajo y no podía reinsertarse. "Fue muy angustiante. A mi marido le llegaron a decir que estaba sobrecalificado. Y yo nunca había ejercido como arquitecta", recuerda Alvarez, que por ese entonces recién había empezado a colaborar ad honórem en la UBA, en el Centro de Investigaciones de Barreras Arquitectónicas.
Fue su madre, desde Mendoza, la provincia de la cual es oriunda, quien encontró en un diario un aviso de la ONG Diagonal, dedicada a asistir a las personas de más de 45 que buscan reincorporarse al mercado laboral. "Ahí me ayudaron a ver mis aptitudes, armar mi currículum. Pero fue todo un desafío", dice Alvarez, quien luego, por un contacto indirecto logró llegar al Servicio Nacional de Rehabilitación, donde desde octubre de 2009 trabaja ocho horas diarias. "A veces, los contactos indirectos son más efectivos que los directos. A mi marido le pasó lo mismo. Tenía mucha gente conocida, que sabía que él estaba en la búsqueda, pero al final la oportunidad le vino de unos conocidos", detalla.
Para Alvarez, ejercer como arquitecta implicó un cambio radical de vida. No sólo debió acostumbrarse a cumplir horarios, sino que también vio cómo se reestructuraron los roles de los miembros de la familia dentro de la casa. "Se dio vuelta la torta; mi marido, que no estaba nunca, ahora está más en casa, mientras que yo, entre el trabajo y la facultad, vuelvo a las 11 de la noche. Fue un crecimiento familiar grande", subraya.

DIXIT
"Como no tenía experiencia, no mandaba el currículum. Sí me presentaba en todos aquellos lugares que tenían que ver con la discapacidad, que es el área en la que estaba especializada."
A. Alvarez, arquitecta
"Uno tiene que pensar qué es a lo que aspira. Pero creo que hay que ser justos; a mí no me resultó difícil, pero porque tenía unas reservas que me permitían pensar qué hacer sin estar tan apretado."
R. Seminario, ingeniero civil
"Creo que las empresas deberían aprovecharnos. La experiencia implica que nosotros ya cometimos errores y aprendimos de ellos. Soy optimista, creo que tenemos mucho para aportar." J. Schiaffino, ingeniero naval
"Cuando uno está tantos años en una empresa, es difícil saber qué porcentaje de los éxitos son propios y qué porcentaje, de la empresa. Cuando me fui, tuve que pensar por qué me iba."
J. Carballo, de Netmed

lanacion.com

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