sábado, 5 de junio de 2010

Un centro donde curan heridas del alma

Fabiola Czubaj
LA NACION
Los expertos en el manejo de las secuelas que produce una experiencia traumática suelen decir que cuanto más breve, más intensa será esa vivencia. Y si la ayuda para que se transforme en un recuerdo no llega, cada segundo se vuelve a vivir día tras día, como si el tiempo no hubiera pasado.
Con eso convivieron estos 28 años los héroes de Malvinas que se acercan al centro de atención donde, como lo definió su director general, se les curan las heridas del alma a los ex combatientes. "Es casi imposible encontrar un lugar donde los veteranos podamos recibir atención. Así como nosotros no estábamos preparados para ir a una guerra, en el país no había médicos preparados para recibirnos. Muchas veces, uno llega a este tipo de centros por casualidad, y la terapia me cambió la vida", cuenta Silvio Katz, que llegó a las islas nueve días después del desembarco militar y combatió hasta el 16 de junio.
Asegura que en estos tres años de terapia en el Centro de Salud Mental Malvinas Argentinas, del Ejército Argentino, pudo comprender por qué su mamá siempre le decía que con él no se podía hablar. "Tenía adentro un engendro que se alimentaba de la violencia y la escupía para todos lados. Quizá no llegaba a lo físico, pero no me dejaba disfrutar a mis dos hijos porque estaba enojado y gritaba todo el tiempo -recuerda-. Hoy, ellos son mis mayores aliados y con la terapia recuperé a mi familia."
A los 47 años, Silvio es portero en un colegio bonaerense, como muchos otros veteranos de guerra. La voz se le quiebra al recordar la guerra, pero enseguida se repone para comentar: "En 2001 trabajaba en un quiosco y me pasó algo muy curioso; gané un viaje a las islas con un acompañante. Mi esposa volvió embarazada de mi primer hijo. Fue como una revancha, una segunda oportunidad".
Además del trastorno por estrés postraumático (TEPT), los veteranos conviven con otras enfermedades crónicas que causa la guerra. Son la depresión, la distimia (perturbación del estado anímico), los trastornos de la personalidad, la fobia social, el pánico, las adicciones y el alcoholismo. Son tan complejos de tratar como el TEPT, un conjunto de síntomas que afecta al 24% de los 1000 ex combatientes (el 10% de los veteranos del Ejército) atendidos en el centro, que funciona desde hace seis años y está a cargo de dos veteranos de guerra, el coronel Esteban Vilgre Lamadrid y el capitán médico Martín Bourdieu.
Atención modelo
El modelo de atención es una adaptación local del que utiliza en Estados Unidos el Departamento de Asuntos de los Veteranos de Guerra. El Ejército abrió el centro en el barrio de Almagro luego de una visita que hizo un equipo argentino a un centro en Miami. Por una cuestión de recursos, acá no se ofrece internación, sino consultorios externos y hospital de día de media jornada, con dos meses y medio de tratamiento intensivo (de lunes a viernes, de 8 a 13) con cuatro niveles de actividades. El objetivo es que la experiencia traumática se convierta en un recuerdo honorífico.
La historia clínica se abre con una evaluación psiquiátrica con una batería de tests. El diagnóstico se eleva a la Junta Médica de la fuerza, que decide si la enfermedad está o no vinculada con un acto de servicio. "Independientemente de eso, acá los seguimos tratando -explica la psiquiatra Viviana Torresi, médica legista y subdirectora asistencial del centro-. Eso incluye la medicación necesaria, la psicoterapia individual o grupal y el hospital de día."
Ese hospital es una gran sala luminosa en el primer piso, donde los siete profesionales dialogan con LA NACION. En las paredes, cuelgan trabajos de los veteranos. Infaltable: una pintura de las islas Malvinas sobre la Bandera. En la planta baja del centro, ubicado en Palestina 638, en Almagro, (informes: 011 4863-1512) están los consultorios. "No puedo creer cómo no hay un centro más grande manejado por estos profesionales", dice Silvio.
Esos especialistas recurren a distintas estrategias terapéuticas, como la terapia ocupacional o la musicoterapia. Pero la llave que abre casi todas las puertas es el sentido del humor, que también actúa como un mecanismo de defensa de los profesionales frente a relatos que impactan. "Los veteranos cargan una mochila pesada y muchos no quieren bajarla porque lo asocian con olvidar Malvinas, con despersonalizarse. Creen que sentirse bien sería traicionar a los que murieron. Por eso también su ámbito social son otros veteranos. Son muy pocos los que pueden establecer otros lazos sociales -explica Torresi-. Aquí, tratamos de reubicarlos socialmente sacándolos del lugar de víctima para que sean sujetos activos. Ser veterano de guerra tiene que transmitirles orgullo." La frustración suele agobiarlos. "Todo ese dolor y la falta de una respuesta durante tantos años les causa una gran frustración", apunta el licenciado Marcelo Alvarez Travieso, coordinador del Area Psicológica. Y el licenciado Eugenio Romero, coordinador de la terapia grupal y autor del libro Trampa de e spejos, dice: "Es muy difícil pasar por la guerra y salir indemne. Todos llegan con un trauma que, según su interacción con la personalidad previa a la guerra, causa uno u otro trastorno. La violencia, a veces sin explicación, queda encapsulada en ellos y emerge con mucha facilidad".
Todo el equipo, integrado también por la licenciada Marcela Aldazábal, la psicóloga Mónica Gramajo, el terapista ocupacional Rafael Giunti y el musicoterapeuta Federico Olschansky, asegura que "el silencio social" que se les impuso agravó las secuelas. "Me enseñaron a perdonar a ese chico de 19 años que era yo, al que culpaba de haber tratado de sobrevivir", afirma Silvio.
-¿Sentís que se te debe algo?
-El pueblo argentino nos debe un abrazo. Y no es un reproche. Si nos hubieran abrazado en lugar de considerarnos los locos que venían de la guerra, no hubiéramos llegado al nivel de suicidios que se llegó, ni a cargar con el estrés postraumático por el que nos atendemos. Ese abrazo será la deuda eterna de la sociedad... Tenemos que pacificarnos.
lanacion.com

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