martes, 6 de julio de 2010

A la mujer se le hace más difícil que al hombre seguir estudiando

En la Argentina, niñas y varones acceden por igual a la escuela. Pero cuando se trata de continuar estudiando, a las chicas se les hace más difícil, a causa de las obligaciones que culturalmente se descargan en las mujeres. Y ese déficit educativo repercute en lo laboral, ya que a las mujeres se les exige más calificación para el mismo empleo.
Este diagnóstico –basado en estadísticas oficiales, que muestran grandes desigualdades regionales–, se desprende del informe elaborado por Claudia Giacometti para CLADEM (Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer). Es la base local para la “Campaña de educación no sexista y antidiscriminatoria”, presentada ayer en la Casa de Tucumán.
Uno de los factores que más alejan a las chicas de la escuela es el embarazo adolescente, que ha aumentado –sobre todo en las provincias con mayor población pobre–, a pesar de que la tasa general de fecundidad disminuyó . Según el Censo 2001, mientras el 84,5% de las y los chicos de 14 a 17 años estudiaba, sólo lo hacía el 39,7% de las que habían sido madres.
En 2008, el 52% de las madres menores de 20 años ni siquiera había ingresado al nivel medio. En la población indígena, los indicadores son aún peores: por ejemplo, el 75% de las madres tobas mayores de 12 años no terminó la primaria. Y mientras la tasa de analfabetismo del país ronda el 2,6%, en las mujeres Mbyá guaraní llega al 37%.
“La exclusión temprana del sistema educativo de jóvenes en contexto de vulnerabilidad, supone la continuidad de círculos de pobreza –destaca el informe–.
El nivel educativo de la madre es uno de los factores de riesgo en materia de mortalidad infantil . En 2006, la tasa de mortalidad infantil de madres con primario incompleto era de 17.7, once puntos más alta que la verificada entre el grupo de madres con primario completo”.
El estudio de Giacometti hace foco en las condiciones de vulnerabilidad: “En 2006, tras 4 años de crecimiento, el 60% de los adolescentes era pobre, y la cuarta parte, indigente”, apunta la socióloga.
Por una parte, la subalimentación afecta la capacidad de aprendizaje y de desarrollo . Además, el hecho de que los chicos vivan en mayor situación de pobreza que el promedio de la población, condiciona las posibilidades de las madres de salir a trabajar. Entre las que tienen hijos menores de 5 años, son las más pobres las que menos pueden acceder al empleo, porque tienen que cuidarlos. Esto revela, según Giacometti, que faltan jardines de infantes públicos .
El Estado, señala la experta, debe atender también estos contextos desfavorables.
“El problema no se resuelve sólo en la escuela. Hacen falta alianzas”, propone. También con las y los docentes, cuya formación perpetúa la brecha de género: esos patrones sexistas, afirma, replican la división sexual del trabajo en la elección de las carreras.
clarin.com

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