lunes, 12 de julio de 2010

Las "tribus hormiga" de China: graduados y sin empleo formal

Nuria Cimini
China Files
PEKIN.- "Trabajadores, decididos e inteligentes, como una tribu de hormigas." Con estas palabras, el profesor de la Universidad de Pekín, Lian Si, definió en 2009 al grupo de jóvenes de entre 25 y 30 años, hijos de la nueva clase media china de las provincias, que después de haberse graduado en universidades de segunda o tercera categoría se desplazan a las grandes ciudades, como Pekín o Shanghai, con la esperanza de conseguir un trabajo mejor. "Hormigas", porque son diligentes y, a su vez, viven en modestas condiciones.
Gracias al potente despegue económico del país, cada vez más jóvenes chinos han conseguido en los últimos años acceder a la universidad -todo un lujo en épocas pasadas- y, en diez años, la cifra de universitarios se ha elevado desde una selecta minoría hasta el 21%, alentando el sueño dorado de millones de familias de un futuro mejor para sus hijos.
Sin embargo, el proceso ha traído consigo nuevos desajustes en una sociedad cada día más rica, pero también más desigual. Hoy, la premisa según la cual el acceso a la universidad garantiza un mejor trabajo y posición social, tal como ocurre en muchos países occidentales, no se cumple en China. Su economía aún se basa en la producción de bajo costo y no precisa, por lo tanto, de grandes cantidades de mano de obra calificada.
Malas condiciones
La realidad, por el contrario, es que estos jóvenes se ven obligados a aceptar a menudo trabajos mal remunerados, con jornadas larguísimas. Son empleos inestables, que no se corresponden con su preparación.
Ye Linlin, un joven de 26 años graduado en Turismo en la Universidad de Guilin, afirma: "Cuando me gradué, conseguí trabajo en un hotel en Guangzhou por 1700 yuanes al mes [250 dólares], pero además de estar mal pago, era un trabajo que cualquiera podía hacer; no era necesario haber ido a la universidad para hacer eso, y al cabo de un tiempo lo dejé y vine a Pekín".
Con sueldos bajos y un mayor costo de vida en las grandes ciudades chinas, el día tras día de las "hormigas" no es fácil. Ye vive en un destartalado departamento sin baño ni calefacción en un suburbio de la capital que comparte con un amigo y por el que pagan entre ambos 1000 yuanes al mes [147 dólares]. Aún así, Ye es afortunado, ya que, a diferencia de la mayoría de las "hormigas", que necesitan enviar regularmente dinero a casa, su familia está en condiciones de ayudarlo de vez en cuando.
La China de hoy, la nueva tierra de las oportunidades del siglo XXI, donde todo es posible y muchos se convierten en millonarios en un abrir y cerrar de ojos, venera el dinero y admira a los que lo tienen por encima de todo. La presión que ejerce la sociedad sobre sus jóvenes para que "triunfen" es extrema, lo que los hace sentir como auténticos fracasados cuando no consiguen cumplir las expectativas. Muchos jóvenes, a pesar de su situación, siguen aferrados a sus sueños de una vida burguesa y malviven durante años a la espera de una oportunidad que les abra las puertas del éxito.
Algunos se rebelan
Otros, sin embargo, deciden rebelarse y, contemplando con marcado escepticismo las promesas de una sociedad que les pide mucho y les da muy poco, se niegan a entrar en ese círculo vicioso del consumismo y el progreso material que parece gobernar China. Esa es, por ejemplo, la opinión de Xie Youyou, un universitario de 28 años proveniente de Mongolia interior, que comenta: "Para mí es suficiente si tengo para cubrir mis gastos; no necesito tener un auto ni una casa propia. No estoy dispuesto a desperdiciar años enteros en un trabajo asqueroso sólo para comprarme un auto. Es más importante poder hacer otras cosas que me gustan".
Cuando se les pregunta cuáles son esas "otras cosas" que les interesan, la respuesta invariablemente pasa por la música, el cine, el arte o la literatura. El ocio, y no el trabajo, parece ser lo que, como en muchas otras partes del planeta, configura cada vez más la identidad de gran parte de los jóvenes chinos.
Al preguntarle a Wu Weifeng, de 27 años y graduado en la Universidad de Wuhan, qué cree que lo distingue de otras "hormigas", comenta: "Ellos no tienen intereses reales. Estudian lo que piensan que les ayudará a conseguir un trabajo mejor y no se plantean si les gusta o no lo que hacen; al salir del trabajo, no tienen nada que hacer, se pasan las horas muertas".
"A mí el tiempo ni siquiera me alcanza para hacer todo lo que quiero -añade-. Sólo espero encontrar un trabajo que realmente me guste."
Las "tribus de hormigas" ya se han extendido a lo largo de China y componen casi a un millón de universitarios recién graduados. Se calcula que en 2010, 6,3 millones de graduados entrarán en el mercado laboral local. Aunque el gobierno se esmere en combatir la desocupación, los empleos básicos que se ofrecen condenarán a miles de jóvenes profesionales a ser unas "hormigas" más dentro de esta enorme tribu.
lanacion.com

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