viernes, 9 de abril de 2010

Entrevista con Orlando Calo, decano de psicologÍa de la Universidad de Mar del Plata

Tesy De Biase
Para LA NACION
Cómo los argentinos nos posicionamos frente a las normas es el objeto de estudio de investigadores de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Mar del Plata, cuyos resultados permiten dibujar un perfil nacional transgresor.
"Como tendencia, encontramos una falta de consciencia sobre la responsabilidad social: cada uno funciona según sus propios criterios, con escasa consideración sobre las responsabilidades colectivas", dice el licenciado Orlando Calo, decano de esa facultad y director del equipo que realizó sus investigaciones en estudiantes, padres, docentes, menores internados en institutos por conflicto con la ley penal, adultos condenados por crímenes automovilísticos y argentinos emigrados.
"En los chicos en conflicto con la ley, por ejemplo, pudimos constatar la ausencia de compromiso moral y responsabilidad respecto de sus actos; los chicos entrevistados no mostraron capacidad de reflexión crítica sobre lo que hicieron. Podríamos pensar que se trata de cuadros psicopatológicos, pero una reducción como esa convierte en enfermedad del individuo concreto lo que está sobredeterminado por las condiciones sociales."
Pero ¿existen coincidencias entre estos adolescentes y el resto de nuestra sociedad? "Deberíamos preguntarnos si el chico que va a parar a un instituto tiene que ser tomado como expresión individual de enfermedad o como parte de una patología social que produce sujetos ausentes de normatividad", responde Calo.
Cuando la transgresión se extiende a temas cotidianos (reglas de tránsito, normas de convivencia) algo está fallando, algo de la ley entendida como código de conducta social no se termina de inscribir.
Curiosamente, los argentinos de 18 a 50 años emigrados a Italia y España que fueron entrevistados por las licenciadas Eugenia La Rocca y Ericca Garimanno, del mismo equipo de investigación, manifestaron "una fuerte autoridad normativa y necesidad de subordinación al mandato de una autoridad." Es decir que, fronteras afuera, aparece un comportamiento que, como tendencia, es opuesto al instalado en territorio nacional.
"No es que no deseemos que haya ley y autoridad, sino que actuamos en un medio en el que sentimos que tal cosa no existe -afirma Calo-. Por eso, cuando nos trasladamos a otro ámbito en el que sentimos que hay ley, orden, respeto, en general nos subordinamos casi gustosamente."
-¿La ausencia de reglas claras y sanciones igualitarias promueve conductas enmarcadas en el "todo vale"?
-La calidad de las instituciones condiciona los modos en que cada uno se posiciona en relación con la ley y en relación con los semejantes. Un marco jurídico-político fuerte, al que se le reconoce autoridad, contiene a los sujetos y los alivia de la vivencia angustiante de la lucha a muerte de cada uno contra todos los otros implícita en el "todo vale".
La debilidad, si no la ausencia, de las representaciones emblemáticas de la ley y la justicia (inicialmente las figuras parentales y, sucesivamente, las distintas instituciones sociales encarnadas en sus agentes: escuela-maestros, policía-agentes, justicia-jueces, política-políticos) tiene efectos nocivos que sobre la constitución de la subjetividad. Las conductas trangresoras extendidas no pueden leerse como consecuencia de que los individuos que las cometen no deseen que haya ley ni justicia; todo lo contrario: pensamos que actúan así porque para ellos no hay ley ni justicia, porque en su constitución como sujetos la ley y la justicia estuvieron ausentes o debilitadas.
En nuestras investigaciones con niños y adolescentes a quienes les presentamos dilemas morales hallamos que, aun en edades tempranas, tienen un sentido muy claro de la justicia y de la responsabilidad sobre las consecuencias de los actos.
-¿Cómo aprovechar eso para estimular la responsabilidad sobre los propios actos?
-No podemos pretender responsabilizar si no nos ubicamos inicialmente como responsables. Observamos la tendencia en padres y maestros a declararse impotentes: "No me hacen caso", "Las condiciones de la escuela no nos permiten trabajar bien". No se trata de que la responsabilidad la asumamos únicamente cuando todas las condiciones están dadas, sino que se trata de que cada uno pueda plantearse qué es posible y debo hacer en las condiciones que la realidad me impone.
Nosotros sostenemos que cada uno es responsable de lo que hace. Padres y educadores tenemos un rol fundamental en la inscripción subjetiva de las normas, en un proceso de transformación que ayude a que nuestros hijos o alumnos sean responsables de lo que hacen. Si las sanciones que empleamos son de tipo retaliativo, sólo se consigue un castigo, mientras que otro tipo de sanciones buscan restaurar el bien dañado y responsabilizar a quien ha cometido la falta. Uno tiene que actuar de acuerdo a lo que marca la ley. Lo puede hacer sometiéndose pasivamente, confrontando activamente o, lo que nos parece más sano, en un ejercicio reflexivo que permite cumplir lo que debe ser cumplido y reclamar lo que se quiera modificar.


Mano dura vs. sanción ejemplar
¿Qué lugar tiene la sanción en este proceso de transmisión de las normas y la aceptación de las consecuencias por no respetarlas? "Respondo con un ejemplo surgido del trabajo en una escuela en la que se enseñaban oficios -cuenta Orlando Calo-. En un taller, un alumno adolescente limpiaba un motor con un pincel que embebía en nafta. Por un movimiento involuntario volcó un poco de nafta y un compañero, con ánimo de hacer una travesura, encendió un fósforo. El accidente no resultó grave.
"Las autoridades del establecimiento, tras deliberar sobre las sanciones por aplicar, resuelven que el autor del incendio, causante involuntario pero responsable, investigue sobre normas de seguridad industrial, y confeccione carteles sobre los riesgos propios de las distintas tareas que en el taller se desarrollan, medida que guarda una relación lógica con la falta y tiene por finalidad contribuir a la responsabilización de su autor. Pero los padres de la víctima, apoyados por otros padres, reclaman a las autoridades la expulsión del autor de la falta, acusando a las autoridades de "débiles" y reclamando "mano dura".
"Lo que podría haber sido una sanción ejemplar encuentra el escollo que resulta de una disposición, extendida socialmente, que reclama medidas disciplinares de extrema dureza y dirigidas al castigo. En lugar de aumentar el sentimiento de seguridad, se incrementa la hostilidad y favorece las reacciones de venganza."

lanacion.com

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