miércoles, 7 de octubre de 2009

el auge de los programas sobre marginalidad violencia y sexo extremos


Es casi imposible efectuar un zapping por los canales de aire en horario nocturno y no encontrar alguna escena de sexo o de violencia lanzada, como un mazazo, desde un programa periodístico. Imágenes que, además, repetirán los programas de archivo semanales. Sucede que la oferta de “periodismo social televisado” es vasta en la grilla de los canales, y esas dos temáticas favoritas parecen ser garantías de un buen número en el rating. GPS, Calles salvajes, Documentos América, Vidas paralelas (los cuatro de América, todos con promedios cercanos a los 4 puntos para una señal que, en septiembre quedó última, con promedio de 4.5 puntos, después de Canal 7), La Liga (Telefe, promedio de 14 puntos), Cárceles (Telefe, supera los 14 puntos), Policías en acción (El Trece, que también con 14 puntos de promedio sube el de Telenoche, que lo antecede) son ejemplos de programas que privilegian las historias por sobre los invitados en el piso, el recorrido callejero antes que la reflexión detrás de un escritorio, la cámara al hombro por sobre la estabilidad del sillón en el estudio.La proliferación de estos programas que usan las historias de pobreza y marginalidad como materia prima no es un fenómeno nuevo. Pero su auge actual permite que, cada noche, cualquier televidente, al encender la tele, asista a peleas de borrachos a la salida de un boliche, escenas de chicas pasadas de copas que se caen al piso, piñas conyugales o cuerpos desnudos. Imágenes que se muestran en efectista primer plano, mientras la audiencia indica que sigan y algunas voces críticas denuncian la manipulación que implica presentar como normal y cotidiano una realidad durísima. O como folclore tumbero (Cárceles), una que se cobra vidas humanas a puerta cerrada. La estigmatización del entrevistado, la exposición de la miseria y hasta el trato benigno hacia los delincuentes están primeros en la lista de las acusaciones. Pero el prime time permanece indiferente y los conductores oscilan entre el ánimo denunciador casi policíaco, disfrazado de supuesto periodismo de investigación –las correrías sin aliento de Facundo Pastor en Documentos América–, y los palermitanos sensibles que se conmueven tanto visitando las casas de las villa miseria que hasta lagrimean (La Liga). “Las audiencias masivas, las que todavía frecuentan la televisión abierta, prefieren estos programas antes que otros programas periodísticos más tradicionales, de invitados en el piso o periodistas parados explicado delante de un plasma –dice Rolando Graña, conductor de GPS y antes de Puntodoc–. Esto no sólo se comprueba en las mediciones promedio sino también en el minuto a minuto de los propios programas”. Para Graña, éste no es un momento de explosión de su género televisivo. “Más que un auge de programas sociales, te diría que hay un auge de una manera de registrar fenómenos que antes no eran tenidos en cuenta, o que sólo se conocían por relatos indirectos. La manera de filmar que abrieron programas como Policías en acción o GPS hoy está en casi todos los noticieros. Modestamente, creo que buena parte del debate que existe hoy en la sociedad sobre el reviente de los chicos, sobre las peleas de borrachos a la salida de los boliches, fue en gran medida instalado por nuestra manera de mostrar estos fenómenos”.Gustavo Hazan es el productor ejecutivo de Policías en acción y teoriza sobre qué clase de televidente mira su producto: “Nuestro programa muestra una realidad que no se conoce; y considero que hay tres clases de público: aquel que lo ve desde afuera pero que se regocija; otro que es protagonista de lo que ve, y por lo tanto se ve reflejado; y hay un tercer público que se divierte con las ‘bizarradas’. Está claro que hay una tele nociva, pero no es la nuestra, porque nosotros bajamos línea pero sin bajar línea. Es decir, no pretendemos que se prohíba el consumo de alcohol, pero mostramos esa problemática. Estos programas ponen en evidencia cómo se agarran a piñas en los boliches y con qué frecuencia, pero después la señora corrobora que su hijo no llega con el ojo morado a su casa, o los hijos, que no todos los padres llegan alcoholizados a sus casas”. Guillermo Favale conduce Vidas paralelas junto a Luciana Arias y Gisela Marziotta. El periodista no concuerda con quienes les atribuyen a los programas periodísticos sociales una visión peyorativa del entrevistado, aunque reconoce que el reflejo de la realidad es más bien turístico. “Me molesta cuando un colega se pone en tono amistoso con un pibe chorro. Es más fácil y más cómodo hacer una nota desde un lugar de ‘amigo’ que hacer una nota a secas. Cuando salió el primer programa de Vidas… me tocó entrevistar a un pibe chorro, y justo esa semana se emitieron varias notas con ladrones, pero uno no los acompañó a robar, simplemente mostramos algo que sucede, que está ahí. Algunos se creen que los mostramos como héroes, pero negar que es una realidad sería hipocresía. No son historias inventadas, no son extras. Ahora, el rol que ocupan los delincuentes en pantalla es un debate pendiente, una cuestión filosófica. Entre mostrar y no mostrar, prefiero que me critiquen por mostrar. Lo otro sería omitir”, asegura.SEXO & PERIODISMO ANTROPOLÓGICO. “Es un debate antiguo –dice Graña, categórico–. Hace diez años, en el primer Puntodoc, presenté un capítulo que se llamó ‘Ladrones.doc’, donde solamente hablaban ladrones. Ladrones viejos, pibes chorros, ladrones presos y encapuchados en actividad. Hubo gente que me criticó por entrevistarlos ‘como si fueran gente’. Sin embargo, ese capítulo fue uno de los elegidos por un jurado internacional para darnos el premio Rey de España Televisión, en mayo de 2000”. Si una pata fundamental de los “periodísticos sociales” de hoy es la violencia, la otra, sin dudas, es el sexo. Florencia Caro es linda, simpática y notera de Calles salvajes, el programa conducido por Martín Ciccioli. La joven no tiene pudores con su cuerpo y por lo general es la encargada de realizar la “nota hot” del programa. Llegó a desnudarse para entrevistar a nudistas. “Estos programas están apuntados hacia una clase media alta que no conoce otra realidad y es la única manera de abrirles los ojos mientras están sentados en su sofá. Después, vuelven a su vida habitual. Ahora, también intentamos divertir, y el sexo es una manera de enganchar a la gente. Los programas de denuncia un poco que saturan, pero lo mismo pasa con los diarios. Fijate si no cuántas noticias son para entretener y cuántas para denunciar realmente”.Para Lidia Fagale, responsable del Observatorio de Medios de la UPTBA, estos programas tienen un hilo en común: “Hacen periodismo antropológico, y no lo digo de una forma peyorativa. No soy crítica de estos programas, y creo que ayudan a contextualizar el medio, se meten en códigos y subculturas de una sociedad con grandes desigualdades. Los que critican lo hacen desde una posición conservadora”. Para Favale, el público seguirá mirando este tipo de programas porque “se ve reflejado”: “La gente tiene interés en ver historias que sean similares a las suyas, porque por más raras que parezcan algunas, nunca dejan de tener puntos de contacto”, asegura. “Nosotros no juzgamos situaciones, simplemente nos acercamos a gente que muchos de nuestros espectadores no saben que existen”, dice Florencia Caro. Desde Policías en acción simplifican con un recurso que puede resultar irónico, pero que se ve al aire: si el informe trata sobre alcoholismo, una placa informará al finalizar el programa: “La mayoría de la gente que vive en el conurbano no es alcohólica”; si esa noche emiten piñas a la salida del boliche, otro cartel aclarará que no todos los jóvenes son violentos. “La mayoría de quienes se dedican a los medios de comunicación tienen visión crítica –dice Favale, del Observatorio de Medios–. Pero yo pienso que estos programas enriquecen al periodismo, y se lo debemos a una generación que incorpora la antropología y la genealogía de problemáticas sociales”.
criticadigital.com

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