domingo, 4 de octubre de 2009

Para nutrirse mejor


Los vegetales contienen sustancias llamadas principios activos. Se trata de elementos que cumplen una función específica para la supervivencia de la planta. Al mismo tiempo, muchas de ellas ejercen en animales y humanos un efecto terapéutico. Desde la antigüedad se han utilizado las plantas como medicina; el hombre aprendió a usarlas observando a los animales y viviendo en estrecho contacto con el mundo natural. Toda la sabiduría popular referente a las hierbas conforma el legado enorme de aquellos que nos han precedido. La ciencia, apoyada en la investigación y el estudio de las plantas, halló que distintas partes de ellas contienen los mencionados principios activos, responsables de determinadas acciones sobre la salud. La ciencia moderna aísla del resto de la planta los principios activos que mejoran una determinada patología y los sintetiza químicamente para que la persona tome sólo la sustancia que se considera útil en ese momento.
En la fitoterapia, o medicina basada en el uso de las hierbas, existe toda una corriente de pensamiento que considera que los elementos de la planta tienen una acción sinérgica entre sí, por lo cual es posible que los distintos principios activos presentes en una planta se potencien para lograr un mejor resultado.
De allí que sugieran el uso de la planta entera, o de la parte de la planta que presenta las sustancias buscadas, sin separarla del resto.
Ahora se está avanzando a grandes pasos en la investigación de los alimentos; así, cada día sabemos más acerca de frutas y verduras, y cómo utilizarlas para mejorar nuestra calidad de vida. De la misma manera, un fruto íntegro va a actuar dentro del organismo humano de una manera diferente de como lo harían sus distintos principios activos tomados separadamente. La naturaleza nos sigue sorprendiendo, y estamos lejos de conocer sus múltiples mecanismos, que, al actuar en sinergia, operan en el organismo ordenando sistemas y funciones, volviéndolos pausada e inteligentemente al equilibrio.
Veamos algunos principios activos presentes en el reino vegetal:
Aceites esenciales: son componentes líquidos y volátiles, con marcado aroma, presentes en distintas partes de las plantas. Algunos ejemplos son las hojas del eucalipto, la corteza de la canela, las flores de lavanda o los clavos de olor, las hojas de la menta. La canela, por ejemplo, nos ofrece en sus aceites esenciales propiedades antisépticas, antiespasmódicas, antibacterianas. Es muy útil cuando hay candidiasis. Los aceites esenciales presentes en las plantas nos brindan sus principios curativos también por medio de la aromaterapia. Por lo tanto, sus deliciosos perfumes no sólo cumplen la función de hacernos agradable un ambiente, sino que, fundamentalmente, son herramientas que favorecen el equilibrio y la sanación.
Aceites vegetales: como los de girasol, maíz, sésamo, etc., con su aporte de ácidos grasos esenciales para la salud.
Aceites orgánicos: ácidos tartárico, oxálico, cítrico, fumárico. Algunos ejemplos lo constituyen la manzana, con abundante ácido málico, que es astringente y muy útil cuando hay diarrea. O el ácido oxálico en la espinaca, con función diurética, y con el cual se debe tener cuidado en caso de litiasis.
Alcaloides: como la morfina de la planta de opio, u otras plantas como el peyote, la coca, la belladona, con importantes funciones terapéuticas.
Antibióticos vegetales: la cebolla, el ajo, o el enebro, que actúan eliminando parásitos, bacterias y virus patógenos presentes en el intestino.
Resinas: tienen funciones antibacterianas, antiparasitarias, expectorantes; de ellas se obtienen los bálsamos utilizados en la cosmética.
Enzimas: son necesarias en los procesos digestivos, entre otras funciones. El ananá, la papaya, el alcaucil, están entre los alimentos que nos aportan abundantes cantidades de enzimas que facilitan la digestión. Todos los vegetales aportan enzimas, siendo ésta una de las razones por las que es tan saludable comer diariamente vegetales y frutas crudas.
Glucósidos: entre éstos hallamos las saponinas, los cianogenéticos, las cumarinas, las antraquinonas, los flavonoides, las antocianinas. Todos ellos tienen importantes funciones en la salud. Podemos destacar, sólo por mencionar algunos ejemplos, el rol antioxidante de las antocianidinas, el resveratrol y los taninos presentes en las uvas. El resveratrol disminuye el colesterol, reduce el riesgo de formación de coágulos o trombos y mejora la salud del corazón; en las pepitas y hollejos las uvas contienen antocianidinas, compuestos vasoactivos con función antioxidante.
En estas cualidades de la uva se basa la famosa paradoja francesa; en efecto, los franceses presentan un riesgo muy reducido de enfermedad cardiovascular comparado con el resto de los países de Occidente, especialmente Estados Unidos, y se ha descubierto que se debe al consumo de buen vino tinto, hábito del pueblo francés.
Los arándanos también contienen antocianidinas, gracias a lo cual mejoran la vista, la fragilidad capilar, el retorno venoso y las hemorroides.
Las isoflavonas de la soja protegen del cáncer de mama, útero y próstata, atenúan los calores y las tuforadas en la menopausia y actúan como protectores cardíacos. El brócoli, el repollo y la coliflor pertenecen al grupo de las crucíferas y contienen sulforafano, que mejora la síntesis de enzimas encargadas de eliminar sustancias cancerígenas. Además, aportan principios activos que protegen el intestino al disminuir el riesgo de cáncer.
Los carotenos son excelentes antioxidantes, presentes en las verduras y frutas de colores amarillo-naranja y en vegetales de hojas bien verdes; disminuyen el riesgo de cáncer de pulmón y enfermedades cardiovasculares.
Los licopenos, típicos principios activos del tomate, reducen los riesgos de padecer cáncer de próstata.
La quercetina, otro flavonoide que tiene propiedades analgésicas, antiartríticas, antiinflamatorias, protege del cáncer de piel, ovarios, mamas, pulmones; presente especialmente en el té verde y en las cebollas. En menor cantidad la encontramos en cerezas, espinaca, coles, manzanas y peras. Los lignanos, que forman parte de la estructura de sostén de los vegetales, contienen ácidos con diversas funciones, que comparten la cualidad común de ser protectores hepáticos.
Mucílagos: actúan como protectores gástricos y disminuyen las irritaciones, tanto del sistema digestivo como del respiratorio. Ejemplos: el lino, el llantén, el membrillo, la malva, las algas. Tienen además propiedades laxantes.
Minerales y oligoelementos: el yodo en las algas, el calcio en las almendras y en el brócoli, el hierro en la espinaca, el potasio en el tomate, la banana, etcétera.
Principios amargos que, entre otras cualidades, abren el apetito y mejoran la digestión, como el ajenjo, la genciana, el diente de león, la radicheta, el alcaucil, etc.
Taninos, con propiedades astringentes como en el caso del té y del arándano; también son usados como antisépticos y antiinflamatorios.
Vitaminas, cuyos ejemplos conocemos ampliamente: los betacarotenos de la zanahoria, la calabaza, el durazno, etc.; la vitamina C de los cítricos, el kiwi, el tomate, las frutillas; las vitaminas del grupo B, presentes en los cereales integrales; la vitamina E, en abundancia en semillas y frutas secas, etcétera.
En resumen: gran cantidad de estudios confirman que el consumo abundante de frutas y verduras, aproximadamente cinco porciones por día, reduce en un 50% el riesgo de padecer algún tipo de cáncer. Y también mejora muchos otros problemas de salud.
Para seguir leyendo: La autora de esta nota es licenciada en nutrición. Escribió "Dieta para una vida sana. Guía para prevenir y curar enfermedades", publicado por Paidós.
Desde pequeños
Hay muchas medidas que podemos tomar para mejorar los menús de grandes y chicos.
Respecto de los dulces:
Reemplazar las galletitas de harinas blancas por aquellas de harina integral y miel o avena y miel (presentes en supermercados y dietéticas).
Incentivar el consumo de cereales. Hay buenas marcas a precios accesibles; otra opción es comprarlos en los almacenes naturales.
Hay barras de semillas de girasol o de sésamo y miel; las pipas, o semillas de girasol, al horno son otra buena posibilidad.
Alfajores de algarroba, de harina integral y dulce de frutas, en lugar de los alfajores comunes. Si bien tienen un precio más alto, disminuyen el deseo de comer dulces, por lo que se consume menos cantidad y mejor calidad.
Tartas de manzanas, de ricota.
Postrecito de leche, maicena y vainilla o flan casero.
Licuados de fruta y agua o leche.
Gelatinas con queso blanco y frutas.
Jugos de frutas variadas (ananá, manzana, frutilla, pera, etc.) con agua o leche.
Las comidas infantiles cotidianas:
Milanesas al horno, rebozadas con una mezcla de pan rallado y salvado de avena (para bajar el colesterol y las grasas).
Reemplazar el pan blanco por negro; buscar en las tiendas naturales aquellos con semillas. Incluir a los niños en la elección.
Si las verduras no integran el menú cotidiano, se pueden hacer sopas y procesarlas; agregarles fideos de colores, o letras, o avena arrollada.
lanacion.com

No hay comentarios: