jueves, 8 de octubre de 2009

En 10 años subió 62% el consumo de drogas entre adolescentes


Daniel Gallo
LA NACION
En los últimos diez años creció un 62 por ciento el consumo de drogas ilegales entre los estudiantes secundarios, según reveló una encuesta privada: del 8,98% de adolescentes que en 1999 reconocieron usar estupefacientes se pasó al 14,60% el año pasado.
El Instituto Superior de Ciencias de la Salud realiza desde hace una década sondeos anuales entre alumnos de los últimos años de la secundaria. El año pasado fueron 2752 jóvenes los que respondieron el cuestionario, que abarca preguntas sobre diversos hábitos sociales.
El consumo de alcohol también tuvo un crecimiento, que fue del 26%: pasó del 61% en 1999 al 77% en 2008.
La muestra fue tomada entre alumnos de la Capital y de Buenos Aires. Desde 1999, el instituto encuestó a más de 35.000 adolescentes. La comparación de resultados anuales cuantifica el problema que significa el consumo de drogas, con una demanda que crece en usuarios año tras año.
El trabajo de la entidad, que es dirigida por Claudio Santa María, también aporta un dato revelador sobre los beneficios de fuertes campañas de desaliento social al uso de ciertos hábitos. Porque la tendencia del uso de tabaco marca un claro retroceso, del 33 por ciento de los alumnos que indicaron haber fumado en 1999 al 26 por ciento que aceptó hacerlo en 2008.
A diferencia del consumo de drogas ilegales, circunstancia favorecida por cierta permisividad en la sociedad, las sucesivas trabas colocadas a los fumadores aparecen replicadas en esa disminución del tabaco entre los jóvenes.
Diferente es el caso de las drogas ilegales. En 2007 habían sido el 13,38 por ciento de los encuestados los que reconocieron consumir estupefacientes. Ese año marcó un quiebre, ya que hasta entonces el porcentaje de chicos vinculados con las drogas no pasaba el 10 por ciento. El salto puede deberse, para los investigadores, a dos hechos igualmente preocupantes. Por un lado, una mayor demanda, y por otra parte, la sensación adolescente de que ya no es un tema tabú reconocer el uso de drogas. Esto último llevaría a más jóvenes a relatar sin timidez sus experiencias.
Del 14,60 por ciento que revelaron su consumo de sustancias prohibidas, el 96 por ciento manifestó que usa marihuana. Esa droga tiene una alta tolerancia social y llevó recientemente a la Corte Suprema a despenalizar su tenencia para consumo personal. Un poco más de la mitad de los encuestados detalló que es la única droga que consume.
También creció la pertenencia a grupos en los cuales algún integrante usa drogas ilegales. Cuando en 1999 se consultó a los estudiantes sobre si conocían a algún amigo que consumiera drogas, respondió afirmativamente el 30,80 por ciento. Ese punto aumentó a 43,17 por ciento en 2008.

Consumo grupal
Ese dato es importante porque otros estudios, como los realizados por el Observatorio de Drogas de la Sedronar sobre las formas adoptadas para el consumo de drogas, establecen que entre los jóvenes se trata, mayoritariamente, de una acción grupal. En el sondeo del Instituto Superior de Ciencias de la Salud se determina que el 86,48 por ciento de aquellos chicos que se drogan tiene amigos que también lo hacen.
Otras informaciones relevantes pasan por la facilidad para llegar a las drogas que perciben los adolescentes: el 51,6 por ciento reconoció que es muy accesible la compra de estupefacientes, y el 25,6 por ciento informó haber sido tentado al menos una vez. La mayoría, el 66 por ciento, se inició en el consumo entre los 16 y los 18 años.
Las cifras de este informe colocan el consumo de marihuana entre los estudiantes secundarios en poco más del 14 por ciento. Un parámetro para comparar ese nivel de penetración de esa droga entre los jóvenes podrá concretarse al recordar la situación en Chile, el país con más alto nivel de uso de marihuana en América latina, según las cifras de la Organización de Estados Americanos (OEA). Detrás de la Cordillera, el consumo de marihuana entre estudiantes es del 15,7 por ciento, dato entregado por el informe oficial chileno en 2007.
Servirá la comparación porque en Chile también se cuantificaron dos tendencias que parecerían ser similares a las conseguidas por este trabajo privado argentino. El organismo antidrogas chileno midió una merma de la tolerancia social juvenil sobre el uso de tabaco, cuyo consumo era tomado como un serio riesgo para la salud por el 59 por ciento en 2005 y trepó al 69 por ciento en 2007. Al revés de lo ocurrido con el uso de la marihuana, que era visto como algo peligroso para el 52 por ciento en 2005 y bajó al 39 por ciento en 2007. En la Argentina, la percepción del riesgo parece ser similar.

14,6% Estudiantes, en riesgo
Ese es el porcentaje de jóvenes que reconocieron haber consumido drogas.

96%
Marihuana, la preferida
Casi la totalidad de los consumidores eligen fumar cannabis.

77%
Bebidas, otra preocupación
Son los que consumen alcohol.



Los factores que influyen en el adicto

Por Miguel Angel Ríos
Convivimos con las drogas, pero no todos los consumidores se convierten en toxicómanos. Eso les sucede sólo a algunos y no suele ser por azar sino en función de ciertos rasgos psíquicos y también de ciertos factores socioculturales que colaboran para que esto suceda.
De ahí que la pregunta clave que debemos formularnos es: ¿qué ha sucedido en esas personas antes de que se iniciaran en el consumo de sustancias?
Las respuestas a esta cuestión no son fáciles, pero elaborarlas nos llevara a pensar en todos los factores que influyen en la estructuración del psiquismo de un sujeto, en todos los condicionantes que tienen que ver con el proceso de transformación de un recién nacido en un sujeto adulto.
Me refiero a la crianza familiar, a los conflictos psíquicos que en ese contexto pudieron darse entre padres e hijos, a la escuela, al barrio, a las diversas instituciones y agrupamientos de los que los adolescentes forman parte, en fin, y resumiendo, al contexto familiar, sociocultural y económico que les rodea.
Lo que la práctica clínica con los adictos nos muestra es que se trata habitualmente de jóvenes en los que el proceso de autonomización progresiva, respecto de sus padres, se ha visto afectado y eso hizo a estos jóvenes psicodependientes antes de ser drogadependientes.
Con el término de psicodependiente intento explicar que hubo una falla en el proceso de separación-individuación respecto de las figuras parentales, lo cual lleva a la imposibilidad asumir responsabilidades por sí mismos, entre otras cuestiones.
Si lográramos hacer desaparecer la droga y persisten en cambio los problemas psíquicos que crean la tendencia a la adicción, esta tendencia se asociaría a cualquier otro elemento distinto (alcohol, inhalación de pegamento, sedantes, aspirinas, el teléfono, etcétera.).
En cuanto al contexto social es evidente que una mejora del mismo haría que los que tienen una tendencia psíquica a la adicción encontraran más dificultades en que ella cristalizara. El contexto social es un cofactor importante, pero no es el determinante principal.
Por lo tanto, todo tratamiento de las drogadicciones debería apuntar a modificar aquellos conflictos personales, que son justamente los que empujan al consumo de las sustancias y la prevención tendría que estar enfocada a evitar el surgimiento de tales problemas de base, mejorando el contexto en el que se desarrollan las personas. Más aún, cuando se trata de los momentos cruciales de la vida y la formación de la persona como la adolescencia.
Eso supone mayor educación, mayor preparación familiar para el manejo de los conflictos psíquicos en general, tanto en los adultos como en los niños, más instituciones recreativas, ampliar las posibilidades de inserción laboral, mejorar las condiciones de vida en los barrios marginales.
El autor es el director de la Fundación Reencuentro
lanacion.com

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