Sufren porque están en un cuerpo que no les corresponde. Unos se sienten varones, pero tienen un sistema genital femenino. Otras se perciben como mujeres, aunque poseen un aparato genital masculino. Se trata de un malestar que suele aparecer durante la infancia y que genera ansiedad, depresión, discriminación, y aislamiento social. La salida para este problema, conocido como disforia de género, es una cirugía de adecuación sexual.
En la Argentina hay 52 transexuales que están esperando la autorización judicial que les permitirá someterse a una cirugía de readecuación del sexo. En la etapa previa, de diagnóstico, acompañamiento y tratamiento hormonal, se encuentran otras 200, que se atienden en el hospital Durand. Entre el diagnóstico y la cirugía pueden pasar hasta tres años.
"La espera se debe a que aún la operación no está reconocida como una práctica médica habitual", contó a Clarín el urólogo y cirujano César Fidalgo, del hospital zonal Ricardo Gutiérrez de La Plata, que fue uno de los médicos que realizó la primera cirugía de adecuación de sexo en la Argentina.Todavía rige la ley de ejercicio de la medicina, sancionada en 1967, que impide "llevar a cabo intervenciones quirúrgicas que modifiquen el sexo del enfermo, salvo que sean efectuadas con posterioridad a una autorización judicial". En las décadas siguientes, hubo jueces que negaron los reclamos de las personas que querían realizarse la cirugía. Varios fueron a hacérsela en Chile. Pero todo empezó a cambiar el 26 de agosto de 1997: tras siete años de espera por la autorización, Juana Luffi fue operada. Pasó a tener una "neovagina", que se construyó utilizando parte de la piel de su pene.
Desde entonces, otras 17 personas han pasado por la cirugía de adecuación de sexo en el hospital de La Plata, donde se realiza gratis. Trece de ellas pasaron a tener un aparato genital femenino y las otras cinco se adecuaron al sexo masculino, según detalló Fidalgo.
Pero la experiencia no es fácil de transitar aún. Están los que esperan la autorización judicial para la cirugía durante más de tres años. Los que reclaman, como Carolina C., mendocina de 44 años, quien la semana pasada demandó a su obra social para que le cubra la operación. Otras personas, que ya se la hicieron en otro país, no consiguen que les cambien el nombre en sus documentos, como le pasa a María Julieta, de Gualeguaychú.
Ante estas dificultades, la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Travestis (FALGBT) y la Asociación Travestis, Transexuales y Transgéneros de la Argentina (ATTA) exigen un gran cambio. "Presentamos un proyecto de ley en el Congreso para que el tratamiento, que incluye la cirugía, no dependa de la autorización de un juez y sea cubierto también por obras sociales y prepagas", explicó María Rachid, que preside la FALGBT.
"No se trata de una moda –opinó Alejandra Portatadino, que fue operada en 2005 y es ingeniera y observadora de derechos humanos–. Sentirse en un cuerpo equivocado es un malestar que puede hasta llevar al suicidio. Necesitamos superar las barreras en el acceso a la cirugía y al acompañamiento psicológico, el desconocimiento de algunos profesionales de la salud que confunden la disforia de género con trastornos psiquiátricos y la discriminación laboral. La idoneidad de las personas no está disminuida por la disforia de género".
"Con la operación, por fin tendré el cuerpo que me corresponde"
La adolescencia; las piedras pegándole en el cuerpo "como a María Magdalena de la Biblia, cuando lapidaban"; las risas de los muchachotes de su pueblo, Devoto, incrustándose "como cuchillos en el corazón, en el cerebro", todavía le duelen en la memoria a Marcos Giordano, el profesor que hoy tiene 43 años y está a punto de operarse para cambiar su identidad sexual.
El mismo que en 2003 sorprendió a todos cuando ganó por concurso la dirección del Ipem 315 de su localidad, a unos 250 kilómetros Córdoba. "Sí, Marquito (así, sin ese), el raro, el puto, había ganado y nadie podía decir nada", recuerda con un tímido orgullo que enseguida se desbarranca en una tristeza que parece tener más años que su propia existencia, y será la constante en la charla con Clarín.
"¿Es que sabés qué pasa? -interroga sin esperar respuesta-, si toda tu vida te subestiman, te insultan y te rechazan hasta en tu casa, terminás creyendo que no valés nada. A mí me salvaron mi abuela Rosa y mis ganas de ser alguien. También un sacerdote, el padre Burella, un santo lleno de piedad".
Su relato es casi un monólogo. "Verónica", tal su nombre femenino, tiene una enorme necesidad de ser escuchada. Sigue: "Elegí llamarme así en una Pascua, cuando tenía unos 13 años: estábamos haciendo el Vía Crucis cuando vi la imagen de esa mujer secando el rostro de Jesús. Esa era yo: solidaria, piadosa. La Verónica".
Es alta, está maquillada, lleva el pelo corto teñido de rubio y tiene la mirada abierta. Parece no esconder nada. Dice que intentó suicidarse tres veces "con pastillas". Que fue virgen hasta los 31 años, "porque no quería tener sexo homosexual". Que "quería un amor como todas". Que siempre quiso "en secreto, porque quién iba a quererme así". Y que, ya adulta, tuvo dos relaciones "más o menos largas que no han funcionado". Su mapa amoroso está lleno de abismos y dolores. En la terapia psicológica a la que asiste desde hace años, pudo "poner en palabras" lo que tal vez sea la llave de sus fracasos: "Los seres como yo, encerrados en un cuerpo que no tiene el sexo del alma, nos la pasamos siempre limosneando amor. Somos como mendigos y terminamos aceptando maltratos sistemáticos a cambio de que no nos abandonen". Le apunto que eso también le ocurre a muchos seres de la considerada "normalidad". Verónica asiente, pero los infiernos que enumera vuelven pedazos cualquier comparación.
En marzo de 2008, y como director del Ipem, hizo pública su intención de operarse. En octubre de ese mismo año, el Ministerio de Educación la apartó del cargo aduciendo "mala gestión". Giordano denunció que la discriminaban. Ahora, y luego de una carpeta psiquiátrica que duró hasta fines de marzo, volvió a la escuela y ocupa un puesto administrativo, mientras espera la operación que pagará la obra social de la Provincia, que ya tiene luz verde. El fin de semana pasado, estuvo en Buenos Aires realizándose los exámenes prequirúrgicos. Todavía le faltan algunos y no tiene la fecha de la operación en La Plata.
¿Cuáles son las expectativas?
Todas y ninguna. Todas porque con la operación por fin tendré el cuerpo que me corresponde y con el que he soñado desde que era una nena. Me pasé miles de noches rezando para que Dios no me dejara despertar si no era mujer. Y al otro día, otra vez Marcos. Pero también sé que la adecuación de mi sexo no va a solucionarme todos los problemas que tengo ni los dolores que he tenido. Espero que al fin que venga la mejor etapa de mi vida.
"Conseguí la vida plena que soñé"
En abril de 2006, se sometió a la cirugía de adecuación sexual de mujer a hombre, y se apresuró a vivir todas las emociones que mantuvo reprimidas durante 46 años. Ahora, después de esa transformación, Sergio Gabriel Pérez Naya o Gaby como lo nombran sus seres queridos, logró superar las barreras de la discriminación y tiene un presente feliz.
Nació en Mar del Plata con el "cuerpo equivocado", según les confesó a los médicos y tuvo que acudir a la Justicia para que le permitieran la operación, que fue la primera en el país de mujer a hombre. Entonces estaba en pareja y trabajaba como agente de tránsito. "Nunca quise esconder quién era y eso me costó perder un ascenso en mi trabajo", contó a Clarín.
Tras la operación, Gaby dice que "conseguí la vida plena que siempre soné". "Nunca voy a poder olvidar a todos los profesionales que me ayudaron. Hasta me acompañaron en la fiesta de casamiento" recordó. En junio de 2007, decidió pasar por el registro civil con la mujer que lo acompañó en todo el proceso de cambio. Pero el matrimonio duró poco. Ahora, Gaby se desempeña como guardaparques en Laguna de los Padres e inició los trámites de divorcio para poder casarse legalmente con su actual pareja. Disfruta de la vida en familia y comparte la crianza de un hijo.
LA PLATA. CORRESPONSALIA
clarin.com
En la Argentina hay 52 transexuales que están esperando la autorización judicial que les permitirá someterse a una cirugía de readecuación del sexo. En la etapa previa, de diagnóstico, acompañamiento y tratamiento hormonal, se encuentran otras 200, que se atienden en el hospital Durand. Entre el diagnóstico y la cirugía pueden pasar hasta tres años.
"La espera se debe a que aún la operación no está reconocida como una práctica médica habitual", contó a Clarín el urólogo y cirujano César Fidalgo, del hospital zonal Ricardo Gutiérrez de La Plata, que fue uno de los médicos que realizó la primera cirugía de adecuación de sexo en la Argentina.Todavía rige la ley de ejercicio de la medicina, sancionada en 1967, que impide "llevar a cabo intervenciones quirúrgicas que modifiquen el sexo del enfermo, salvo que sean efectuadas con posterioridad a una autorización judicial". En las décadas siguientes, hubo jueces que negaron los reclamos de las personas que querían realizarse la cirugía. Varios fueron a hacérsela en Chile. Pero todo empezó a cambiar el 26 de agosto de 1997: tras siete años de espera por la autorización, Juana Luffi fue operada. Pasó a tener una "neovagina", que se construyó utilizando parte de la piel de su pene.
Desde entonces, otras 17 personas han pasado por la cirugía de adecuación de sexo en el hospital de La Plata, donde se realiza gratis. Trece de ellas pasaron a tener un aparato genital femenino y las otras cinco se adecuaron al sexo masculino, según detalló Fidalgo.
Pero la experiencia no es fácil de transitar aún. Están los que esperan la autorización judicial para la cirugía durante más de tres años. Los que reclaman, como Carolina C., mendocina de 44 años, quien la semana pasada demandó a su obra social para que le cubra la operación. Otras personas, que ya se la hicieron en otro país, no consiguen que les cambien el nombre en sus documentos, como le pasa a María Julieta, de Gualeguaychú.
Ante estas dificultades, la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Travestis (FALGBT) y la Asociación Travestis, Transexuales y Transgéneros de la Argentina (ATTA) exigen un gran cambio. "Presentamos un proyecto de ley en el Congreso para que el tratamiento, que incluye la cirugía, no dependa de la autorización de un juez y sea cubierto también por obras sociales y prepagas", explicó María Rachid, que preside la FALGBT.
"No se trata de una moda –opinó Alejandra Portatadino, que fue operada en 2005 y es ingeniera y observadora de derechos humanos–. Sentirse en un cuerpo equivocado es un malestar que puede hasta llevar al suicidio. Necesitamos superar las barreras en el acceso a la cirugía y al acompañamiento psicológico, el desconocimiento de algunos profesionales de la salud que confunden la disforia de género con trastornos psiquiátricos y la discriminación laboral. La idoneidad de las personas no está disminuida por la disforia de género".
"Con la operación, por fin tendré el cuerpo que me corresponde"
La adolescencia; las piedras pegándole en el cuerpo "como a María Magdalena de la Biblia, cuando lapidaban"; las risas de los muchachotes de su pueblo, Devoto, incrustándose "como cuchillos en el corazón, en el cerebro", todavía le duelen en la memoria a Marcos Giordano, el profesor que hoy tiene 43 años y está a punto de operarse para cambiar su identidad sexual.
El mismo que en 2003 sorprendió a todos cuando ganó por concurso la dirección del Ipem 315 de su localidad, a unos 250 kilómetros Córdoba. "Sí, Marquito (así, sin ese), el raro, el puto, había ganado y nadie podía decir nada", recuerda con un tímido orgullo que enseguida se desbarranca en una tristeza que parece tener más años que su propia existencia, y será la constante en la charla con Clarín.
"¿Es que sabés qué pasa? -interroga sin esperar respuesta-, si toda tu vida te subestiman, te insultan y te rechazan hasta en tu casa, terminás creyendo que no valés nada. A mí me salvaron mi abuela Rosa y mis ganas de ser alguien. También un sacerdote, el padre Burella, un santo lleno de piedad".
Su relato es casi un monólogo. "Verónica", tal su nombre femenino, tiene una enorme necesidad de ser escuchada. Sigue: "Elegí llamarme así en una Pascua, cuando tenía unos 13 años: estábamos haciendo el Vía Crucis cuando vi la imagen de esa mujer secando el rostro de Jesús. Esa era yo: solidaria, piadosa. La Verónica".
Es alta, está maquillada, lleva el pelo corto teñido de rubio y tiene la mirada abierta. Parece no esconder nada. Dice que intentó suicidarse tres veces "con pastillas". Que fue virgen hasta los 31 años, "porque no quería tener sexo homosexual". Que "quería un amor como todas". Que siempre quiso "en secreto, porque quién iba a quererme así". Y que, ya adulta, tuvo dos relaciones "más o menos largas que no han funcionado". Su mapa amoroso está lleno de abismos y dolores. En la terapia psicológica a la que asiste desde hace años, pudo "poner en palabras" lo que tal vez sea la llave de sus fracasos: "Los seres como yo, encerrados en un cuerpo que no tiene el sexo del alma, nos la pasamos siempre limosneando amor. Somos como mendigos y terminamos aceptando maltratos sistemáticos a cambio de que no nos abandonen". Le apunto que eso también le ocurre a muchos seres de la considerada "normalidad". Verónica asiente, pero los infiernos que enumera vuelven pedazos cualquier comparación.
En marzo de 2008, y como director del Ipem, hizo pública su intención de operarse. En octubre de ese mismo año, el Ministerio de Educación la apartó del cargo aduciendo "mala gestión". Giordano denunció que la discriminaban. Ahora, y luego de una carpeta psiquiátrica que duró hasta fines de marzo, volvió a la escuela y ocupa un puesto administrativo, mientras espera la operación que pagará la obra social de la Provincia, que ya tiene luz verde. El fin de semana pasado, estuvo en Buenos Aires realizándose los exámenes prequirúrgicos. Todavía le faltan algunos y no tiene la fecha de la operación en La Plata.
¿Cuáles son las expectativas?
Todas y ninguna. Todas porque con la operación por fin tendré el cuerpo que me corresponde y con el que he soñado desde que era una nena. Me pasé miles de noches rezando para que Dios no me dejara despertar si no era mujer. Y al otro día, otra vez Marcos. Pero también sé que la adecuación de mi sexo no va a solucionarme todos los problemas que tengo ni los dolores que he tenido. Espero que al fin que venga la mejor etapa de mi vida.
"Conseguí la vida plena que soñé"
En abril de 2006, se sometió a la cirugía de adecuación sexual de mujer a hombre, y se apresuró a vivir todas las emociones que mantuvo reprimidas durante 46 años. Ahora, después de esa transformación, Sergio Gabriel Pérez Naya o Gaby como lo nombran sus seres queridos, logró superar las barreras de la discriminación y tiene un presente feliz.
Nació en Mar del Plata con el "cuerpo equivocado", según les confesó a los médicos y tuvo que acudir a la Justicia para que le permitieran la operación, que fue la primera en el país de mujer a hombre. Entonces estaba en pareja y trabajaba como agente de tránsito. "Nunca quise esconder quién era y eso me costó perder un ascenso en mi trabajo", contó a Clarín.
Tras la operación, Gaby dice que "conseguí la vida plena que siempre soné". "Nunca voy a poder olvidar a todos los profesionales que me ayudaron. Hasta me acompañaron en la fiesta de casamiento" recordó. En junio de 2007, decidió pasar por el registro civil con la mujer que lo acompañó en todo el proceso de cambio. Pero el matrimonio duró poco. Ahora, Gaby se desempeña como guardaparques en Laguna de los Padres e inició los trámites de divorcio para poder casarse legalmente con su actual pareja. Disfruta de la vida en familia y comparte la crianza de un hijo.
LA PLATA. CORRESPONSALIA
clarin.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario