viernes, 20 de mayo de 2011

La muerte llega por correo: una anciana comercializa kits de suicidios en EEUU

Kit del suicidio

Nick Klonoski sólo tenía 29 años, pero ya se había cansado de vivir. No importaba su tremenda afición por el deporte, su prometedora carrera profesional o el cariño de su familia. Tras años de sufrir fatiga crónica, deprimido y sin esperanza de poder volver a realizar una vida normal, decidió acabar con su sufrimiento.
Una tarde del pasado mes de diciembre, su hermano Jake lo encontró tumbado en la cama de su casa en Oregón, inerte pero con el rostro sereno. Su cabeza estaba cubierta con una bolsa de plástico transparente. De ella emanaba un fino tubo cuyo extremo estaba adherido a una pequeña botella metálica de color naranja. Contenía helio, el gas con el que se hinchan los globos en los cumpleaños y que, en esa ocasión, fue el cómplice con el que Klonoski decidió quitarse la vida.
Junto al cuerpo de su hermano, Jake encontró una caja de cartón de color blanco con un pequeño folio de instrucciones y un ejemplar del libro 'La última salida', de Dereck Humphrey, en el que el autor explica las diferentes maneras en las que una persona puede acabar con su vida sin dolor. El paquete tenía un remitente: Gladd Group, con sede en La Mesa, California.
Kits de suicidio asistido
La investigación llevada a cabo por la policía descubrió que tras esa empresa se esconde Sharlotte Hydorn, de 91 años. Hydorn decidió empezar a fabricar kits de suicidio asistido después de ver el dolor y el sufrimiento que por el que pasó su esposo, enfermo terminal de cáncer de colon, hasta su fallecimiento.
“Hago lo que puedo para mejorar el mundo”, aseguró recientemente Hydorn a la cadena local de televisión 10news de San Diego. “Debemos preocuparnos por ayudar a los demás. Hay mucho dolor y muchos problemas en el mundo”, afirma la mujer, que se muestra sorprendida por la polémica que se ha levantado a su alrededor.
Su particular manera de ayudar a la gente con problemas es el Hellium Hood Kit, compuesto por una bolsa de plástico transparente con una goma, cosida a mano por Hydorn, que se ajusta al cuello y un manguito para conectarla a la bombona de helio. Cualquiera puede comparlo –sin límite de edad, condición o localización geográfica– por solo 60 dólares, gastos de envío incluidos. El gas, y la decisión de usarlo o no, corren por cuenta del cliente.
La abuelita de la muerte, como ya se la conoce en Estados Unidos, explica con inusitada frialdad cómo funciona su invención: “Cuando lo conectas, el cerebro piensa que vas a tomar una siesta. En ese momento pierdes el conocimiento y, 20 minutos después, todo termina. Las manos se quedan heladas y falleces”.
Negocio rentable
Con su negocio de envío de muerte a domicilio, Hydorn ha facturado cerca de 100.000 dólares durante el último año. De momento, ya ha vendido más de 1.600 kits de suicidio, y está convencida de que serán muchos más. Desde que su caso ha saltado a los medios estadounidenses, recibe una media de 12 peticiones diarias, “muchas de ellas de gente realmente desesperada”, justifica abuelita de la muerte.
El asunto no es ninguna broma y la familia de Nick Klonoski está dispuesta a acabar con la comercialización del suicidio. La madre del joven fallecido, jueza federal, ha iniciado un proceso que, de momento, ha conseguido que el Hellium Hood Kit no se pueda comercializar en Oregón. Además, otros estados también están valorando su legalidad.
En un conmovedor testimonio ante la Corte Federal de Portland, Zach Klonoski, el otro hermano de Nick, acusó a Gladd de que en una sociedad "en la que mucha gente sufre de depresión y otras enfermedades mentales”, su actividad es equivalente “a poner una máquina de vending llena de armas en la puerta de la consulta de una clínica psiquiátrica”.
Sin embargo, el dolor de los Klonoski no ha conmovido a Sharlotte Hydorn, quien prefiere no mostrar su imagen pública por miedo a represalias. Tras enterarse de la batalla legal que habían emprendido contra su causa, espetó a los reporteros de televisión que la familia “debería estar contenta de que ese joven, que estaba determinado a morir, no saltase de lo alto de un edificio o decidiera colgarse en el armario”.
lainformacion.com

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