martes, 31 de mayo de 2011

Rezar para ganar

Jugadores creyentes
La victoria del F.C. Barcelona en la Liga de Campeones el sábado fue precedida de oraciones, persignaciones y todo tipo de encomiendas a la fe, pero ¿de verdad ayudan al desempeño? BBC Mundo le presenta la respuesta de Matthew Syed, periodista, campeón de tenis de mesa y autor del libro "Rebote: el mito del talento y el poder de la práctica".
Todos los ojos estaban sobre Lionel Messi, el argentino al que hay que ser muy valiente para cuestionarlo como el mejor futbolista del mundo. Si se le observaba atentamente, era posible ver cómo hacía la señal de la cruz cada vez que entraba en la cancha.
Pero el argentino y el mexicano no son los únicos futbolistas que manifiestan sus creencias religiosas en el terreno de juego. Otro de los más abiertos en este sentido es el brasileño del Real Madrid Kaká, quien no duda en hablar en público de su fe o dar públicamente gracias a Dios.

El placebo

 
Los ateos rechazarán sin duda la idea de que la religión pueda resultar útil en el desempeño de los futbolistas u otros deportistas, pero es posible apartar la discusión de si existe Dios y limitarse a analizar si la fe de verdad ayuda.
Esto es lo que estudió hace ya una década Jeong-Keun Park de la Universidad de Seúl. El científico analizó el desempeño de atletas de su país y descubrió que rezar era una de las claves para manejar la ansiedad y hasta para mejorar el rendimiento.
Una cita de uno de los que participaron en el estudio de Park resume la conclusión del estudio: "Siempre me preparé para jugar rezando. Encomendaba todo a Dios sin preocuparme. Estos rezos me calmaban y me daban seguridad, me servían para olvidarme del miedo a perder y resultaba que jugaba mejor".
La idea se hace eco del extraordinario poder que la fe ha demostrado tener en la medicina. En los años 60, estudiosos demostraron que enfermedades del corazón son menos habituales entre las personas religiosas que entre los ciudadanos comunes.
Estudios recientes extienden esos hallazgos. Un estudio en 1996 encontró que las tasas de mortalidad en comunidades israelíes eran menores entre los religiosos.
Parecía que la religión era buena para la salud.
¿Cómo es posible? Se pueden buscar las respuestas en uno de los más extraños misterios de la psicología, el efecto placebo, fenómeno que entró a formar parte de la cultura médica desde que el cirujano Theodor Kocker realizara 1.600 operaciones sin anestesia en Berna en la década de 1890.
Kocker le decía a sus pacientes que le había administrado anestesia y procedía a operarlos sin que percibieran que lo único que corría por sus venas era agua con sal.
Recientemente, se ha demostrado que el efecto placebo tiene efectos más allá del dolor, pues puede llegar a curar úlceras, combatir las náuseas y mucho más.
Puede además mejorar la concentración mientras el color de la píldora que se da sea la adecuada. Los placebos de color rosa parece que proporcionan mejor concentración que los azules.
Todo lo que parece funcionar alrededor del efecto placebo no tiene nada que ver con farmacología, que no existe, al contrario, su poder deriva del poder de creer en lo que resultará de la sustancia.

"Sólo si realmente crees"

 Pero esta creencia no proviene de ninguna parte y se fabrica dentro de un contexto. Nada que proporcione al tratamiento mayor autenticidad servirá para reforzar la creencia.
El color, por ejemplo, está fuertemente contectado en ciertas culturas con determinados efectos: el rojo es estimulante y el blanco es calmante. Las compañías farmacéuticas juegan con estos significados. Los estimulantes suelen ser rojos o anaranjados o los antidepresivos blancos.
El efecto placebo provee una posible explicación a los que creen que quienes tienen creencias religiosas disfrutan de mejores condiciones de salud. En lugar de creer en los beneficios de las píldoras de colores, los pacientes creen en el poder curador de Dios.
Y no es cosa exclusiva de los cristianos, también ocurre con los musulmanes, pues no es el contenido de la creencia sin el hecho de creer lo que importa.
Según Anne Harrington, profesora de Historia Médica de la Universidad de Harvard, "hay una capacidad innata en nuestros cuerpos para hacernos mejorar en la medida de sus posibilidades".
Los resultados del estudio surcoreano han sido repetido una vez y otra, más allá de las fronteras de lo religioso. La creencia de que un poder superior dirige nuestro rendimiento parece mejorarlo y eliminar las dudas es algo que puede ayudar a los deportistas como ayuda a los enfermos.
Incluso más allá de la fe hay ejemplos en los que las creencias pueden incidir en el comportamiento del deportista. El centrocampista inglés Paul Ince solía dejar para el último minuto el ponerse su camiseta. El arquero Mark Schwarzer solía llevar las mismas espinilleras desde que tenía 16 años. Nani, del Manchester United juega con las medias del revés.
Por supuesto, estas supersticiones tienen poca relevancia, a no ser que realmente crean en ellas. Como dijo el atleta británico Jonathan Edwards, que perdió su fe después de retirarse: "Cualquier creencia puede tener efectos poderosos, mientras se la viva con suficiente convicción".
Todo sugiere que las convicciones religiosas puede de verdad mejorar el rendimiento, pero sólo si realmente crees.
bbc.co.uk

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