domingo, 11 de diciembre de 2011

Virtud


Por Eduardo Chaktoura  
Hay una brújula interior que nos orienta en un sentido. Algo nos hace ir en una dirección. Algo nos lleva, cada día, a tomar las decisiones que creemos que son las correctas, oportunas o posibles.
La virtud, en definitiva, es una cualidad esencial en la vida del hombre. Es la capacidad de decidir, es el impulso hacia la meta, es el camino, es la intención de nuestros pasos, más allá de lo que finalmente resulte.
En esta brújula para las decisiones personales se echan a rodar tres agujas (la intelectual, la voluntad y las emociones) que giran hasta encontrar un norte. La experiencia (lo aprendido, los pensamientos y creencias) nos ayudan a elegir y transitar el camino, así como a superar las dificultades que puedan surgir. La voluntad nos hace persistir en nuestros deseos, principios e ideales. El componente emocional regula lo que pretendemos, contemplando que hay otros con quienes compartimos, respiramos y latimos la vida a diario. A lo que debemos sumar, finalmente, un toque decisivo para el compromiso social: la noción de lo que parece justo o injusto.
Coincidamos en que, por naturaleza, el hombre siempre tiende a lo que resulte saludable y positivo para su supervivencia. Cuando lo que se busca es un camino que se aparta de lo benéfico (del bien, de lo funcional y de lo virtuoso), es cuando, se cree, domina el vicio de lo irracional y las pasiones desmedidas o extremas. En este sentido, nuestra virtud se juega a diario en relación con lo que se hereda, se aprende, se enseña, se descubre y se resignifica. En este duelo cotidiano, a veces automático e imperceptible, muchas veces parecemos quedar presos de la indecisión, la incertidumbre y la ansiedad. Como bien sabemos, no siempre se pueden ajustar con facilidad las ideas, los deseos y las posibilidades.
¿Por qué pensamos así, por qué actuamos de una manera determinada, por qué solemos comportarnos de tal modo, en dónde se fundan nuestros principios vitales, por qué todo siempre termina igual o no consigo lo que busco?
Tal vez se trate de entender cómo dosificamos en nuestra cotidianidad la templanza, la prudencia, la fortaleza y la justicia, consideradas, desde la antigüedad, como las cuatro virtudes esenciales del hombre occidental.
En los últimos años, tras rigurosas investigaciones científicas, la psicología positiva se ha propuesto consensuar lo que parecen ser las seis virtudes comunes a la mayoría de las culturas, religiones y líneas filosóficas; que se constituyan como cualidades reconocibles, con posibilidades de ser aprendidas e incorporadas para mejorar la calidad de vida.
Así es como los psicólogos Martin Seligman y Christopher Paterson nos hacen pensar en torno a seis ejes fundamentales: la sabiduría y conocimiento, el coraje, la Humanidad, la justicia, la moderación y la trascendencia.
En este contexto, virtuoso parece ser quien está interesado en poner la inteligencia (emocional, social y espiritual) en búsqueda de soluciones y respuestas, quien pone a juego la voluntad para lograr sus metas, quien invierte en la solidaridad y la comprensión de los otros, quien busca sintonizar con el bien común, quien sabe discernir entre lo esencial y necesario, quien sueña y tiene la ilusión de ir en busca de la mejor vida que se pueda tener.
El autor es psicólogo y periodista.
lanacion.com

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