sábado, 28 de abril de 2012

Estudiantes pagan para que les hagan los deberes

Por falta de comprensión de los temas, escasez de tiempo o falta de interés por parte de alumnos de nivel secundario, los “centros de estudio” reciben pedidos para resolver tareas o trabajos prácticos.
Se trata de entidades conformadas por docentes y estudiantes universitarios que ofrecen ayuda en la realización de tareas; pero en los últimos años también lucran con la realización a pedido de monografías, investigaciones y hasta trabajos integradores finales.
Sus anuncios están en la web y si bien sus principales clientes son estudiantes de nivel universitario, comenzaron a recibir pedidos de alumnos secundarios y ampliaron su mercado.
“Los jóvenes no tienen ni castigo ni recompensa por hacer los trabajos prácticos. Si no lo hacen, tienen oportunidades de recuperar y si lo hacen, no encuentran el sentido de hacerlo. Tienen una falta de motivación preocupante”, cuenta Daniel Paniagua de Centro Da Vinci. Hace más de diez años que brinda clases de apoyo y coordina los horarios de los distintos docentes que ayudan a los jóvenes. Asegura que en los últimos años, se hizo más visible el pedido de resolución de tareas.
Donde más piden ayuda es  en materias como matemática, física, química y contabilidad. “Algunos piden que les resumamos textos de historia o biología, pero en general necesitan ayuda en materias duras. La mayoría mira cómo se resuelven los ejercicios pero se nota que tiene una dificultad para resolverlos sola”, afirma Paniagua.
Ailin está por terminar el secundario y confiesa que no le gustan las clases de física: “Voy a apoyo escolar para rendir bien los exámenes pero los trabajos prácticos de física o química los encargo porque me llevan tiempo y me retraso en otras materias. Además, no siempre los temas se evalúan y siento que pierdo tiempo para otras materias”, se justifica. Leonardo está en segundo año y recurre a tutores con frecuencia. “A veces, en lugar de pagarle a la profesora particular de contabilidad, le encargué que me haga la tarea. No entiendo mucho y es una materia que no me gusta estudiar”, asume sin rodeos.
Se puede definir el perfil de los estudiantes que buscan “ayuda”: cursan los últimos años del secundario, pertenecen a establecimientos privados tanto como públicos y sobresalen los varones.
Precio.
El valor del servicio varía entre 50 y 70 pesos la hora de resolución de cada tarea, que puede ascender en relación con su extensión. 
“Los alumnos piden fórmulas mágicas para estudiar. Un estudiante me propuso que permanezca on line para ayudarlo vía chat durante un parcial pero no lo acepté. Siempre que resuelvo tareas le explico al estudiante cada ejercicio, pero por lo general vuelven a pedir ayuda para otras tareas”, cuenta Luis Alto, ex docente de matemática.
En la web existen portales que ofrecen apuntes, monografías y trabajos de otros estudiantes. Sin embargo, la tecnología a veces juega a favor de la detección de estos ilícitos chequeando textos a través de Google; o evaluando la actitud en clase que difiere con el rendimiento en las tareas, por ejemplo. De cualquier manera, los alumnos están falsificando un documento y puede ser penalizado por el establecimiento.
“Es importante cotejar en clase los trabajos realizados en el hogar. Si bien la realización de las tareas no es lo único que se evalúa en la nota final, es importante contener a cada estudiante y verificar que cumpla con los objetivos de enseñanza”, explica la profesora Roxana D’Ambrosio, docente de matemática, que nunca aceptó realizar trabajos a pedido. En ese contexto, agrega que “no tiene que recaer en el alumno la carga de aprender sino que el docente debe enseñar para evitar que los chicos recurran a cualquier alternativa al estudio. Además los padres son responsables de verificar que sus hijos cumplan con sus obligaciones”.

Vacío normativo
La renuncia del presidente húngaro Pal Schmitt, tras el escándalo por el plagio de su tesis doctoral, abrió un interrogante: ¿qué pasa en el sistema universitario argentino en caso de la apropiación de una tesis?
El plagio es contemplado por la Ley nacional de Derecho a la Propiedad Intelectual; pero son pocas las universidades públicas que contemplan estos casos formalmente. Sólo algunos señalan que la tesis debe ser “original e inédita”.
“Las universidades nacionales no tienen una normativa fuerte como sí tienen otros países. En Estados Unidos, Japón o Corea, los investigadores que cometen plagio son expulsados”, asegura Aldo Calzolari, de la Universidad Nacional de Río Negro.
En 2006, un jurado académico detectó que dos capítulos de la tesis de un doctorando en Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional del Comahue se correspondían con un trabajo de la provincia de Tucumán. El tesista juró no haberse dado cuenta y las autoridades decidieron creerle.
Fue un antes y un después ya que la universidad fue una de las primeras en dar el puntapié al determinar que en caso de plagio, la tesis sería considerada “inaceptable” y el tesista expulsado.
Por su parte, en la carrera Ciencias de la Comunicación de la UBA, de tres mil tesinas presentadas, se registraron cuatro casos de rechazos por plagio. “Hubo una tesina que fue evaluada por un docente que relató que el plagio era tan escandaloso que los costos de la inversión de los que hablaba el trabajo estaban en pesetas (ni siquiera en euros)”, relata Glenn Postolski, director de la carrera. En estos casos, se aplicó una pena temporal que inhabilitó la presentación de otra tesina.
En ese contexto, Víctor Baez, decano del Centro Regional Universitario Bariloche, sostiene que “el director de la tesis es uno de los primeros responsables y le sigue un jurado idóneo especializado en la temática”. Así se defendió el controvertido presidente húngaro de su acusación, ya que sus directores de tesis no le habían marcado el error.
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